UNA ENTREVISTA PERSONAL SOBRE LA FP

jueves, 27 de febrero de 2025

Aunque tengo cierto reparo al autobombo, y todavía más cuando el medio es el vídeo, donde no me muevo con demasiada soltura (creo que ya no llego a youtuber), paso a recomendaros esta charla que tuve recientemente con Fernando Soler, profesor de Formación Profesional en la Comunidad Valenciana. En mi caso, escribir en este blog me ha resultado siempre el mejor espacio para trasladar mis reflexiones personales o, simplemente, compartir recursos que me parecen de interés para otros docentes de esta etapa educativa. Fernando, por su parte, y con gran habilidad comunicativa, utiliza su canal de YouTube (Teacher MrSoler) donde principalmente comenta cuestiones normativas sobre la FP o la educación en general. 

 

Como no podía ser de otra manera, Fernando, colega de profesión, tiene sus propias opiniones al respecto de la educación y la formación profesional; en algunas coincidimos y en otras no tanto. Sin embargo, como a la mayoría de docentes, nos unen las ganas de enseñar y hacer un buen trabajo junto a nuestro alumnado. Aquello de "la intención también cuenta" es perfectamente válido para el mundo educativo; el propósito con el que actuamos en el aula, tanto a la hora de tratar a los estudiantes, evaluarles o el afecto que nos mueve, es esencial en nuestra labor educativa. Luego, por supuesto, hay que tener una preparación didáctica y unos conocimientos técnicos que son las columnas de esta profesión. Sin desdeñar la complejidad que supone la docencia o las particularidades normativas que ahora nos preocupan. Además, la ideología y la política nos han acostumbrado en los últimos tiempos a buscar los desacuerdos en lugar de aspirar a esa educación universal que nos hace crecer como sociedad. Pero eso ya es otra historia.

 

En este vídeo, salen a relucir ciertos temas que también trato en mi libro publicado recientemente, y que de alguna manera nos preocupan tanto por los cambios que conlleva la implantación del nuevo sistema de formación profesional, como por las incertidumbres o dudas que arrastramos a la hora de enseñar. Mi visión sobre el alumnado es tremendamente positiva, a pesar de los conocidos pesares, y en nuestras manos siempre queda un margen de actuación con el que podemos influir y mejorar la vida personal y profesional de nuestros jóvenes alumnos. Sobre todo ello, y alguna que otra cuestión más, hablamos durante casi una hora en este vídeo. Espero os guste y podáis aguantar hasta el último minuto, ya que no me prodigo mucho por esos lares... Gracias de nuevo a Fernando Soler por su tiempo. 

 

 



EDTECH, FP Y MUCHO POR SEMBRAR

martes, 25 de febrero de 2025

 

edtech fp

 

La tecnología educativa o esas TIC, cuyo término parece caer en desuso gracias al anglicismo de turno, están últimamente muy en entredicho. Quizás, bajo mi punto de vista, en los discursos pro o contra la tecnología educativa, metemos erróneamente en el mismo saco a todas las etapas educativas; así como buscamos confirmar nuestras inclinaciones con datos o experiencias particulares. ¿Dónde está el equilibrio o la perfecta adecuación del uso de la tecnología en la educación? ¿En la formación profesional tenemos una realidad diferente respecto a la digitalización?

 

En el último EdTech Congress de Barcelona, hemos contado con discursos distintos en cuanto al modo de incluir la tecnología y la creciente digitalización en el mundo educativo. A pesar de ser un encuentro donde la parte comercial tiene un lugar importante, no ha faltado crítica entre los entusiastas de la tecnologización. Evidentemente, el crecimiento vertiginoso del mercado edtech, impulsa la adopción de nuevas tecnologías a las aulas tanto en el sector público como privado, ya sea a través del interés que provocan las empresas ofertantes como por las necesidades que se estimulan a los centros educativos, administraciones y sus directivos. Nadie quiere quedarse atrás. 

