¿PROMOVEMOS EL ACCESO DESDE FP A LA UNIVERSIDAD?

miércoles, 19 de marzo de 2025

 

FP A UNIVERSIDAD

 

Facilitar el tránsito entre las distintas etapas educativas ha sido un acierto. Esta flexibilidad permite a los estudiantes avanzar en sus estudios o tomar nuevas vías que no había considerado por falta de madurez o una situación personal diferente. De hecho, ahora con el nuevo sistema de FP, los distintos grados que se ofertan posibilitan obtener distintos títulos: microacreditaciones (A), certificados de competencia (B), certificados profesionales (C), ciclos formativos (D) y cursos de especialización (E). Un sistema que se ha reinventando con el fin de facilitar el aprendizaje a lo largo de la cada vez más larga y cambiante vida laboral de las personas. Cuestión aparte es fomentar la necesidad o la conveniencia de que los estudiantes de FP, una vez titulados como técnicos superiores, accedan a un grado universitario. ¿Es este el objetivo final de la formación profesional?

 

Una de las razones del éxito de la FP ha venido de la mano de la demanda creciente de perfiles técnicos en nuestro mercado laboral frente a los titulados universitarios. La población sobrecualificada en España alcanza casi un tercio de la la población ocupada. Además, nuestro país arrastra ciertas peculiaridades si nos comparamos con el resto de países de la Unión Europea, tal y como señala el monográfico realizado desde Orkestra - Instituto Vasco de Competitividad y CaixaBank Dualiza:

 

  • Los grados universitarios suponen el 38,3% de los estudiantes matriculado; un porcentaje casi tres puntos superior al de la UE-27 (35,6%) y es uno de los más altos de la UE. En España estas enseñanzas tienen un carácter netamente académico. 
  • Las enseñanzas de Grado Medio tienen un peso en España del 23,9%, de los más bajos de Europa, a nueve puntos de la UE-27 (32,9%). 
  • Los ciclos formativos de Grado Superior tienen un un peso del 16,7%. Dicho peso supera al de los países de la UE-27 que cuentan con dicho nivel (4,5%), en más de 12 puntos. De hecho, España se posiciona como el país de la UE con mayor peso de este nivel educativo. 

 

De este modo, tal y como sugiere este informe, es necesario un refuerzo (inversión y promoción) de los ciclos formativos de grado medio, apostar por la titulaciones de FP de carácter STEM e impulsar esa formación dual que el nuevo sistema exige para fomentar la inserción laboral. Se observa que las tasas de empleo de las enseñanzas de FP en España tienen un amplio margen de mejora respecto de la mayoría de los países europeos. 

 

¿Y por qué nos empeñamos en promover o subrayar el acceso de los titulados de la FP de Grado Superior a la universidad? Sin hacer ningún análisis exhaustivo, podemos señalar distintos motivos: la necesidad de la universidades en captar alumnado en un contexto demográfico desfavorable (a pesar de que la preferencia por cursar estudios universitarios se ha incrementado 10 puntos porcentuales entre la población joven, pasando del 22% en 2008 al 32% en 2022); la falta de prestigio de las enseñanzas vocacionales (FP) frente a los estudios universitarios; y unas altas tasas de empleo juvenil, junto a la carestía en el acceso a la vivienda que frena la independencia del hogar familiar (solo el 14,8% de la juventud española vive fuera del hogar) y empuja a seguir estudiando; y la consideración de la FP como una pasarela para evitar un bachillerato, una EBAU y unas notas de acceso al alza. 


En mi opinión, estamos haciendo un flaco favor tanto al nuevos sistema de FP que queremos impulsar como a un sistema económico que precisa de titulados con una formación técnica vocacional. Realizamos una enorme inversión para formar estudiantes que luego se decantan por otro tipo de estudios; mientras, las empresas que se esfuerzan en formarlos, no encuentran luego candidatos entre estos titulados de grado superior que prefieren continuar en la universidad. Evidentemente, la promesa de sueldos mejores y la facilidad de acceso en la creciente oferta universitaria pública y privada, son buenos reclamos para los jóvenes estudiantes y sus familias que deciden invertir en educación en busca de cierta diferenciación. Entiendo que la idea de atraer a los estudiantes hacia la FP no debiera tener como principal argumento la promesa de unos futuros estudios universitarios. Quizás, nos faltan ejemplos de trabajadores por cuenta ajena o autónomos con una carrera profesional exitosa en su oficio.


La reorganización de la oferta de titulaciones de FP, para evitar duplicidades frente a la universidad, así como una promoción de ciertos oficios, va a ser clave para no convertirnos en centros expedidores de títulos y certificados como un mero trámite para tener una ocupación distinta. Sin duda, todos tenemos el derecho a enfocar o rectificar el rumbo de nuestro recorrido académico y profesional. Aunque la libertad de decisión suele venir mediatizada por la riqueza personal.  Es indispensable revalorizar, tanto desde las empresas (sueldo y condiciones laborales) como desde las familias, a los titulados de FP. Evitaremos la desbandada. 


Foto de ksama en Unsplash

EL RIESGO A UNA BURBUJA EDUCATIVA EN FP

lunes, 10 de marzo de 2025


BURBUJA EDUCATIVA EN FP

 

He comenzado a leerme el libro "Educación universal", escrito por Juan Manuel Moreno y Lucas Gortazar, y de momento me está sirviendo para conocer datos y desmontar creencias personales sobre la situación actual del sistema educativo y de ciertas cuestiones que lo rodean. Próximamente espero escribir una reseña más completa al respecto. Los autores, en este ensayo, nos ofrecen referencias con las que podemos llegar a la conclusión que la universalización de la educación, alcanzando a la mayor parte de la población de los países occidentales o de los llamados países ricos del Norte, puede ser una de las causas de esa supuesta bajada de nivel que aflora en los debates educativos. Sin embargo, como ellos sostienen, la bajada no es tal, sino más bien es una cuestión de cálculo: estamos midiendo un mayor número de estudiantes que avanzan por el sistema y que bajan el promedio; frente a una media anterior donde se contaba únicamente, para medir el nivel, con aquellos que promocionaban de etapa. 

 

En cualquier caso, y teniendo en cuenta esta interesante tesis, no podemos negar que el lucrativo negocio educativo ha introducido muchas malas prácticas en aras a obtener nuevas matrículas o no perder aulas en los centros educativos. Solemos llamar la atención al alumnado en cuanto a esa cultura del esfuerzo necesaria, o una meritocracia mal entendida cuando no se tiene en cuanta el origen y las circunstancias personales de cada estudiante. Gracias al sistema de becas y a una auténtica inclusión educativa se puede, en cierta medida, resolver este tipo de desigualdades. No obstante, a veces no se predica con el ejemplo y se infla esa burbuja de aprobados con tal de no irritar al mal llamado cliente. La lógica que hemos creado nos lleva a poner por delante a la facturación o a la condescendencia frente al aprendizaje y competencias de nuestros alumnos. 

 

No podemos mirar el actual sistema educativo con los mismo ojos que aquellos que cursamos otro tipo de bachillerato, FP o estudios universitarios. Aún así, poner el acento en obtener el mayor número de títulos posibles, frente a una capacitación real, puede acabar detrayendo valor a cualquier certificación o titulación. Todos conocemos las artimañas que tanto jóvenes o adultos realizan para superar cursos online o presentar trabajos con escaso o nulo trabajo detrás con el fin de cumplir con la papeleta. La burbuja educativa, que fomenta la obtención de títulos a peso, engorda los currículums pero nos hace dudar de cualquiera que los acredita. No existe la herramienta que mida el interés real del estudiante durante su aprendizaje, y además, las calificaciones no son consultadas por los empleadores ni son siempre garantía de nada. 

 

Quizás debamos dar una vuelta a estas ansias por titularse a cualquier precio y comenzar a resaltar lo que realmente van a aprender nuestros estudiantes a lo largo de cada curso. Justificar la posesión de titulaciones como una mera criba para ser contratado, no parece el mejor de los criterios si luego queremos estudiantes preparados y amantes de su profesión. Certificar las competencias de aquellos que no pudieron estudiar en su momento es una loable iniciativa; otro cantar es ofrecer acreditaciones regaladas o con un mínimo de exigencia. En la formación profesional, al igual que en otro tipo de estudios superiores, comienzan a proliferar una oferta académica donde se corre el peligro de seguir haciendo crecer esa burbuja educativa donde el valor de lo estudiado no se corresponde a la labor desempeñada. Tal vez las empresas acaben fijándose en otras cualidades antes que en un currículo con diplomas de todo tipo. Incluso, si queremos llevar a cabo una evaluación formativa congruente, deberíamos poner el acento en un auténtico aprendizaje y no en una serie de números enteros con tendencia inflacionista.

