¿CUÁNTO VALE UN DOCENTE?

domingo, 13 de octubre de 2024

¿cuánto vale un docente?
 

Hemos naturalizado recibir una factura de un persianero o del electricista y abonar fácilmente setenta euros por una faena de treinta minutos, además del desplazamiento pertinente y los materiales que pueda necesitar. Sin duda, la ley de la oferta y la demanda tiene algo que ver ante la escasez de profesionales dedicados a la fontanería, carpintería, electricidad, calefacción, pintura, albañilería, pintura, etc. Y, sin embargo, estos oficios, al igual que las titulaciones de otras familias profesionales, no tienen la demanda suficiente (ver datos del Observatorio de la Formación Profesional). 

Con el oficio docente todavía no pasa lo mismo, aunque ya existen ciertas ciclos formativos y módulos con dificultades para encontrar el profesorado titulado que exige la normativa. Aún así, para ciertas especialidades técnicas, los requisitos son cada vez más laxos para abrir las oportunidades y evitar las vacantes sin cubrir; así como sigue sin exigirse ningún tipo de experiencia profesional en oficios donde el componente manual o artesanal es imprescindible. Parece que todo vale con tal de conseguir el profesorado necesario para comenzar el curso. 

 

Otro problema, que motiva la redacción de este artículo, hace referencia a la paupérrima estimación de la hora de trabajo de un docente. Todavía se sigue calculando la hora de trabajo en función únicamente de la hora en la que se imparte esa formación; sin tener en cuenta la preparación que requiere de antemano o el trabajo que se precise después de la sesión formativa, ponencia o taller de turno. He llegado a leer ofertas en formación presencial por doce euros la hora o un euro por cada estudiante en la formación online. El exceso de docentes y la aceptación de estas condiciones, junto a una miserable consideración de la profesión, conjugan el cóctel perfecto para ofertar una enseñanza de pena. El profesorado de ciclos formativos en centros educativos de FP (sobre todo en la enseñanza privada o concertada) nos quejamos a menudo de unas condiciones muy mejorables en comparación con los trabajadores de la pública; aún así no caemos en la precariedad de aquellos que se dedican a la FP para el empleo o de aquellos que dependen de los presupuestos de los proyectos del momento. Y hace años que todo sigue igual, gracias o pese al boom de los fondos europeos.

 

Ofrecer una buena enseñanza, unos recursos de calidad, una atención personalizada y una evaluación formativa apropiada, exige mucho tiempo de dedicación, experiencia y profesionalidad; además de la formación superior continua del docente. Si nos dirigimos hacia un sistema emisor de títulos como churros, donde todo vale, seguiremos ahondando en el desprestigio del docente junto a unas condiciones indignas. El pluriempleo, la temporalidad o regalar títulos es una mala inversión a largo plazo. Quizás ya estamos viendo los primeros frutos no deseados de estos fondos. A pesar de que muchos docentes cumplen más de la cuenta y se embarcan en responsabilidades con un coste elevado.

 

Hacemos un flaco favor a esos estudiantes que se conforman con el certificado de turno en lugar de animarles a demandar un docente exigente y realizado con su trabajo. Obtener un título no debe estar reñido con aprender, ni pagar una formación debe asegurar ese mismo título. En mi opinión, el modelo educativo, no importa si es online o presencial, debe dirigirse hacia una enseñanza realmente personalizada (y no a destajo) donde la evaluación se demuestre con el trabajo llevado a cabo durante la formación y el aprendizaje demostrado. Y todo ello requiere un tiempo del profesorado que debe ser remunerado justamente. Colocar una persiana no puede ser más caro que mejorar las competencias de futuros profesionales. 


Foto de Mateusz Butkiewicz en Unsplash

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