 

Pese a que han pasado más de cuarenta años desde los primeros ordenadores en las escuelas, o de ese internet a pedales de los años 90 del siglo pasado; seguimos con el método prueba y error a la hora de introducir la tecnología en el aula. Tengo la sensación de dar bandazos permanentemente. Miro de reojo con añoranza aquellos proyectos que, como Fernando Trujillo mencionaba en su presentación durante este congreso, nos llevaban a pensar en una educación donde los docentes compartíamos libremente recursos y experiencias sobre el uso de las TIC en el aula (EducaconTIC, Evaluacción...) y que ahora han pasado a mejor vida. La ilusión de entonces, algo más de andar por casa, se manifestaba con muchas horas trasteando, diseñando y compartiendo actividades que creíamos útiles para enganchar a un alumnado no demasiado interesado en la dinámica escolar. Ya no nos queda ni Twitter.


Ahora, tanto los solucionistas como los tecnófobos encuentran algún estudio que ratifique sus tesis. Como mencionaba María del Mar Sánchez, hay investigaciones con resultados dudosos que necesitan ser contrastadas. Leo con atención la lectura que recomienda ( "Sentado en el andén" de Francisco Martínez Sánchez), y, pese a los años transcurridos desde su redacción, parece que seguimos esperando tomar ese tren que nos lleve a un sitio donde podamos enseñar mejor con la ayuda de la tecnología y contando con la didáctica que la investigación educativa nos ofrece. La idea, entiendo y comparto, es no seguir haciendo lo mismo con cada avance tecnológico que adoptamos. Como comentaba Laura Morera, el feedback inmediato, la práctica deliberada, la repetición espaciada o el cribaje de problemas de aprendizaje, deben ser contemplados en el aprendizaje. Con y sin tecnología. El papel y la pantalla no debieran estar reñidos.

 

Pensamiento crítico, ética, inclusión, creatividad... todos estos términos, mencionados hasta la saciedad, caen en saco roto cuando solo se contemplan como parte de una guía o plantilla de cualquier presentación vendible. ¿Y eso cómo se come? Seguimos, a mi parecer, lejos de saber introducir la tecnología de un modo que nos facilite el trabajo y, al mismo tiempo, suponga un mayor aprendizaje del alumnado. Indudablemente, hemos incorporado muchas herramientas al aula que ayudan a gestionar el trabajo del estudiante, la publicación de materiales o mantener una comunicación efectiva. ¿Aprenden ahora más? ¿Lo hemos medido? ¿O tienen peor nivel como algunos proclaman? Probablemente, no tenemos tiempo en los centros educativos para tanta cuestión trascendente. La vorágine diaria lleva tiempo robándonos momentos para leer, conversar y aprender sobre todas estas cuestiones.

 

Neil Selwyn, con una postura crítica hacia las tecnologías digitales, insiste en las deficiencias de una tecnología que no mejora el aprendizaje de todos, que supone más trabajo para el docente, que no es equitativa, que incrementa la estandarización, que provoca discriminación, es contaminante y nos lleva a una pedagogía del control. Menudo panorama. Selwyn aboga por una crítica constructiva de la EdTech. Ahora más que nunca, con la introducción formal o informal de la inteligencia artificial en las escuelas, es necesario replantearse todos estos puntos críticos contando con los valores que deseamos trasladar como educadores. Y no es solo cuestión de prohibir. 


Si nos centramos en la formación profesional, no cabe duda de que las tecnologías digitales son un aspecto vital de los futuros profesionales que estamos formando. Un profesional con talento, como así aseguraba Jorge Arévalo, debe crecer en siete parcelas: humana, cultural, científica, tecnológico digital, profesional, transversal y ecológica sostenible. Al igual que ocurre con el nuevo sistema de FP, que está ahora iniciándose, deberíamos transformar y sustituir nuestras prácticas docentes con ayuda de la tecnología educativa; tanto para dotar de las competencias digitales técnicas necesarias en cada sector, como para que nuestros alumnos aprendan y sepan hacer lo que les demandará su trabajo futuro. Y para ello hace falta una estrategia, un horizonte a largo plazo, y menos ocurrencias sin un estudio previo y trabajo en equipo.

 

En mi opinión, como así comentamos en una mesa redonda sobre la FP, con Santiago García, Laura Ríos, Miriam Salvador y Jorge Arévalo, es fundamental contar con la tecnología para facilitar la prospección de empresas que participan en la formación dual del alumnado, mejorar la evaluación y, además, tener en cuenta esas competencias pedagógicas que, el popular (que no prestigioso) Marco de Referencia de la Competencia Digital Docente, nos marca como fundamentales. Una lástima el poco recorrido y la titulitis en la que ha desembocado este marco. Dotar de la tecnología adecuada a las aulas y formar al profesorado a nivel técnico y didáctico es una tarea fundamental que requiere algo más que los parches o las modas del momento.