 

Morir de éxito es una de las tantas posibilidades que tiene esta FP que nos ocupa. El récord de matriculaciones que cada año se supera no nos debe dejar de contemplar la necesidad de seguir reforzando las etapas educativas donde está el alumnado que supone mayores retos: grados básicos y medios de FP. Dejar que las personas transiten más fácilmente por el sistema, me parece una buena idea. Cuestión aparte es permitir promocionar y ajustar las programaciones y la consiguiente evaluación sin límite alguno. En caso contrario, estaremos haciendo un flaco favor a todos esos estudiantes que tienen la percepción de que se les acabará recompensando por cualquier cosa. A la vez que todo ello supone un agravio comparativo con aquellos que realmente se empeñan y preocupan por su aprendizaje. 

 

Acertaremos en nuestra oferta educativa si apostamos por una exigencia que vaya de la mano de una flexibilidad bien entendida. Apostar por una formación con obligaciones low cost no se lo recomiendo a los alumnos, ni a sus familias ni a aquellos que planifican una oferta académica online o presencial. Ni pagar una matrícula debe conllevar una inflación calificadora ni el temor al enfado por un resultado no alcanzado debe suponer una autocensura en la evaluación de los aprendizajes alcanzados. No hagamos crecer la burbuja. A la larga nos lo agradecerá el estudiante. 

 

Foto de José Fulgencio Orenes Martínez en Unsplash

CÓMO IMPLICAR AL PROFESORADO EN LOS PROYECTOS INTERMODULARES

martes, 4 de marzo de 2025

 

PROYECTO INTERMODULAR FP

 

Retos, proyectos, trabajo colaborativo y en equipo, digitalización, creatividad, innovación, intermodularidad, metodologías, emprendimiento, evaluación, sostenibilidad... y así podríamos seguir con una larga ristra de términos que vienen a complicarnos la exigente tarea docente que llevamos a cabo en las aulas. La nueva ley de FP y las normativas que la desarrollan nos plantean desafíos y alternativas para que nuestro alumnado sea más competente. Todos buscamos esa mejora de los aprendizajes y que la enseñanza se acomode a los tiempos que corren. Sin embargo, implicar al profesorado en el diseño, planificación, desarrollo y evaluación de los retos no es tarea fácil. ¿Cómo lo hacemos? ¿Estamos convencidos al respecto?

 

Tenemos argumentos de sobra para seguir con nuestra dinámica habitual de clases, donde, por mucho que se critique a la innovación educativa de cada momento, lo habitual es explicar, hacer tareas o prácticas, corregir y poner exámenes. Nada nuevo, ni nada que objetar. Ahora bien, el nuevo sistema de FP nos exige un replanteamiento de la metodologías; lo podemos tomar como una imposición o como una oportunidad. Visto el trabajo que exige, solemos tomarlo como una responsabilidad más que tenemos y no como un desafío para hacer algo distinto que también nos motive a nosotros. Quizás, el enfoque de los proyectos no debiera ir solo dirigido a la motivación del estudiante. Probablemente, lo digo por experiencia, es más fácil enredar a los alumnos cuando nosotros también estamos ilusionados con los retos que planteamos. La motivación del docente es la eterna olvidada. Al igual que un mayor reconocimiento de su trabajo, tanto por parte de otros colegas como por los responsables educativos.

 

Sin duda, es necesaria una cultura de trabajo en equipo y de coordinación docente para introducir este tipo de metodologías donde colaboran docentes de distintos módulos de un mismo ciclo formativo. El liderazgo del equipo directivo y la promoción de este tipo de enseñanza, junto a otras opciones metodológicas, es también fundamental para favorecer su implementación. Predicar con el ejemplo suele funcionar, pero es además útil ofrecer recursos materiales y organizativos para aquellos que se embarcan en un proyecto retador que conlleva una carga de trabajo adicional. Sin olvidar ciertas dosis de generosidad, modestia y prudencia con los compañeros. Así como conocer experiencias contrastadas de otros centros y leer más al respecto.

 

Ahora, con el nuevo módulo del proyecto intermodular, debiéramos aprovechar la chance para potenciar este tipo de trabajo en equipo donde se incluyan diferentes resultados de aprendizaje y donde la creatividad nos lleve a diseñar aquellos proyectos colaborativos que nos ilusionen tanto al equipo docente como a los estudiantes. Y no es sencillo, desde luego. Son necesarios muchos momentos de reflexión, conversación y consenso para diseñar esos retos que, quizás, lleguen a ser memorables para alguno de nuestros estudiantes. Es imprescindible también una mínima formación docente al respecto. Conocer las herramientas y el sentido de una evaluación formativa, cómo podemos enseñar mejor o qué recursos son adecuados, es fundamental para no caer en las ocurrencias o fracasar por un exceso de faena o falta de convencimiento personal. 

 

Aprovechemos pues este nuevo módulo para implementar este tipo de trabajo que, tanto a nivel de centro educativo, como para adquirir otras competencias adecuadas a un entorno profesional real, es una coyuntura que no debemos desaprovechar. Pero comencemos a dar buenos motivos al profesorado de FP. La ocasión lo merece.  

 

Foto de yassine rahaoui en Unsplash

¿CABE EL AMOR EN LA FP?

domingo, 2 de marzo de 2025

 

AMOR Y FP

 

Hay ocasiones que se produce algo cercano a la cuadratura del círculo. Incluso cuando menos te lo esperas. Los que gustamos de leer artículos o ensayos pedagógicos (no se puede ser perfecto) arrastramos a menudo una visión idealizada de la educación. Se nos puede tachar de ilusos, románticos o idealistas. Sin embargo, me considero una persona fundamentalmente pragmática. ¿Y qué tiene que ver el amor y la FP con todo esto? ¿Cabe el amor en la escuela? Algo chirría.

 

Daniel Pennac, en "Mal de escuela" lo expresó muy bien:

Una palabra que no puedes ni siquiera pronunciar en una escuela, un instituto, una facultad o cualquier lugar semejante. 

–¿A saber? 

–No, de verdad, no puedo… 

–¡Vamos, dilo! 

–Te digo que no puedo. Si sueltas esta palabra hablando de instrucción, te linchan, seguro. 

–… 

–… 

–… 

–El amor.

 

O en ese otro precioso libro de Paulo Freire, "Cartas a quien pretende enseñar", donde afirma:

Pero es preciso sumar otra cualidad a la humildad con que la maestra actúa y se relaciona con sus alumnos, y esta cualidad es la amorosidad sin la cual su trabajo pierde el significado. Y amorosidad no sólo para los alumnos sino para el propio proceso de enseñar.


En tiempos donde enfrentamos el conocimiento frente a las emociones; donde el resultadismo es el antónimo perfecto de la sensibilidad; donde los grises no forman parte de la gama de colores escolares; parece haber caído en desuso la búsqueda de la memorabilidad en las experiencias de aprendizaje (como muy bien señala Fernando Trujillo a lo largo de su extensa bibliografía respecto a los activos de aprendizaje). Y el amor es, sin duda alguna, algo que perdura y trasciende cuando se experimenta en la escuela. No es necesario quitar un gramo de esas competencias que harán de nuestros alumnos unas personas preparadas para enfrentarse a un mundo laboral. Justo todo lo contrario. Si logramos embarcar al alumnado en proyectos que supongan un reto personal, donde el docente inspire y comparta sus conocimientos, tendremos más probabilidad de que todos aprendan. A pesar de no ver los resultados a simple vista, de los desencuentros o la falta de motivación con la que reñimos, vale la pena buscar el sentido a lo que hacemos.

 

El amor, el cariño, el afecto, la sensibilidad o la ternura, son los mejores activos en un panorama actual donde los valores morales parecen mutar a la ley del más fuerte como un signo de rebeldía al sistema. Libertad malentendida, abuso de los derechos y una escala de valores que vacila (en todos los sentidos). Sí, los tiempos están cambiando. Ojalá en el sentido que cantaba Bob Dylan en su famosa canción (muy recomendable la recién estrenada película sobre su vida):

Come writers and critics
Who prophesize with your pen
And keep your eyes wide
The chance won’t come again
And don’t speak too soon
For the wheel’s still in spin
And there’s no tellin’ who that it’s namin’
For the loser now will be later to win
For the times they are a-changin’
Venid escritores y críticos
Que profetizáis con vuestra pluma
Y mantened los ojos bien abiertos
La ocasión no se repetirá
Y no habléis demasiado pronto
Pues la ruleta todavía está girando
Y no ha nombrado quién será el elegido
Porque el perdedor ahora será el ganador más tarde
Porque los tiempos están cambiando

 

Estas líneas vienen a colación de la reflexión personal y pública que hizo de forma maravillosa una alumna en el pasado Congreso de FP de la Comunitat Valenciana; donde concluyó que la palabra que mejor representaba el proyecto de voluntariado sobre la Dana que hemos llevado a cabo en el aula, es el AMOR.

