SI NO FUERA DOCENTE

sábado, 18 de enero de 2025

 


 

Ahora que llevo casi media vida trabajando, con mis hijos orientándose profesionalmente, me pregunto si volvería a decidirme por la docencia y por los mismos estudios universitarios que cursé en aquel entonces. Ha llovido demasiado desde aquellos años noventa del siglo pasado y, sin embargo, no encuentro tantas diferencias con aquel panorama: muchas dudas y pocas certezas junto a una falta de orientación profesional que, a menudo, se reducía al consejo familiar. 

 

Los títulos de Formación Profesional no se contemplaban al igual que ahora, pese a que esta opción sigue sin ser reconocida socialmente en su justa medida frente a un título universitario que supuestamente te ofrece un prestigio aunque no te garantice siempre un sueldo mucho mayor. En mi caso, supongo que como otros muchos estudiantes, me decidí por la entonces denominada licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales, ahora ADE, que solía ser el refugio de aquellos sin una clara vocación (creo que no ha cambiado tampoco mucho la situación al respecto...).

 

El nivel educativo y la ocupación de los progenitores continúa siendo una variable fundamental en la elección de determinados estudios. Según señala el informe "El perfil socioeconómico del estudiantado universitario en España", el perfil familiar sí influye en la elección de ámbitos de estudio universitarios, pero sólo en algunos de ellos y de forma desigual. Asimismo, el último informe ministerial sobre Datos y cifras del Sistema Universitario Español 2023-2024, muestra un incremento en el número de titulaciones universitarias y un incremento de casi 100 000 alumnos (+55,9%) en las universidades privadas; fundamentalmente en las áreas de Negocios, administración y derecho, Ciencias sociales, periodismo y documentación. Tenemos más titulaciones universitarias que antaño, un mayor número de universidades privadas y un menor número de graduados que coincide con las menores matriculaciones en la universidad de los últimos años. Sin embargo, la oferta y la demanda de estudios, según sea la rama de enseñanza es muy dispar (más de cinco alumnos por cada plaza en Ciencias de la Salud en una universidad pública presencial), pese a que se adivina una tendencia a la baja de las notas de corte en las universidades públicas. Complejo panorama.

 

Cuestión aparte es revisar la empleabilidad de cada título universitario. Ser pragmático de cara a tu vida profesional futura no es tarea fácil. Si ya entonces la popular generación JASP (ahora con medio siglo a sus espaldas) aspirábamos a salarios poco menos que mileuristas, actualmente las perspectivas no parecen mucho mejores con una generación donde la vivienda se come esa mayor tasa de empleo que disfrutamos hoy en día. Preguntarse dónde se cobra más, si es esa tu principal motivación, no es difícil de saber según las estudios que ofrecen las universidades; o si el empleo se ajusta al nivel o área de estudios (muy recomendable para ello la herramienta U-Ranking) deseada. A eso hay que añadirle la incertidumbre que aporta el desarrollo de tecnologías disruptivas tanto al mundo educativo como el profesional.


Con los años, la cada vez más larga carrera laboral suele comenzar mediatizada por un sinfín de casualidades; gracias al conocido de turno o según sea la coyuntura del mercado de trabajo del momento. Los caprichos del destino nos marcan y la falta de paciencia imperante no ayuda tampoco a mejorar el porvenir. Sin embargo, volviendo al meollo de este artículo: ¿los jóvenes, a pesar de la ingente información disponible, están ahora mejor orientados? Si nos fijamos en los resultados del marco de calidad Xcelence, desarrollado por la Fundación Berteslmann, en su último informe "El estado de la orientación académico-profesional" señala que el alumnado de secundaria y bachillerato recibe poca información sobre el mercado laboral y tendencias profesionales; la mayoría de los centros no contemplan como responsabilidad de los docentes la interpretación de fuentes de información sobre el mercado laboral; y existe una dificultad real para acceder a fuentes de información actualizadas y entendibles tanto para los docentes como para el alumnado.

 

Con total seguridad habremos avanzado en muchos ámbitos de la orientación académica y profesional, pero, indudablemente los jóvenes siguen teniendo muchas dificultades para tomar decisiones propias que no se basen fundamentalmente en las opiniones de la familia o en las tendencias del momento. Volviendo al título que da nombre a esta publicación, seguramente nunca hubiera sido docente si no me hubieran dado la oportunidad de dar clase en un momento dado y experimentar la enseñanza; a pesar de mi temprana mala experiencia dando clases durante el servicio militar obligatorio. Si no fuera docente, quién sabe dónde andaría enfrascado ahora. De momento, mi saldo es bien positivo: esta profesión me permite, además de subsistir, encontrar un sentido al largo tiempo de vida que pasamos en un puesto de trabajo. A pesar de todos los inconvenientes, conflictos diarios, o el agotamiento mental que supone trabajar con jóvenes y adolescentes, hay muchas singularidades de la docencia que compensan. Y no solo las anheladas vacaciones escolares.

 

Supongo que la mayoría de los jóvenes, al igual que los más talluditos, buscamos combinar la vocación con las posibilidades de un empleo bien remunerado. El idealismo, con los años, suele pasar a una fase de pragmatismo y necesidad de seguridad económica. Conocer, valorar e interpretar las opciones académicas y profesionales de la oferta educativa sigue siendo una tarea abrumadora; mediatizada además por las cortapisas del sistema educativo (matrículas, notas de corte, presión social...). En mi opinión, no dedicamos el tiempo suficiente a conocer de primera mano las posibilidades académicas y profesionales existentes. Hemos avanzado mucho promoviendo los estudios de Formación Profesional, el emprendimiento o las carreras STEM; y, sin embargo, son todavía demasiados los jóvenes que toman decisiones desconcertados, sin referencias y con la falta de certidumbres propia de la edad y de un futuro por explorar. Seguimos apresurándonos demasiado para una carrera donde importa menos el tiempo cronometrado que el destino alcanzado.

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