 

En definitiva, bien sabemos que la tecnología no va a solucionar el clima que hay en el aula o las características psicosociales que nos encontramos en el día a día. Que no hay mejor recurso que una menor ratio. Aún así, estamos obligados a educar a los alumnos en el uso de una tecnología que se ha hecho omnipresente y que solo puede ser limitada físicamente en edades tempranas. Tenemos el deber de formarnos en cómo funciona esa IA que ahora todo lo ocupa y articular estrategias donde haya momentos de desconexión y aprendizaje analógico junto a aquellas herramientas digitales que nos pueden facilitar ciertos tipos de tareas; es necesario contar con los riesgos de una IA en crecimiento que, a su vez, puede deteriorar nuestras habilidades cognitivas. 

 

Más allá de los habituales problemas de plagio por parte del alumnado, a la mayoría nos gustaría tener a estudiantes interesados por aprender, curiosos por conocer. Todos deseamos un alumno o alumna donde los valores del respeto, la tolerancia o la cortesía sean lo habitual en su comportamiento. Los robots o la IA dudo que puedan hacer mucho al respecto. Somos los docentes los que podemos dejar alguna que otra simiente para que, luego, con la ayuda de esas nuevas tecnologías, sean ellos lo que se conecten con otras personas y realidades distintas, desarrollen nuevos conocimientos, creen y compartan contenidos valiosos y distingan aquello que vale la pena. Nos va a costar separar el trigo de la cizaña. 


Foto de Phil Hearing en Unsplash

EDUCAR PARA UNA NUEVA ÉPOCA

jueves, 13 de febrero de 2025

 

educar para una nueva época

 

La diversidad de opiniones puede ser una fuente de riqueza si contamos con personas con conocimientos y experiencia. Sin embargo, aún en estos casos, acostumbramos a caer en las manos de la ocurrencia o en esos dichosos brainstormings que supuestamente nos dirigen hacia la creatividad. Confiamos en exceso en nuestro sexto sentido o de ese ingenio del que creemos estar dotados. Los de verbo fácil llevan la iniciativa y los más observadores se aburren en un silencio voluntario por modestia, cansancio o falta de impulso ajeno. Y el reloj digital sigue corriendo.

 

Cuando te encuentras con un experto real en una materia concreta, te maravillas, no solo por su elocuencia, sino por la visión y sabiduría que transmite. En el mundo educativo, el ruido mediático, las percepciones personales, los intereses comerciales, la ideología, los likes o las paridas enlatadas en stories, cuentan mucho más que la otras razones basadas en el conocimiento. Pisar el aula nos puede dotar de argumentos, pero no siempre la experiencia nos hace competentes del todo. Desafortunadamente, la exigencia de las clases nos impide una formación pedagógica más completa o un conocimiento más preciso de las normas que regulan nuestra profesión. El tren hace tiempo que se marchó de la parada pero andamos oteando el horizonte en lugar de pedir un cabify y continuar el viaje hasta donde nos lleve la razón.

 

A menudo despotricamos de las leyes que afectan a la educación, ya sea con un nuevo sistema de formación profesional, o con un decreto que regula tardíamente la organización de los centros, entre otras cosas. No obstante, por distintos motivos, no siempre somos lo diligentes que debiéramos ser a la hora de estar (in)formados o aprovechar los recursos que tenemos. El pasado nos paraliza el futuro. El ser humano, además de buscar lógicamente su comodidad, tiene querencia hacia ese pasado donde la existencia era presuntamente admirable. No sé. Observo que damos demasiadas vueltas a lo mismo, buscamos culpables, o nos enredamos en lo no importante. Incluso optamos por el mejor no meneallo de Don Quijote, no sea que empeoremos o alguien se moleste. La coartada donde todo lo anterior era mejor dejará de servir cuando no haya un ayer diferente. 