UNA ENTREVISTA PERSONAL SOBRE LA FP

jueves, 27 de febrero de 2025

Aunque tengo cierto reparo al autobombo, y todavía más cuando el medio es el vídeo, donde no me muevo con demasiada soltura (creo que ya no llego a youtuber), paso a recomendaros esta charla que tuve recientemente con Fernando Soler, profesor de Formación Profesional en la Comunidad Valenciana. En mi caso, escribir en este blog me ha resultado siempre el mejor espacio para trasladar mis reflexiones personales o, simplemente, compartir recursos que me parecen de interés para otros docentes de esta etapa educativa. Fernando, por su parte, y con gran habilidad comunicativa, utiliza su canal de YouTube (Teacher MrSoler) donde principalmente comenta cuestiones normativas sobre la FP o la educación en general. 

 

Como no podía ser de otra manera, Fernando, colega de profesión, tiene sus propias opiniones al respecto de la educación y la formación profesional; en algunas coincidimos y en otras no tanto. Sin embargo, como a la mayoría de docentes, nos unen las ganas de enseñar y hacer un buen trabajo junto a nuestro alumnado. Aquello de "la intención también cuenta" es perfectamente válido para el mundo educativo; el propósito con el que actuamos en el aula, tanto a la hora de tratar a los estudiantes, evaluarles o el afecto que nos mueve, es esencial en nuestra labor educativa. Luego, por supuesto, hay que tener una preparación didáctica y unos conocimientos técnicos que son las columnas de esta profesión. Sin desdeñar la complejidad que supone la docencia o las particularidades normativas que ahora nos preocupan. Además, la ideología y la política nos han acostumbrado en los últimos tiempos a buscar los desacuerdos en lugar de aspirar a esa educación universal que nos hace crecer como sociedad. Pero eso ya es otra historia.

 

En este vídeo, salen a relucir ciertos temas que también trato en mi libro publicado recientemente, y que de alguna manera nos preocupan tanto por los cambios que conlleva la implantación del nuevo sistema de formación profesional, como por las incertidumbres o dudas que arrastramos a la hora de enseñar. Mi visión sobre el alumnado es tremendamente positiva, a pesar de los conocidos pesares, y en nuestras manos siempre queda un margen de actuación con el que podemos influir y mejorar la vida personal y profesional de nuestros jóvenes alumnos. Sobre todo ello, y alguna que otra cuestión más, hablamos durante casi una hora en este vídeo. Espero os guste y podáis aguantar hasta el último minuto, ya que no me prodigo mucho por esos lares... Gracias de nuevo a Fernando Soler por su tiempo. 

 

 



EDTECH, FP Y MUCHO POR SEMBRAR

martes, 25 de febrero de 2025

 

edtech fp

 

La tecnología educativa o esas TIC, cuyo término parece caer en desuso gracias al anglicismo de turno, están últimamente muy en entredicho. Quizás, bajo mi punto de vista, en los discursos pro o contra la tecnología educativa, metemos erróneamente en el mismo saco a todas las etapas educativas; así como buscamos confirmar nuestras inclinaciones con datos o experiencias particulares. ¿Dónde está el equilibrio o la perfecta adecuación del uso de la tecnología en la educación? ¿En la formación profesional tenemos una realidad diferente respecto a la digitalización?

 

En el último EdTech Congress de Barcelona, hemos contado con discursos distintos en cuanto al modo de incluir la tecnología y la creciente digitalización en el mundo educativo. A pesar de ser un encuentro donde la parte comercial tiene un lugar importante, no ha faltado crítica entre los entusiastas de la tecnologización. Evidentemente, el crecimiento vertiginoso del mercado edtech, impulsa la adopción de nuevas tecnologías a las aulas tanto en el sector público como privado, ya sea a través del interés que provocan las empresas ofertantes como por las necesidades que se estimulan a los centros educativos, administraciones y sus directivos. Nadie quiere quedarse atrás. 

 

Pese a que han pasado más de cuarenta años desde los primeros ordenadores en las escuelas, o de ese internet a pedales de los años 90 del siglo pasado; seguimos con el método prueba y error a la hora de introducir la tecnología en el aula. Tengo la sensación de dar bandazos permanentemente. Miro de reojo con añoranza aquellos proyectos que, como Fernando Trujillo mencionaba en su presentación durante este congreso, nos llevaban a pensar en una educación donde los docentes compartíamos libremente recursos y experiencias sobre el uso de las TIC en el aula (EducaconTIC, Evaluacción...) y que ahora han pasado a mejor vida. La ilusión de entonces, algo más de andar por casa, se manifestaba con muchas horas trasteando, diseñando y compartiendo actividades que creíamos útiles para enganchar a un alumnado no demasiado interesado en la dinámica escolar. Ya no nos queda ni Twitter.


Ahora, tanto los solucionistas como los tecnófobos encuentran algún estudio que ratifique sus tesis. Como mencionaba María del Mar Sánchez, hay investigaciones con resultados dudosos que necesitan ser contrastadas. Leo con atención la lectura que recomienda ( "Sentado en el andén" de Francisco Martínez Sánchez), y, pese a los años transcurridos desde su redacción, parece que seguimos esperando tomar ese tren que nos lleve a un sitio donde podamos enseñar mejor con la ayuda de la tecnología y contando con la didáctica que la investigación educativa nos ofrece. La idea, entiendo y comparto, es no seguir haciendo lo mismo con cada avance tecnológico que adoptamos. Como comentaba Laura Morera, el feedback inmediato, la práctica deliberada, la repetición espaciada o el cribaje de problemas de aprendizaje, deben ser contemplados en el aprendizaje. Con y sin tecnología. El papel y la pantalla no debieran estar reñidos.

 

Pensamiento crítico, ética, inclusión, creatividad... todos estos términos, mencionados hasta la saciedad, caen en saco roto cuando solo se contemplan como parte de una guía o plantilla de cualquier presentación vendible. ¿Y eso cómo se come? Seguimos, a mi parecer, lejos de saber introducir la tecnología de un modo que nos facilite el trabajo y, al mismo tiempo, suponga un mayor aprendizaje del alumnado. Indudablemente, hemos incorporado muchas herramientas al aula que ayudan a gestionar el trabajo del estudiante, la publicación de materiales o mantener una comunicación efectiva. ¿Aprenden ahora más? ¿Lo hemos medido? ¿O tienen peor nivel como algunos proclaman? Probablemente, no tenemos tiempo en los centros educativos para tanta cuestión trascendente. La vorágine diaria lleva tiempo robándonos momentos para leer, conversar y aprender sobre todas estas cuestiones.

 

Neil Selwyn, con una postura crítica hacia las tecnologías digitales, insiste en las deficiencias de una tecnología que no mejora el aprendizaje de todos, que supone más trabajo para el docente, que no es equitativa, que incrementa la estandarización, que provoca discriminación, es contaminante y nos lleva a una pedagogía del control. Menudo panorama. Selwyn aboga por una crítica constructiva de la EdTech. Ahora más que nunca, con la introducción formal o informal de la inteligencia artificial en las escuelas, es necesario replantearse todos estos puntos críticos contando con los valores que deseamos trasladar como educadores. Y no es solo cuestión de prohibir. 


Si nos centramos en la formación profesional, no cabe duda de que las tecnologías digitales son un aspecto vital de los futuros profesionales que estamos formando. Un profesional con talento, como así aseguraba Jorge Arévalo, debe crecer en siete parcelas: humana, cultural, científica, tecnológico digital, profesional, transversal y ecológica sostenible. Al igual que ocurre con el nuevo sistema de FP, que está ahora iniciándose, deberíamos transformar y sustituir nuestras prácticas docentes con ayuda de la tecnología educativa; tanto para dotar de las competencias digitales técnicas necesarias en cada sector, como para que nuestros alumnos aprendan y sepan hacer lo que les demandará su trabajo futuro. Y para ello hace falta una estrategia, un horizonte a largo plazo, y menos ocurrencias sin un estudio previo y trabajo en equipo.

 

En mi opinión, como así comentamos en una mesa redonda sobre la FP, con Santiago García, Laura Ríos, Miriam Salvador y Jorge Arévalo, es fundamental contar con la tecnología para facilitar la prospección de empresas que participan en la formación dual del alumnado, mejorar la evaluación y, además, tener en cuenta esas competencias pedagógicas que, el popular (que no prestigioso) Marco de Referencia de la Competencia Digital Docente, nos marca como fundamentales. Una lástima el poco recorrido y la titulitis en la que ha desembocado este marco. Dotar de la tecnología adecuada a las aulas y formar al profesorado a nivel técnico y didáctico es una tarea fundamental que requiere algo más que los parches o las modas del momento.

