Hay ocasiones que se produce algo cercano a la cuadratura del círculo. Incluso cuando menos te lo esperas. Los que gustamos de leer artículos o ensayos pedagógicos (no se puede ser perfecto) arrastramos a menudo una visión idealizada de la educación. Se nos puede tachar de ilusos, románticos o idealistas. Sin embargo, me considero una persona fundamentalmente pragmática. ¿Y qué tiene que ver el amor y la FP con todo esto? ¿Cabe el amor en la escuela? Algo chirría.
Daniel Pennac, en "Mal de escuela" lo expresó muy bien:
Una palabra que no puedes ni siquiera pronunciar en una escuela, un instituto, una facultad o cualquier lugar semejante.
–¿A saber?
–No, de verdad, no puedo…
–¡Vamos, dilo!
–Te digo que no puedo. Si sueltas esta palabra hablando de instrucción, te linchan, seguro.
–…
–…
–…
–El amor.
O en ese otro precioso libro de Paulo Freire, "Cartas a quien pretende enseñar", donde afirma:
Pero es preciso sumar otra cualidad a la humildad con que la maestra actúa y se relaciona con sus alumnos, y esta cualidad es la amorosidad sin la cual su trabajo pierde el significado. Y amorosidad no sólo para los alumnos sino para el propio proceso de enseñar.
En tiempos donde enfrentamos el conocimiento frente a las emociones; donde el resultadismo es el antónimo perfecto de la sensibilidad; donde los grises no forman parte de la gama de colores escolares; parece haber caído en desuso la búsqueda de la memorabilidad en las experiencias de aprendizaje (como muy bien señala Fernando Trujillo a lo largo de su extensa bibliografía respecto a los activos de aprendizaje). Y el amor es, sin duda alguna, algo que perdura y trasciende cuando se experimenta en la escuela. No es necesario quitar un gramo de esas competencias que harán de nuestros alumnos unas personas preparadas para enfrentarse a un mundo laboral. Justo todo lo contrario. Si logramos embarcar al alumnado en proyectos que supongan un reto personal, donde el docente inspire y comparta sus conocimientos, tendremos más probabilidad de que todos aprendan. A pesar de no ver los resultados a simple vista, de los desencuentros o la falta de motivación con la que reñimos, vale la pena buscar el sentido a lo que hacemos.
El amor, el cariño, el afecto, la sensibilidad o la ternura, son los mejores activos en un panorama actual donde los valores morales parecen mutar a la ley del más fuerte como un signo de rebeldía al sistema. Libertad malentendida, abuso de los derechos y una escala de valores que vacila (en todos los sentidos). Sí, los tiempos están cambiando. Ojalá en el sentido que cantaba Bob Dylan en su famosa canción (muy recomendable la recién estrenada película sobre su vida):
Come writers and critics
Who prophesize with your pen
And keep your eyes wide
The chance won’t come again
And don’t speak too soon
For the wheel’s still in spin
And there’s no tellin’ who that it’s namin’
For the loser now will be later to win
For the times they are a-changin’
Venid escritores y críticos
Que profetizáis con vuestra pluma
Y mantened los ojos bien abiertos
La ocasión no se repetirá
Y no habléis demasiado pronto
Pues la ruleta todavía está girando
Y no ha nombrado quién será el elegido
Porque el perdedor ahora será el ganador más tarde
Porque los tiempos están cambiando
Estas líneas vienen a colación de la reflexión personal y pública que hizo de forma maravillosa una alumna en el pasado Congreso de FP de la Comunitat Valenciana; donde concluyó que la palabra que mejor representaba el proyecto de voluntariado sobre la Dana que hemos llevado a cabo en el aula, es el AMOR.
0 COMENTARIOS:
Publicar un comentario
Disculpa las molestias si se demora la publicación de tu comentario. Se revisan para evitar el spam habitual. Muchas gracias.