Ahora que suspiramos por la inteligencia artificial, donde hay tantas opiniones como posibilidades tecnológicas, lo trascendente debiera seguir siendo qué y cómo debemos enseñar mejor a nuestros alumnos para que sean buenas personas y profesionales relevantes. La IA, queramos o no, se impondrá (esperemos que con una regulación exquisita); solo nos queda protestar y exigir a nuestros gobernantes que, si no pueden poner puertas al campo, al menos que defiendan los derechos de la fauna que lo habita. Puede que lleguen los nanobots antes de que nos dejen jubilarnos; así podremos pensar millones de veces más rápido de lo que ahora lo hacemos. ¿Qué enseñaremos en el aula? ¿Aprender a convivir, socializar, moralizar...? ¿Una escuela para crear lazos y relaciones tangibles en un mundo que se ha vuelto virtual? Tal vez la clave, ahora que se impone el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, sea dejar una marca de tolerancia y solidaridad en los que nos suceden; sin imposiciones ni esa suficiencia que marca y rebota a muchos jóvenes desencantados con un sistema que está defectuoso según su entender. Dicen que la felicidad propia se encuentra en los otros.


Es hora de exigir la expulsión de lo anodino de las aulas. Exigir esfuerzos, en un clima que destila agotamiento, es todavía más extenuante. Aún así, el ánimo, el conocimiento y la curiosidad, debieran ir de la mano de algún modo para hacer frente a la sinrazón, al lucro egoísta, y servir de contrapeso a los que despotrican del sistema sin mojarse. La culpa siempre la tienen los demás. Será difícil navegar y no caer al agua, en esa corriente que nos arrastra, sin el coraje, la generosidad y el conocimiento que merece un cambio de época que viene anunciándose desde hace lustros. Y ya está aquí. 

 

Foto de Quino Al en Unsplash

EN FP NO HAY PRÁCTICAS, ES FORMACIÓN EN EMPRESA

jueves, 6 de febrero de 2025

 

formación en empresa FP

 

El uso adecuado del lenguaje tiene su importancia. Al igual que debiéramos cuidar la utilización de contenidos sexistas (pese a la mala fama adquirida), sería conveniente adoptar aquellos términos que, con la nueva FP se adecúan más a lo que la normativa pretende. Es el caso de las mal llamadas "prácticas". Quizás sea una herencia de aquella, nada lejana, formación profesional donde el objetivo del período de prácticas era principalmente colaborar con la empresa con las competencias adquiridas en el centro educativo. Ahora debiéramos hablar solo de la formación en empresa.

 

Sin embargo, la mentalidad poco ha cambiado. Aún se entiende en gran medida la figura del alumno, no como un aprendiz, sino como una figura que viene a colaborar con su trabajo. Algo falla si seguimos entendiendo que el objetivo fundamental de este período es practicar aquellos conocimientos y destrezas adquiridos en la escuela. Pero la mentalidad no se transforma fácilmente. El pragmatismo nos seduce más que una nueva norma que incordia o parece poco realista en un mundo del trabajo donde, hasta hace bien poco, se entendían las becas o las prácticas solo como un favor al centro de formación y al alumnado. El tiempo todo lo puede. Al igual que nos parece un engorro tener que dar de alta a la Seguridad Social a un estudiante o al empleado del hogar que algún día querrá acceder a una jubilación digna, las empresas entenderán los beneficios de una colaboración más estrecha. 


La llamada Formación en Centros de Trabajo (FCT) a extinguir en la inmensa mayoría de los ciclos formativos (todavía quedan, inexplicablemente, ciclos LOGSE) se ha transformado en la actual "formación en empresas" que tanto en los grados C (Certificados Profesionales) como en los grados D (ciclos formativos) debe contemplarse como una fase obligatoria a realizar en una empresa u organismo equiparado. Y que, tal y como señala la nueva Ley Orgánica de Formación Profesional en su artículo 55.6, destaca su carácter formativo y no laboral:


Las administraciones competentes en el desarrollo de ofertas de formación profesional adoptarán las medidas necesarias para garantizar el carácter formativo de las actividades desarrolladas durante el o los periodos de formación en la empresa, y evitar su utilización inadecuada como actividad productiva y de carácter laboral, sin perjuicio de las competencias de la administración laboral en el ámbito de la inspección de trabajo.