 

En definitiva, bien sabemos que la tecnología no va a solucionar el clima que hay en el aula o las características psicosociales que nos encontramos en el día a día. Que no hay mejor recurso que una menor ratio. Aún así, estamos obligados a educar a los alumnos en el uso de una tecnología que se ha hecho omnipresente y que solo puede ser limitada físicamente en edades tempranas. Tenemos el deber de formarnos en cómo funciona esa IA que ahora todo lo ocupa y articular estrategias donde haya momentos de desconexión y aprendizaje analógico junto a aquellas herramientas digitales que nos pueden facilitar ciertos tipos de tareas; es necesario contar con los riesgos de una IA en crecimiento que, a su vez, puede deteriorar nuestras habilidades cognitivas. 

 

Más allá de los habituales problemas de plagio por parte del alumnado, a la mayoría nos gustaría tener a estudiantes interesados por aprender, curiosos por conocer. Todos deseamos un alumno o alumna donde los valores del respeto, la tolerancia o la cortesía sean lo habitual en su comportamiento. Los robots o la IA dudo que puedan hacer mucho al respecto. Somos los docentes los que podemos dejar alguna que otra simiente para que, luego, con la ayuda de esas nuevas tecnologías, sean ellos lo que se conecten con otras personas y realidades distintas, desarrollen nuevos conocimientos, creen y compartan contenidos valiosos y distingan aquello que vale la pena. Nos va a costar separar el trigo de la cizaña. 


Foto de Phil Hearing en Unsplash

EDUCAR PARA UNA NUEVA ÉPOCA

jueves, 13 de febrero de 2025

 

educar para una nueva época

 

La diversidad de opiniones puede ser una fuente de riqueza si contamos con personas con conocimientos y experiencia. Sin embargo, aún en estos casos, acostumbramos a caer en las manos de la ocurrencia o en esos dichosos brainstormings que supuestamente nos dirigen hacia la creatividad. Confiamos en exceso en nuestro sexto sentido o de ese ingenio del que creemos estar dotados. Los de verbo fácil llevan la iniciativa y los más observadores se aburren en un silencio voluntario por modestia, cansancio o falta de impulso ajeno. Y el reloj digital sigue corriendo.

 

Cuando te encuentras con un experto real en una materia concreta, te maravillas, no solo por su elocuencia, sino por la visión y sabiduría que transmite. En el mundo educativo, el ruido mediático, las percepciones personales, los intereses comerciales, la ideología, los likes o las paridas enlatadas en stories, cuentan mucho más que la otras razones basadas en el conocimiento. Pisar el aula nos puede dotar de argumentos, pero no siempre la experiencia nos hace competentes del todo. Desafortunadamente, la exigencia de las clases nos impide una formación pedagógica más completa o un conocimiento más preciso de las normas que regulan nuestra profesión. El tren hace tiempo que se marchó de la parada pero andamos oteando el horizonte en lugar de pedir un cabify y continuar el viaje hasta donde nos lleve la razón.

 

A menudo despotricamos de las leyes que afectan a la educación, ya sea con un nuevo sistema de formación profesional, o con un decreto que regula tardíamente la organización de los centros, entre otras cosas. No obstante, por distintos motivos, no siempre somos lo diligentes que debiéramos ser a la hora de estar (in)formados o aprovechar los recursos que tenemos. El pasado nos paraliza el futuro. El ser humano, además de buscar lógicamente su comodidad, tiene querencia hacia ese pasado donde la existencia era presuntamente admirable. No sé. Observo que damos demasiadas vueltas a lo mismo, buscamos culpables, o nos enredamos en lo no importante. Incluso optamos por el mejor no meneallo de Don Quijote, no sea que empeoremos o alguien se moleste. La coartada donde todo lo anterior era mejor dejará de servir cuando no haya un ayer diferente. 


Ahora que suspiramos por la inteligencia artificial, donde hay tantas opiniones como posibilidades tecnológicas, lo trascendente debiera seguir siendo qué y cómo debemos enseñar mejor a nuestros alumnos para que sean buenas personas y profesionales relevantes. La IA, queramos o no, se impondrá (esperemos que con una regulación exquisita); solo nos queda protestar y exigir a nuestros gobernantes que, si no pueden poner puertas al campo, al menos que defiendan los derechos de la fauna que lo habita. Puede que lleguen los nanobots antes de que nos dejen jubilarnos; así podremos pensar millones de veces más rápido de lo que ahora lo hacemos. ¿Qué enseñaremos en el aula? ¿Aprender a convivir, socializar, moralizar...? ¿Una escuela para crear lazos y relaciones tangibles en un mundo que se ha vuelto virtual? Tal vez la clave, ahora que se impone el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, sea dejar una marca de tolerancia y solidaridad en los que nos suceden; sin imposiciones ni esa suficiencia que marca y rebota a muchos jóvenes desencantados con un sistema que está defectuoso según su entender. Dicen que la felicidad propia se encuentra en los otros.


Es hora de exigir la expulsión de lo anodino de las aulas. Exigir esfuerzos, en un clima que destila agotamiento, es todavía más extenuante. Aún así, el ánimo, el conocimiento y la curiosidad, debieran ir de la mano de algún modo para hacer frente a la sinrazón, al lucro egoísta, y servir de contrapeso a los que despotrican del sistema sin mojarse. La culpa siempre la tienen los demás. Será difícil navegar y no caer al agua, en esa corriente que nos arrastra, sin el coraje, la generosidad y el conocimiento que merece un cambio de época que viene anunciándose desde hace lustros. Y ya está aquí. 

 

Foto de Quino Al en Unsplash

EN FP NO HAY PRÁCTICAS, ES FORMACIÓN EN EMPRESA

jueves, 6 de febrero de 2025

 

formación en empresa FP

 

El uso adecuado del lenguaje tiene su importancia. Al igual que debiéramos cuidar la utilización de contenidos sexistas (pese a la mala fama adquirida), sería conveniente adoptar aquellos términos que, con la nueva FP se adecúan más a lo que la normativa pretende. Es el caso de las mal llamadas "prácticas". Quizás sea una herencia de aquella, nada lejana, formación profesional donde el objetivo del período de prácticas era principalmente colaborar con la empresa con las competencias adquiridas en el centro educativo. Ahora debiéramos hablar solo de la formación en empresa.

 

Sin embargo, la mentalidad poco ha cambiado. Aún se entiende en gran medida la figura del alumno, no como un aprendiz, sino como una figura que viene a colaborar con su trabajo. Algo falla si seguimos entendiendo que el objetivo fundamental de este período es practicar aquellos conocimientos y destrezas adquiridos en la escuela. Pero la mentalidad no se transforma fácilmente. El pragmatismo nos seduce más que una nueva norma que incordia o parece poco realista en un mundo del trabajo donde, hasta hace bien poco, se entendían las becas o las prácticas solo como un favor al centro de formación y al alumnado. El tiempo todo lo puede. Al igual que nos parece un engorro tener que dar de alta a la Seguridad Social a un estudiante o al empleado del hogar que algún día querrá acceder a una jubilación digna, las empresas entenderán los beneficios de una colaboración más estrecha. 


La llamada Formación en Centros de Trabajo (FCT) a extinguir en la inmensa mayoría de los ciclos formativos (todavía quedan, inexplicablemente, ciclos LOGSE) se ha transformado en la actual "formación en empresas" que tanto en los grados C (Certificados Profesionales) como en los grados D (ciclos formativos) debe contemplarse como una fase obligatoria a realizar en una empresa u organismo equiparado. Y que, tal y como señala la nueva Ley Orgánica de Formación Profesional en su artículo 55.6, destaca su carácter formativo y no laboral:


Las administraciones competentes en el desarrollo de ofertas de formación profesional adoptarán las medidas necesarias para garantizar el carácter formativo de las actividades desarrolladas durante el o los periodos de formación en la empresa, y evitar su utilización inadecuada como actividad productiva y de carácter laboral, sin perjuicio de las competencias de la administración laboral en el ámbito de la inspección de trabajo.

