A cierta edad te pueden empezar a importar poco ciertos asuntos a nivel profesional. Puedes mirar con nostalgia a esos jóvenes risueños que, sin saber que están en la flor de la vida, se lamentan por el examen de turno o el madrugón habitual. Todavía no entienden que el confort era esto. Sin embargo, a pesar de la edad, hay quienes no nos resignamos con la tarea que se nos encomienda y queremos ver progresar la preparación de nuestro alumnado y los recursos disponibles con mayor celeridad. A pesar de los años, no nos da todo igual. Aunque ahora te sube la tensión o callas para evitar dolores de cabeza.
La carrera docente se torna más larga de lo que parece. Si echas la vista atrás, parece que todo ha cambiado mucho, pero no hace tanto que nos preocupábamos por similares motivos: comportamiento del alumnado, burocracia, horas lectivas, materiales, etc. Somos profesionales reincidentes pero el futuro se nos antoja ahora más complejo; las mismas responsabilidades pero nuevas preocupaciones en un entorno donde la normativa todavía no está clara y las interpretaciones ocasionan decepciones. Y ahora, la nueva FP también conlleva conflictos además de esas nuevas tareas que no parecen contemplar todavía la reestructuración y medios necesarios para los centros educativos y sus departamentos profesionales.
Mantener la moral alta no siempre es fácil. La minoría ruidosa nos ayuda a tomarnos la docencia con un mayor ánimo. Poco se valoran las figuras que, con dedicación y devoción, emprenden proyectos en sus centros educativos como una forma de realización personal e ilusión por la formación profesional. Solo hace falta ver al profesorado que se embarca en los campeonatos (skills) de la FP a nivel autonómico, nacional e internacional. O las iniciativas donde se comparten recursos específicos para la FP con el fin de transformar una etapa que está de moda pero que corre el peligro de convertirse en un lugar de paso. Y los congresos educativos se asemejan a un oasis donde calmar la sed ocasionada por la rutina escolar.
Está bien empezar haciendo para luego ver qué pasa. Pero, si no entendemos el objetivo que persigue la transformación del sistema de FP, acabaremos con más de lo mismo pero con más faena y desmotivación. Creo que, esa repetida falta de pedagogía, sigue incrustada en el quehacer diario. Las diapositivas y las normativas que llegan con retraso, lo aguantan todo. Si no cambiamos la mirada, tanto organizativamente como a nivel curricular, solo cosecharemos otra FCT ampliada, nuevos módulos por compromiso, una investigación aplicada irrisoria y un cambio metodológico anecdótico.
El panorama mundial cambia. Algunos predicen una vuelta atrás. Habíamos conseguido vivir medianamente bien, y ahora, a pesar de que las posibilidades de empleo son mayores, la precariedad es una costumbre laboral. Si el panorama no cambia, hará falta mucho más compañerismo y menos parcelas protegidas; además de líneas de actuación sensatas para un futuro que está en entredicho. Los clarividentes no se dedican solo a hacer papeles mientras tratan de mantener el status quo. Ni tampoco se empeñan en culpar a las nuevas generaciones o los políticos de turno. Hacen y deshacen. Pero, sobre todo, siguen creando. El papeleo solo agota.
Por suerte, la vida continúa, y la mayoría de jóvenes profesores se aproximan a la docencia con ilusión. No los quememos. No hay nada peor que un docente desmotivado o apalancado esperando, sin iniciativa, a que transcurra el curso sin pena ni gloria. Aunque la cultura escolar y la costumbre no lo faciliten, los profesores somos mucho más interdependientes de lo que creemos; nuestra intensa labor diaria es menos agotadora cuando sabes que cuentas con un compañero, compartes fatigas, y se aporta con criterio y humildad en lugar de poner excusas o mirar solo el interés personal. Y el camino, con más o menos años por delante, se puede volver tortuoso en lugar de cuesta abajo si no lo emprendemos con cierto riesgo, filantropía, reflexión, conocimiento y sin temor al conflicto o al qué dirán. El tiempo proveerá.