 

La realidad es muy tozuda, y pese a la buena intención de la norma, donde se especifican las finalidades de esta fase formativa, las dificultades para encontrar una empresa colaboradora son actualmente un problema en muchas titulaciones o regiones del país. Más aún cuando las empresas no desean incorporar alumnos menores de edad o durante períodos cortos de formación. En teoría, según marca esta ley en su artículo 56, esta fase formativa conlleva unos objetivos ambiciosos:


La fase de formación en empresa u organismo equiparado tendrá las finalidades siguientes:

a) Participar en la adquisición de competencias profesionales propias de cada oferta formativa.

b) Conocer la realidad del entorno laboral del sector productivo o de servicios de referencia, que permita la adopción de decisiones sobre futuros itinerarios formativos y profesionales, prestando especial atención a las oportunidades de empleo y emprendimiento existentes o emergentes en los entornos rurales y las zonas en declive demográfico.

c) Participar en el desarrollo de una identidad profesional emprendedora y motivadora para el aprendizaje a lo largo de la vida y la adaptación a los cambios en los sectores productivos o de servicios.

d) Adquirir habilidades permanentes vinculadas a la profesión que requieren situaciones reales de trabajo.

e) Facilitar una experiencia de inserción y relacional en una plantilla real de personas trabajadoras respetando la normativa de prevención de riesgos laborales.

 

Seguramente muchos nos conformaríamos con cumplir solo alguno de los puntos. Aún así, entendiendo que estamos en un período inicial de implantación de un nuevo Sistema de Formación Profesional, creo que debemos ser conscientes de que estamos en una fase preliminar que, con el tiempo, normalizará este tipo de formación en la empresa como un win-win donde ganan tanto las empresas como los estudiantes. A pesar del sobreesfuerzo de las empresas que acogen alumnos, fundamentalmente en el caso de alumnado de primer curso, debiéramos insistir y vender las bondades de un período que además de permitir alcanzar ciertos resultados de aprendizaje y favorecer la madurez del alumno, facilitará la retención y crecimiento de un talento que comienza a escasear y que las empresas precisan para ser competitivas. 

 

Evidentemente, como para cualquier aplicación legislativa, se requieren medios e incentivos para su puesta en marcha. No es sensato dedicarnos solo a cumplimentar planes de formación individuales y tablas que no se corresponden a la realidad. Las empresas requieren incentivos al igual que los centros educativos necesitan recursos humanos para prospectar convenientemente de la mano de una formación y una normativa que nos facilite trasladar a las empresas este modelo. De nuevo, el sálvese quien pueda se está convirtiendo en el procedimiento más habitual en los centros de FP de las distintas comunidades autónomas que, además, interpretan las normas a su conveniencia o parecer (no siempre ajustado a derecho).

 

Efectivamente, la autonomía de los centros es un objetivo del nuevo Sistema de Formación Profesional, pero ello no debiera suponer que todos los centros públicos o sostenidos con fondos públicos no dispongan de los mismos recursos e información para gestionar este período de formación en empresa u organismo equiparado. Me refiero tanto a los recursos humanos antes mencionados como a los medios para comunicar adecuadamente el sentido de un nuevo sistema que viene a transformar sustancialmente la FP que hemos dado forma en los últimos veinte años. 

 

Si nos atenemos a lo que marca el RD 659/2023, de ordenación del Sistema de Formación Profesional, el compromiso que se solicita a las empresas colaboradoras no es una cosa menor. Según su artículo 153.2: 


La empresa u organismo equiparado se compromete a:

a) Garantizar el acceso a las dependencias de la misma al tutor o tutora dual del centro formativo para realizar las visitas y llevar a cabo las actuaciones de revisión de la programación, valoración y supervisión del proceso formativo de la persona en formación.

b) Cumplir la programación de las actividades formativas acordadas con el centro de formación profesional.

c) Supervisar y facilitar el seguimiento individualizado y la valoración del progreso de la persona en formación que debe realizar el tutor o tutora de la empresa u organismo equiparado.

d) Cumplir con todos los requisitos que, en materia de prevención de riesgos laborales, le sean exigibles y proporcionar a la persona en formación, cuando el puesto formativo lo requiera, los equipos de protección correspondientes.

e) Cumplir y hacer cumplir las normas de seguridad e higiene en el trabajo que están vigentes en cada momento.

f) Informar a la representación legal de las personas trabajadoras sobre los acuerdos suscritos, indicando al menos, las personas que se van a incorporar a la empresa u organismo equiparado, el puesto o puestos en los que desarrollaran la formación y el contenido de la actividad formativa.