 

La realidad es muy tozuda, y pese a la buena intención de la norma, donde se especifican las finalidades de esta fase formativa, las dificultades para encontrar una empresa colaboradora son actualmente un problema en muchas titulaciones o regiones del país. Más aún cuando las empresas no desean incorporar alumnos menores de edad o durante períodos cortos de formación. En teoría, según marca esta ley en su artículo 56, esta fase formativa conlleva unos objetivos ambiciosos:


La fase de formación en empresa u organismo equiparado tendrá las finalidades siguientes:

a) Participar en la adquisición de competencias profesionales propias de cada oferta formativa.

b) Conocer la realidad del entorno laboral del sector productivo o de servicios de referencia, que permita la adopción de decisiones sobre futuros itinerarios formativos y profesionales, prestando especial atención a las oportunidades de empleo y emprendimiento existentes o emergentes en los entornos rurales y las zonas en declive demográfico.

c) Participar en el desarrollo de una identidad profesional emprendedora y motivadora para el aprendizaje a lo largo de la vida y la adaptación a los cambios en los sectores productivos o de servicios.

d) Adquirir habilidades permanentes vinculadas a la profesión que requieren situaciones reales de trabajo.

e) Facilitar una experiencia de inserción y relacional en una plantilla real de personas trabajadoras respetando la normativa de prevención de riesgos laborales.

 

Seguramente muchos nos conformaríamos con cumplir solo alguno de los puntos. Aún así, entendiendo que estamos en un período inicial de implantación de un nuevo Sistema de Formación Profesional, creo que debemos ser conscientes de que estamos en una fase preliminar que, con el tiempo, normalizará este tipo de formación en la empresa como un win-win donde ganan tanto las empresas como los estudiantes. A pesar del sobreesfuerzo de las empresas que acogen alumnos, fundamentalmente en el caso de alumnado de primer curso, debiéramos insistir y vender las bondades de un período que además de permitir alcanzar ciertos resultados de aprendizaje y favorecer la madurez del alumno, facilitará la retención y crecimiento de un talento que comienza a escasear y que las empresas precisan para ser competitivas. 

 

Evidentemente, como para cualquier aplicación legislativa, se requieren medios e incentivos para su puesta en marcha. No es sensato dedicarnos solo a cumplimentar planes de formación individuales y tablas que no se corresponden a la realidad. Las empresas requieren incentivos al igual que los centros educativos necesitan recursos humanos para prospectar convenientemente de la mano de una formación y una normativa que nos facilite trasladar a las empresas este modelo. De nuevo, el sálvese quien pueda se está convirtiendo en el procedimiento más habitual en los centros de FP de las distintas comunidades autónomas que, además, interpretan las normas a su conveniencia o parecer (no siempre ajustado a derecho).

 

Efectivamente, la autonomía de los centros es un objetivo del nuevo Sistema de Formación Profesional, pero ello no debiera suponer que todos los centros públicos o sostenidos con fondos públicos no dispongan de los mismos recursos e información para gestionar este período de formación en empresa u organismo equiparado. Me refiero tanto a los recursos humanos antes mencionados como a los medios para comunicar adecuadamente el sentido de un nuevo sistema que viene a transformar sustancialmente la FP que hemos dado forma en los últimos veinte años. 

 

Si nos atenemos a lo que marca el RD 659/2023, de ordenación del Sistema de Formación Profesional, el compromiso que se solicita a las empresas colaboradoras no es una cosa menor. Según su artículo 153.2: 


La empresa u organismo equiparado se compromete a:

a) Garantizar el acceso a las dependencias de la misma al tutor o tutora dual del centro formativo para realizar las visitas y llevar a cabo las actuaciones de revisión de la programación, valoración y supervisión del proceso formativo de la persona en formación.

b) Cumplir la programación de las actividades formativas acordadas con el centro de formación profesional.

c) Supervisar y facilitar el seguimiento individualizado y la valoración del progreso de la persona en formación que debe realizar el tutor o tutora de la empresa u organismo equiparado.

d) Cumplir con todos los requisitos que, en materia de prevención de riesgos laborales, le sean exigibles y proporcionar a la persona en formación, cuando el puesto formativo lo requiera, los equipos de protección correspondientes.

e) Cumplir y hacer cumplir las normas de seguridad e higiene en el trabajo que están vigentes en cada momento.

f) Informar a la representación legal de las personas trabajadoras sobre los acuerdos suscritos, indicando al menos, las personas que se van a incorporar a la empresa u organismo equiparado, el puesto o puestos en los que desarrollaran la formación y el contenido de la actividad formativa.

Como decía al principio de esta entrada, el lenguaje tiene su importancia a la hora de denominar realidades nuevas o cambiantes, pero son las políticas adecuadas con los recursos suficientes, y no solo la cacareada flexibilidad, las que nos facilitarán a los centros educativos, estudiantes, tutores, docentes y empresas, el cambio hacia el sentido pretendido por este nuevo sistema de FP. 


Foto de Pete Wright en Unsplash

LA CARENCIA DE EDUCACIÓN EN LAS AULAS

martes, 4 de febrero de 2025

 

EDUCACIÓN AULAS

 

En la formación profesional no es nada nuevo la importancia que tiene el término educar en la acepción que implica enseñar urbanidad y cortesía al alumnado. Se hacen muchas referencias a la actitud y a los conocimientos técnicos, indispensables sin duda, pero sin esa educación el futuro personal y laboral del alumnado puede correr riesgo. ¿Se han perdido los buenos modales? ¿Percibimos más faltas de respeto que antaño? ¿Somos más permisivos?

 

Las percepciones personales pueden ser un tanto engañosas. Evidentemente, los conflictos y encontronazos con los jóvenes estudiantes han sido una norma desde tiempo inmemorial. Solemos olvidar las animaladas vividas en las aulas como alumnos o la desesperación que algunos causábamos al profesorado de turno. Aún así, muchas de las destemplanzas que ahora afrontamos parecen no tener respuesta. Hay cierto temor a confrontarse con el estudiante; ya sea porque no queremos que se soliviante en exceso, por la crítica que podamos recibir o por una política de centro donde no se dota de autoridad suficiente al profesorado o se prefiere tener al estudiante complacido. O incluso porque se está quemado con la profesión y se forma un círculo vicioso.

 

La cercanía y el afecto personal no deben confundirse con los excesos que a menudo se consienten. Nuestra salud mental también nos arrastra a evitar enfrentamientos que nos suben la tensión y que te llevas a casa. La línea de los límites suele estar desdibujada y nos corresponde ir marcándola, mejor al unísono con el resto del profesorado, para prevenir o mejorar los comportamientos inadecuados. A menudo creemos que la mala educación viene de serie, y, tal vez, no caemos en la cuenta de que toda esa descortesía provenga de una ausencia de reproches. Aprender a manejar estos conflictos puede llevar años en el aula; incluso hay quien no sabe salir del autoritarismo y se vuelve odioso para su alumnado. La mano izquierda y la franqueza con los más descarados suelen ser buenas herramientas. Sin embargo, no hay fórmula mágica ni todos somos psicólogos. Y todo ello, si le añadimos el resto de responsabilidades docentes, resulta agotador.


Pese a que estamos en FP, censurar las inconveniencias del alumnado es una de las mejores tareas que podemos hacer como docentes. Hay quien argumentará que su mayoría de edad nos inhabilita para estos menesteres; pero al igual que el alumnado nos trata con mayor cercanía, tenemos la oportunidad de aprovechar esa proximidad para reprender al estudiante descarado o ignorante de sus malos modales. Más de uno no ha sido apenas corregido en su vida y entiende adecuado vociferar, desperezarse, insultar, no saludar o despedirse, recostarse, no disculparse ni agradecer, no prestar atención al interlocutor, renegar, interrumpir, no pedir permiso, etc. Hay quien dirá que eso es una tarea de la parentela, pero no podemos obviar ni el ritmo de vida actual, donde los padres y madres se ausentan más que nunca, ni las dificultades que muchas casas sufren por distintos motivos. Todo pasa por aliarse con las familias, cuando sea necesario y en la medida de lo posible, y advertir siempre que sea necesario al alumno. Aunque no le guste, por supuesto.

 

Podemos y debemos ser comprensivos en el aula, pero no hacemos ningún favor a aquellos estudiantes que, por inmadurez o ineducación, mantienen un comportamiento reprobable. Como docentes debemos aconsejarles, escucharles y armarnos de paciencia para que entiendan de la importancia de unos buenos modales, corrección, amabilidad o cortesía en sus relaciones personales y profesionales. Y sin medias tintas. Hagámoslo por ellos y por el bien de una sociedad donde la autenticidad es un concepto mal entendido. Sus futuros compañeros de trabajo, jefes o subalternos, también agradecerán convivir con personas serviciales y consideradas. La formación y la educación deben ir de la mano junto a nuestro afecto, comprensión y firmeza.

LA DIMENSIÓN MORAL DE LA FP

martes, 28 de enero de 2025

 


 

En los tiempos que corren, ya no sabes si es mejor cerrar la boca para evitar ofendidos y conflictos destemplados o si conviene defender lo que consideras oportuno asumiendo la amplitud del verbo educar que nos ocupa. Hay quien olvida lo que significa educar; incluso hay quien reniega de una de las acepciones que incluye la RAE en su definición: Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.

