El placer de leer en cualquier lugar o momento, la afición a visitar librerías o bibliotecas, reseñar libros, seguir a escritores por las redes o desde los clubes de lectura, son algunas de las muchas actividades relacionadas con el mundo de las letras que también podemos promover desde la formación profesional. A pesar del empeño, reconozco que es fácil caer en el desánimo cuando las buenas intenciones se dan de frente contra esa ociosidad dedicada a visionar vídeos e imágenes de consumo instantáneo; o cuando la programación del aula absorbe todas tus horas lectivas; o cuando no hay un impulso decidido desde los centros educativos y las administraciones públicas. Porque leer con detenimiento se ha tornado una tarea improbable a no ser que sea una exigencia de la evaluación escolar.
Aún así, me quedo con esas iniciativas donde obtuvimos fondos para ampliar una biblioteca escolar en creciente desuso y con escasos títulos actuales. También me quedo con las experiencias que me han permitido conocer qué desean leer los más jóvenes o las posibles razones de su indiferencia hacia la lectura. Hay mucha literatura al respecto y muchos profesionales que se dedican a investigar estas cuestiones relevantes ayer y hoy: Gemma Lluch, Daniel Cassany o Lalo Salmerón son autores imprescindibles para acercarse a la lectura dentro del mundo educativo. En FP, salvo iniciativas puntuales, hay escasas experiencias o estudios al respecto. Sin desmerecer el esfuerzo de los docentes que se preocupan de ofrecer o recomendar tiempos para esta siempre oportuna ocupación.
Tal vez, en un futuro dominado por la inteligencia artificial, el empobrecimiento mental se ha vuelto más probable. La acción de cortar y pegar es cada vez más sencilla y plausible (al menos formalmente). Pero creo firmemente que, aquellos que se han cultivado a nivel literario, los que son lectores habituales de los medios de comunicación, o esos que son capaces de disfrutar de una lectura profunda; atesoran un valor añadido y diferencial a nivel profesional frente al resto de individuos. Leer no nos hace mejores personas (aunque los estudios sugieren que la afición a las novelas nos vuelven más empáticos) pero sí más competentes en muchas tareas profesionales. Tenemos la excusa perfecta para fomentar esas bibliotecas escolares, usualmente dirigidas desde el voluntarismo o el empeño personal, para que nuestro alumnado de FP adquiera no solo competencias blandas (como la empatía) sino que podamos reforzar esas habilidades comunicativas (y comerciales) que se demandan en muchos puestos de trabajo. La cultura, sin duda alguna, refuerza cualquier candidatura.
Y no se trata de confrontar la lectura con otro tipo de actividades también enriquecedoras. Escuchar podcasts, visionar películas o documentales, o ciertos videojuegos, son también fuente de crecimiento personal y profesional. Sin embargo, en esta ocasión insisto que, como docentes, podemos no solo dar ejemplo como lectores habituales, sino que además es posible buscar cómplices en los claustros o emprender actividades donde los libros sean también los protagonistas de nuestros módulos. Esas nuevas optativas que se incluyen en la nueva FP, el proyecto intermodular o cualquier otro módulo profesional, son una oportunidad para seguir creando lectores. Desde los centros educativos de FP tenemos quizás la última oportunidad de fomentar la lectura en aquellos que, por disfrutar de un menor capital cultural, no la consideran interesante o atractiva.
Desde los equipos docentes, también es importante compartir lecturas; ya sea a través de artículos, ensayos o novelas relacionadas en mayor o menor medidas con la educación. Las lecturas pedagógicas, por experiencia personal, no son demasiado solicitadas en nuestro limitado universo docente. Puede que también hayamos caído en las lecturas encapsuladas en aceleradas formaciones digitales, vídeos sinópticos, o simplemente, la vida laboral no ofrezca la desocupación suficiente. En donde focalizamos nuestros esfuerzos, a nivel formativo y profesional, no es un asunto menor. Y mira que tenemos experiencia sobrada en mil y una minucias a las que hemos dedicado un excesivo tiempo.
Comencemos por la parte más fácil. Es sencillo recomendar libros a nuestros jóvenes estudiantes de FP. Es asequible sugerir o solicitar lecturas de artículos. Cuesta poco trabajo organizar alguna visita a la biblioteca del centro o del barrio. Es viable pedir consejo a otros compañeros, compartir lecturas en el claustro, enviar o publicar reseñas literarias, o adquirir algún que otro libro que sea de interés para el debate y una reflexión desde el conocimiento y con otros puntos de vista. Aunque soy consciente que no es tarea menor competir con la serie televisiva del momento o con el estudio del manual o libro de texto que nos toca impartir cada curso.
Con el ánimo de ser congruente con estas últimas líneas, os recomiendo algunos títulos de los autores arriba mencionados junto a otras lecturas personales que publico esporádicamente desde mi cuenta de Instagram:
Competencia lectora en el siglo XXI. Dosier Graó
Aprovecho la ocasión para incluir mi modesta contribución a las lecturas específicas sobre la Formación Profesional: con el libro "Aprender en la nueva FP" editado por Graó el pasado mes de octubre. Si los has leído o te animas a su lectura, estaré encantado de leer tus comentarios.
Foto de Noufal Salih en Unsplash
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