Como decía al principio de esta entrada, el lenguaje tiene su importancia a la hora de denominar realidades nuevas o cambiantes, pero son las políticas adecuadas con los recursos suficientes, y no solo la cacareada flexibilidad, las que nos facilitarán a los centros educativos, estudiantes, tutores, docentes y empresas, el cambio hacia el sentido pretendido por este nuevo sistema de FP. 


Foto de Pete Wright en Unsplash

LA CARENCIA DE EDUCACIÓN EN LAS AULAS

martes, 4 de febrero de 2025

 

EDUCACIÓN AULAS

 

En la formación profesional no es nada nuevo la importancia que tiene el término educar en la acepción que implica enseñar urbanidad y cortesía al alumnado. Se hacen muchas referencias a la actitud y a los conocimientos técnicos, indispensables sin duda, pero sin esa educación el futuro personal y laboral del alumnado puede correr riesgo. ¿Se han perdido los buenos modales? ¿Percibimos más faltas de respeto que antaño? ¿Somos más permisivos?

 

Las percepciones personales pueden ser un tanto engañosas. Evidentemente, los conflictos y encontronazos con los jóvenes estudiantes han sido una norma desde tiempo inmemorial. Solemos olvidar las animaladas vividas en las aulas como alumnos o la desesperación que algunos causábamos al profesorado de turno. Aún así, muchas de las destemplanzas que ahora afrontamos parecen no tener respuesta. Hay cierto temor a confrontarse con el estudiante; ya sea porque no queremos que se soliviante en exceso, por la crítica que podamos recibir o por una política de centro donde no se dota de autoridad suficiente al profesorado o se prefiere tener al estudiante complacido. O incluso porque se está quemado con la profesión y se forma un círculo vicioso.

 

La cercanía y el afecto personal no deben confundirse con los excesos que a menudo se consienten. Nuestra salud mental también nos arrastra a evitar enfrentamientos que nos suben la tensión y que te llevas a casa. La línea de los límites suele estar desdibujada y nos corresponde ir marcándola, mejor al unísono con el resto del profesorado, para prevenir o mejorar los comportamientos inadecuados. A menudo creemos que la mala educación viene de serie, y, tal vez, no caemos en la cuenta de que toda esa descortesía provenga de una ausencia de reproches. Aprender a manejar estos conflictos puede llevar años en el aula; incluso hay quien no sabe salir del autoritarismo y se vuelve odioso para su alumnado. La mano izquierda y la franqueza con los más descarados suelen ser buenas herramientas. Sin embargo, no hay fórmula mágica ni todos somos psicólogos. Y todo ello, si le añadimos el resto de responsabilidades docentes, resulta agotador.


Pese a que estamos en FP, censurar las inconveniencias del alumnado es una de las mejores tareas que podemos hacer como docentes. Hay quien argumentará que su mayoría de edad nos inhabilita para estos menesteres; pero al igual que el alumnado nos trata con mayor cercanía, tenemos la oportunidad de aprovechar esa proximidad para reprender al estudiante descarado o ignorante de sus malos modales. Más de uno no ha sido apenas corregido en su vida y entiende adecuado vociferar, desperezarse, insultar, no saludar o despedirse, recostarse, no disculparse ni agradecer, no prestar atención al interlocutor, renegar, interrumpir, no pedir permiso, etc. Hay quien dirá que eso es una tarea de la parentela, pero no podemos obviar ni el ritmo de vida actual, donde los padres y madres se ausentan más que nunca, ni las dificultades que muchas casas sufren por distintos motivos. Todo pasa por aliarse con las familias, cuando sea necesario y en la medida de lo posible, y advertir siempre que sea necesario al alumno. Aunque no le guste, por supuesto.

 

Podemos y debemos ser comprensivos en el aula, pero no hacemos ningún favor a aquellos estudiantes que, por inmadurez o ineducación, mantienen un comportamiento reprobable. Como docentes debemos aconsejarles, escucharles y armarnos de paciencia para que entiendan de la importancia de unos buenos modales, corrección, amabilidad o cortesía en sus relaciones personales y profesionales. Y sin medias tintas. Hagámoslo por ellos y por el bien de una sociedad donde la autenticidad es un concepto mal entendido. Sus futuros compañeros de trabajo, jefes o subalternos, también agradecerán convivir con personas serviciales y consideradas. La formación y la educación deben ir de la mano junto a nuestro afecto, comprensión y firmeza.

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