 

La moralidad tiene pocos followers hoy en día. Ya ni te digo si hablamos de influencers que se presten a darnos esa ejemplaridad moral que todos requerimos durante nuestra escolarización y a lo largo de la vida. La libertad malentendida nos puede llevar a cerrar la boca cuando debiéramos, más que nunca, explayarnos para desarrollar esa facultad moral que nos permite convivir en sociedad, ya sea en un entorno laboral o en cualquier lugar público. Aunque, como bien sabemos, la moralidad es hoy muy líquida: lo que hoy es válido moralmente, mañana quizás no lo sea. Y en muchos campos parecemos estar desandando el camino. 

 

Tal vez, la ética es la respuesta a estos malos augurios donde la falta de empatía, la xenofobia, el racismo, la aporofobia (fundamental leer y escuchar a Adela Cortina), el edadismo, la homofobia o el machismo, entre otras muchas discriminaciones, hacen mella en una sociedad a quien culpar de los problemas o las imperfecciones del sistema. Entiendo que la mayoría de los educadores, maestros o profesores, estamos de acuerdo en la importancia que tiene mantener un buen clima social donde el respeto, que también pedimos como habitantes del aula, se traslade a cualquier otro segmento de la población. 

 

Ya sé que en la Formación Profesional se nos conoce por las enseñanzas técnicas que suministramos a los futuros técnicos y técnicas del país; sin embargo, y sin peligro de politizar las aulas, nos debemos también a ese ámbito donde la paz no es solo el recortable de una paloma. Cualquier profesional debiera tener como primera habilidad esa tolerancia al diferente; más aún en un planeta cada vez más diverso pero menos cercano; donde las redes desunen y buscamos solo soluciones personales mientras nos arrimamos a la tribu que nos acoge o nos ponemos el disfraz de ermitaño.

 

Esta líneas vienen a colación del reciente 80 aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz Birkenau; donde las escasas voces de supervivientes que tenemos nos alertan de lo que conlleva el odio al diferente. Desde hace mucho me han conmovido las historias de las personas que lograron sobrevivir en una situación que, a pesar de parecernos de una maldad impensable e irrepetible, es posible que retorne con nuestra aquiescencia u omisión. Ensayos, novelas, cómics, cine, cuentas en redes sociales o recursos digitales de calidad al respecto están a nuestro alcance como educadores. El Holocausto, así como otras muchas tragedias que hoy se sufren en el mundo (Palestina, Ucrania, Haití, Yemén, Somalia, Sudán...), no debieran ser obviadas en las aulas o pasadas de refilón. 

 

Aunque signifique una discusión o un debate agrio, una de nuestras obligaciones es ofrecer un conocimiento que lleve a la reflexión personal y a la necesidad de esa ética universal que algunos quieren ver extinguir. Comprender la crudeza de la guerra, las migraciones forzosas u otras muchas injusticias que suelen sufrir los mismos de siempre, es el mejor resultado de aprendizaje que pueden adquirir nuestros jóvenes estudiantes. 

 

Foto de Robert Noreiko en Unsplash

CONSEJOS PARA LA GESTIÓN PROFESIONAL DEL E-MAIL

miércoles, 22 de enero de 2025

 


 

A nivel profesional el buzón de entrada del correo electrónico requiere una gestión óptima. Por mucha inteligencia artificial generativa que dispongamos al final es la voluntad de querer hacer bien las cosas lo que marca la diferencia. La IA facilita la respuesta a los correos, sugiriendo respuestas o resumiendo un correo recibido o buscando información en correos anteriores (Google ofrece estas opciones en Gmail con los planes de pago). Sin embargo, profesionalmente, en cuanto te diriges a un posible proveedor o cliente, es fácil encontrar correos sin respuesta ante una solicitud de información o una dejadez en la contestación requerida. 

 

Me parece importante, de cara al futuro laboral de nuestros estudiantes de FP, que consideren la conveniencia tanto de responder correctamente a un e-mail como hacerlo en el momento oportuno. En un artículo anterior enumeraba en una infografía algunos consejos sobre cómo enviar un correo electrónico a un profesor o alumno. Ahora, me interesa también que los estudiantes tengan en cuenta que este tipo de comunicaciones pueden ser muy relevantes para la imagen de una empresa y, en consecuencia, para ganar o mantener clientes. Personalmente, desestimo aquellas empresas que no se dignan a dar una respuesta o que lo hacen pasados varios días. 


Nosotros, como docentes, cada vez hacemos más uso del correo como una herramienta de comunicación con el resto del claustro o con las familias. La implantación de plataformas educativas o LMS (Learning Management System) ha reducido el número de comunicaciones directas a través del e-mail. Aunque, si los estudios son presenciales, también conviene educar en el no abuso de las correspondencia electrónica cuando sea posible el trato personal directo. Afortunadamente, la gestión del buzón de entrada es más sencilla y podemos enviar avisos personales o generales a través de estas plataformas (Moodle, Classroom, Teams, etc.). Sin embargo, a nivel profesional nuestro alumnado precisa tener en cuenta tanto la netiqueta en la redacción de correos electrónicos como la gestión eficiente y eficaz a la que antes me refería. 

 

Es fácil cometer errores con la gestión de correos electrónicos, más aún cuando el spam es una práctica habitual que todos sufrimos. Perder algún mensaje u olvidar dar respuesta a alguno recibido no quita que ofrezcamos disculpas o tratemos de solventar el malentendido. La IA seguro que nos ofrece fórmulas para responder cortésmente, pero no está de más personalizar y dar un carácter propio a las comunicaciones. Un exceso de asepsia digital puede ser contraproducente. En los tiempos que corren, la correspondencia suele ceñirse a unas pocas líneas donde nos piden ir al grano; a pesar de que se agradecen los mensajes personales redactados con atención y afecto, sin importar la extensión. ¡Qué tesoro recibir hoy día una carta por correo postal!

 

Espero resulte útil la siguiente infografía al respecto:

 

CONSEJOS EMAIL PROFESIONAL

 

SI NO FUERA DOCENTE

sábado, 18 de enero de 2025

 


 

Ahora que llevo casi media vida trabajando, con mis hijos orientándose profesionalmente, me pregunto si volvería a decidirme por la docencia y por los mismos estudios universitarios que cursé en aquel entonces. Ha llovido demasiado desde aquellos años noventa del siglo pasado y, sin embargo, no encuentro tantas diferencias con aquel panorama: muchas dudas y pocas certezas junto a una falta de orientación profesional que, a menudo, se reducía al consejo familiar. 

 

Los títulos de Formación Profesional no se contemplaban al igual que ahora, pese a que esta opción sigue sin ser reconocida socialmente en su justa medida frente a un título universitario que supuestamente te ofrece un prestigio aunque no te garantice siempre un sueldo mucho mayor. En mi caso, supongo que como otros muchos estudiantes, me decidí por la entonces denominada licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales, ahora ADE, que solía ser el refugio de aquellos sin una clara vocación (creo que no ha cambiado tampoco mucho la situación al respecto...).

 

El nivel educativo y la ocupación de los progenitores continúa siendo una variable fundamental en la elección de determinados estudios. Según señala el informe "El perfil socioeconómico del estudiantado universitario en España", el perfil familiar sí influye en la elección de ámbitos de estudio universitarios, pero sólo en algunos de ellos y de forma desigual. Asimismo, el último informe ministerial sobre Datos y cifras del Sistema Universitario Español 2023-2024, muestra un incremento en el número de titulaciones universitarias y un incremento de casi 100 000 alumnos (+55,9%) en las universidades privadas; fundamentalmente en las áreas de Negocios, administración y derecho, Ciencias sociales, periodismo y documentación. Tenemos más titulaciones universitarias que antaño, un mayor número de universidades privadas y un menor número de graduados que coincide con las menores matriculaciones en la universidad de los últimos años. Sin embargo, la oferta y la demanda de estudios, según sea la rama de enseñanza es muy dispar (más de cinco alumnos por cada plaza en Ciencias de la Salud en una universidad pública presencial), pese a que se adivina una tendencia a la baja de las notas de corte en las universidades públicas. Complejo panorama.

 

Cuestión aparte es revisar la empleabilidad de cada título universitario. Ser pragmático de cara a tu vida profesional futura no es tarea fácil. Si ya entonces la popular generación JASP (ahora con medio siglo a sus espaldas) aspirábamos a salarios poco menos que mileuristas, actualmente las perspectivas no parecen mucho mejores con una generación donde la vivienda se come esa mayor tasa de empleo que disfrutamos hoy en día. Preguntarse dónde se cobra más, si es esa tu principal motivación, no es difícil de saber según las estudios que ofrecen las universidades; o si el empleo se ajusta al nivel o área de estudios (muy recomendable para ello la herramienta U-Ranking) deseada. A eso hay que añadirle la incertidumbre que aporta el desarrollo de tecnologías disruptivas tanto al mundo educativo como el profesional.


Con los años, la cada vez más larga carrera laboral suele comenzar mediatizada por un sinfín de casualidades; gracias al conocido de turno o según sea la coyuntura del mercado de trabajo del momento. Los caprichos del destino nos marcan y la falta de paciencia imperante no ayuda tampoco a mejorar el porvenir. Sin embargo, volviendo al meollo de este artículo: ¿los jóvenes, a pesar de la ingente información disponible, están ahora mejor orientados? Si nos fijamos en los resultados del marco de calidad Xcelence, desarrollado por la Fundación Berteslmann, en su último informe "El estado de la orientación académico-profesional" señala que el alumnado de secundaria y bachillerato recibe poca información sobre el mercado laboral y tendencias profesionales; la mayoría de los centros no contemplan como responsabilidad de los docentes la interpretación de fuentes de información sobre el mercado laboral; y existe una dificultad real para acceder a fuentes de información actualizadas y entendibles tanto para los docentes como para el alumnado.

 

Con total seguridad habremos avanzado en muchos ámbitos de la orientación académica y profesional, pero, indudablemente los jóvenes siguen teniendo muchas dificultades para tomar decisiones propias que no se basen fundamentalmente en las opiniones de la familia o en las tendencias del momento. Volviendo al título que da nombre a esta publicación, seguramente nunca hubiera sido docente si no me hubieran dado la oportunidad de dar clase en un momento dado y experimentar la enseñanza; a pesar de mi temprana mala experiencia dando clases durante el servicio militar obligatorio. Si no fuera docente, quién sabe dónde andaría enfrascado ahora. De momento, mi saldo es bien positivo: esta profesión me permite, además de subsistir, encontrar un sentido al largo tiempo de vida que pasamos en un puesto de trabajo. A pesar de todos los inconvenientes, conflictos diarios, o el agotamiento mental que supone trabajar con jóvenes y adolescentes, hay muchas singularidades de la docencia que compensan. Y no solo las anheladas vacaciones escolares.

 

Supongo que la mayoría de los jóvenes, al igual que los más talluditos, buscamos combinar la vocación con las posibilidades de un empleo bien remunerado. El idealismo, con los años, suele pasar a una fase de pragmatismo y necesidad de seguridad económica. Conocer, valorar e interpretar las opciones académicas y profesionales de la oferta educativa sigue siendo una tarea abrumadora; mediatizada además por las cortapisas del sistema educativo (matrículas, notas de corte, presión social...). En mi opinión, no dedicamos el tiempo suficiente a conocer de primera mano las posibilidades académicas y profesionales existentes. Hemos avanzado mucho promoviendo los estudios de Formación Profesional, el emprendimiento o las carreras STEM; y, sin embargo, son todavía demasiados los jóvenes que toman decisiones desconcertados, sin referencias y con la falta de certidumbres propia de la edad y de un futuro por explorar. Seguimos apresurándonos demasiado para una carrera donde importa menos el tiempo cronometrado que el destino alcanzado.

EL (SIN)SENTIDO DE LAS COMPETENCIAS DIGITALES DOCENTES

lunes, 13 de enero de 2025

 

COMPETENCIAS DIGITALES DOCENTES

 

Ser competente digitalmente puede tener distintos significados según a quién preguntemos o según quién sea el sujeto al que deseamos medir. Sin embargo, podríamos coincidir en la definición propuesta hace casi veinte años por el Parlamento Europeo y el Consejo (2006)

 La competencia digital entraña el uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información (TSI) para el trabajo, el ocio y la comunicación. Se sustenta en las competencias básicas en materia de TIC: el uso de ordenadores para obtener, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información, y comunicarse y participar en redes de colaboración a través de Internet.

En aquellos momento no teníamos a la Inteligencia Artificial mareando, pero ya estaba clara la importancia de la digitalización tanto para el mundo del trabajo como a nivel personal y social. Aunque en 2018 se planteó una nueva definición más compleja:

La competencia digital implica el uso seguro, crítico y responsable de las tecnologías digitales para el aprendizaje, en el trabajo y para la participación en la sociedad, así como la interacción con estas. Incluye la alfabetización en información y datos, la comunicación y la colaboración, la alfabetización mediática, la creación de contenidos digitales (incluida la programación), la seguridad (incluido el bienestar digital y las competencias relacionadas con la ciberseguridad), asuntos relacionados con la propiedad intelectual, la resolución de problemas y el pensamiento crítico.

Aquí ya aparecía el manido "pensamiento crítico" y esa seguridad que ahora tanto nos preocupa en las sociedades democráticas tanto por razones políticas, sociales como económicas. Asimismo, con la puesta en marcha del Marco Europeo de Competencia Digital para la Ciudadanía (DigComp) que publica una primera versión en 2013, arranca una carrera cualificadora que dispone de un último marco publicado en 2022. Todo un trabajo que ha tenido como objetivo principal ayudar a los ciudadanos a involucrarse con confianza, capacidad crítica y seguridad con las tecnologías digitales, ya sean nuevas o emergentes. 

 

El DigComp nos ha ayudado a resaltar la importancia que tiene esa competencia, sea como ciudadanos, trabajadores, docentes o estudiantes. En estos momentos, la crítica (siempre necesaria) hacia las tecnologías digitales parece se extiende en forma de prohibiciones y a través de un conflicto que ya no es solo intergeneracional sino que parece solo cosa de tecnófobos y tecnófilos. Sin duda, parecemos haber perdido el oremus y las competencias digitales han pasado a ser un nuevo requisito que certifica un dudoso nivel que va desde un A1 a un C2 según quien sea la entidad certificadora. Todo sea por no perder unos fondos públicos que no siempre se emplean con juicio.

 

Resumiendo, y perdonad la extensa introducción, el popular DigComp nos ha permitido poner nombre a las necesidades que como profesionales y ciudadanos tenemos a nivel digital. Sin embargo, a nivel educativo, seguimos empeñados en aprender a manejar la última herramienta digital del momento en lugar de adaptar nuestra enseñanza en colaboración con la tecnología. Nos ofuscamos con los fuegos de artificio que la digitalización ofrece o nos contentamos con ese nuevo título que pretende medir con un simple test lo competente que soy.  ¿Dónde queda la mejora de mi docencia?, ¿o el deseo por aprender y adquirir conocimientos valiosos?

 

Como ocurre con todo aquello que la normativa exige, y que es visto como un requisito o impulso profesional, acabamos aburridos y desengañados de un sistema de certificaciones para la galería que nos ocupan demasiado tiempo. No sé si las certificaciones de la competencia digital docente terminarán siendo una oportunidad perdida, pero no resulta probable que hayamos escarmentado con esas fiebres certificadoras que no nos hacen mejores docentes cuando solo buscamos el dichoso título de turno. Al igual que con los estudiantes, si no ofrecemos motivos para el aprendizaje y esa formación continua, o si no alimentamos la curiosidad de los futuros digitalmente autentificados, la tarea certificadora se convierte en un fiasco. 

 

No perdamos el juicio en estos asuntos y centremos de nuevo la capacitación de los profesionales en aquellos aspectos que ofrecen un valor añadido a su sector laboral o a su desarrollo personal. Dejemos de hacernos trampas al solitario y apostemos por una digitalización enfocada en los intereses de cada sector, de cada etapa educativa o de cada entorno. La solución no pasa por prohibir dispositivos cuando no sabemos cómo aprovecharlos para el aprendizaje y la adquisición de unas competencias que pueden marcar el futuro laboral de las personas. Orientemos nuestra formación y la enseñanza hacia ese maremágnum de conocimiento y oportunidades que nos ofrece la tecnología; con destino a una digitalización que requiere mucha lectura e interés previos. 


Foto de Colby Winfield en Unsplash

INFLACIÓN EDUCATIVA Y PROFESIONAL

miércoles, 8 de enero de 2025

 


 Nos hemos acostumbrado a que nos suban el precio del pan, del recibo del gas o de ese desayuno que no perdonamos en la cafetería de turno. No protestamos tampoco cuando los precios de un apartamento vacacional roza los mil euros semanales o si las entradas de un concierto para 2026 superan los cientos de euros. Pero la inflación no solo la sufrimos los consumidores transigentes. La inflación educativa hace tiempo que campa a sus anchas en un mundo educativo acostumbrado a inflar calificaciones y a no querer enfrentarse ante unos mal vistos suspensos consecuencia de múltiples factores.  


Pero vayamos a los números. En el caso de los estudiantes de bachillerato, según los datos analizados en el artículo editado por Funcas "Desafíos y oportunidades para el futuro de la educación superior", el porcentaje de estudiantes con notable o sobresaliente pasó del 50 por 100 en 2015, al 59,2 por cien en 2018, hasta el 69,9 en 2022. Y no solo es un caso español; en este mismo estudio se señala que tanto en las universidades del Reino Unido como en EEUU hay un aumento en las calificaciones que no refleja una mejor preparación de los estudiantes ni a un aumento en el nivel educativo de los padres de los universitarios, sino que es una mera inflación de las notas. Tampoco se queda atrás el gran aumento en las tasas de graduación en las universidades. 

 

No todo son noticias preocupantes al respecto. España ha logrado una notable reducción en la tasa de abandono educativo temprano (jóvenes que no completan la ESO), pasando del 30,9% en 2002 al 13,2% en los tres primeros trimestres de 2024. A pesar de que está lejos del 9% que tiene la UE como objetivo para 2030.  Como se explica en el documental "EXIT, abandono escolar", entre los factores principales del abandono se identifican circunstancias familiares complicadas, dificultades económicas y la percepción de falta de utilidad en la educación. Varones y jóvenes de origen inmigrante presentan mayores tasas de abandono escolar y somos los segundos con las cifras más altas de abandono temprano de la UE tras Rumanía (16,6%). Y somos líderes en repetición de curso en la primera etapa de la educación secundaria (7,8%). ¿Será todo ello un problema de desigualdad creciente? Evidentemente, un acceso gratuito a una buena educación y orientación personal paliaría parte de estos problemas.

 

Volviendo a las líneas iniciales de este artículo, las percepciones (a veces engañosas) nos señalan que todo vale con tal de obtener un certificado o titulación. La mayoría conocemos demasiados casos donde el suspenso no cabe, no sea que el cliente o su parentela se enoje. Incluso parece un derecho el llegar a un sobresaliente. Todo ello a pesar del contrasentido de unas calificaciones que sirven de vía de acceso a otras etapas educativas pero que tienen escasa influencia en el acceso al mercado laboral. ¿Qué empresa revisa los boletines de notas en un proceso de selección? En la FP superior estas calificaciones tienen escasa relevancia en el itinerario profesional (no en el acceso a la universidad) de los estudiantes y aún así seguimos perdiendo el tiempo con el cálculo de décimas. La Formación Profesional es una etapa ideal para fomentar la importancia de las competencias técnicas y personales por encima de las debidas notas. La obsesión calificadora es difícil de atemperar cuando se arrastra desde la educación primaria.


Tal vez la solución pase por dar la relevancia debida a estas calificaciones en los procesos de reclutamiento; dejar de acumular títulos solo para complacer a los empleadores y centrarse en el aprendizaje como la meta principal del sistema educativo. Hay escalas para todo. Las rebajas y los sistemas exprés en educación nunca han sido buenas consejeras. La obsesión calificadora y la titulitis galopante no parecen redundar en una mayor cualificación de las personas. Nos hemos habituado a formarnos y pagar si es preciso (y posible) por ese papel que evidencia requisitos inaplazables en lugar de crecer en aquello que nos mejora realmente.


Foto de Drew Dizzy Graham en Unsplash

DESEOS PARA UN NUEVO AÑO Y UNA NUEVA FP

sábado, 4 de enero de 2025

 

deseos para un nuevo año y una nueva fp

 

Continuando con los deseos para un nuevo año, y esperando haber colaborado en alguna medida a la compra de regalos en los negocios de las localidades afectadas por la DANA (NO nos olvidemos de ellos, podemos seguir contribuyendo a su recuperación), es ahora tiempo de buenos propósitos. También en la FP, este agitado curso, nos lleva a centrar nuestros ruegos en poco más que cubrir las plazas de formación en empresas para nuestro alumnado de primer curso, a la vez que cumplimos con la próximamente extinta FCT. 

 

Siendo realistas, el sálvese quien pueda parece que será la tónica general en muchos centros educativos. Ya andamos buscando solventar ese nuevo módulo que dualiza toda la FP y que incorpora una formación práctica y real en una empresa con la que alcanzar teóricamente unos Resultados de Aprendizaje (RA) a determinar de una serie de módulos también a determinar; y que en la práctica se está planteando como buenamente se puede según cada titulación, la zona geográfica, y las intenciones y realidad que se respira en cada empresa, organismo equiparado o centro educativo. Sin duda, las prisas no han sido unas buenas acompañantes. La falta de comunicación e incentivos para las empresas u organizaciones colaboradoras son un aspecto a mejorar para impulsar el acercamiento de la FP al mundo del trabajo. Ese sería otro de mis primeros deseos. 

 

También aspiro a que este 2025 nos permita contemplar la evaluación de un modo diferente, y no de nuevo como unas simples líneas de un apartado que ayuda a cumplimentar las a menudo poco socorridas programaciones. El papel y la auxiliadora inteligencia artificial hacen maravillas, pero lo ideal es plantearse una verdadera evaluación formativa. Ojalá. Estoy convencido de que podemos avanzar significativamente el aprendizaje desde este ámbito.

 

Luego vendrían esos nuevos proyectos intermodulares que, parece ser, cada departamento o centro educativo está planteando de muy distinta forma. Aquellos ya acostumbrados a trabajar por retos o proyectos, tienen ahora un modo de recurrir a ese nuevo módulo desde el que se calificará (y evaluará conjuntamente) el trabajo y aprendizajes llevados a cabo. Sin embargo, es preciso incorporar cambios organizativos, así como una formación al respecto, para una implementación más eficaz de este propósito intermodular. Esa cacareada flexibilidad que nos ofrece la nueva FP debiera poder materializarse e implementarse con medios adecuados y desde unas líneas de trabajo bien definidas para evitar el habitual maremagnum y las sucesivas reinterpretaciones de la normativa.

 

Algo similar puede estar pasando con los nuevos módulos de sostenibilidad y digitalización. Podemos convertirlos en las marías de turno, o aprovechar su implantación para ser trabajadas de un modo transversal y con una aplicación real al entorno productivo de cada ciclo formativo. Aquí también las propuestas son diversas, pese a que la carga lectiva no da para lo que exige el currículo básico. No estaría nada mal que se crearan y compartieran materiales específicos para las distintas familias profesionales; y no andar, como es habitual, buscándose la vida para aterrizar un módulo que puede ser más o menos interesante según lo planteemos en el aula.

 

Pese a que la jubilación a muchos nos esperará a los sesenta y siete años, solo pido no perder la motivación para continuar a pie de aula; ni sufrir más pérdidas de poder adquisitivo, ya sea por la inflación o por el incremento de tareas burocráticas que nada o poco aportan a la enseñanza. Tengo claro que los estudiantes van cambiando con los años, no son ni mejores ni peores, pero son siempre un desafío que, según nos lo planteemos te amargan o te inspiran. Mi demanda pasa por mantener esos motivos originales que permiten que nuestra docencia trascienda de algún modo. Espero no necesitar ningún coach ni gurú para ello. Aunque nunca vienen mal los consejos de Alfonso Alcántara:

 

Te sientas como te sientas y pienses lo que pienses, haz lo que debes, cumple con tus tareas y sigue tus planes. Y para conseguirlo tenemos que organizar bien nuestra empresa y nuestra vida profesional para propiciar la iniciativa para mejorar las cosas frente a la pasividad que supone esperar que mejoren.

Todo lo anterior puede condensarse en una petición de tiempo: tiempo para actualizarme técnicamente, tiempo para una formación didáctica de calidad, y tiempo para programar y cumplir esas programaciones con el sentido que la nueva FP nos propone. Un tiempo para dedicarlo a mis alumnos de un modo más personalizado, sin urgencias, para enseñar adecuadamente. Creo que debemos decir basta a esas malditas prisas donde solo importa titularse o certificarse, pasando el aprendizaje a un segundo plano. Dar importancia al conocimiento y alimentar la curiosidad debiera ser una prioridad sobre el resto de asuntos educativos. Aunque, como con casi todo, se comienza con la autoexigencia. En este caso, como nuevo propósito (quitando el repelente gimnasio), toca dejar de perder tiempo en esas redes sociales en las que, por afición y/o profesión, nos enredamos en exceso. 

 

Por último, deseo que mi nuevo libro, "Aprender en la nueva FP", publicado el pasado año, pueda ayudar en alguna medida a otros profesores y profesoras de Formación Profesional. Ojalá resulte de interés. En cualquier caso: mis mejores deseos para todos vosotros en este nuevo año.


Foto de Priscilla Du Preez 🇨🇦 en Unsplash
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