En estas fechas aún quedan lejos los cambios que se avecinan con el nuevo sistema de FP que arrancará sin prórroga alguna el próximo mes de septiembre. El ambiente que se respira, más que de inquietud, parece de narcolepsia, y esperando que venga lo que sea esté por llegar. ¿Para qué sufrir de antemano? No sé si estamos ante la calma antes de la tormenta o será la tormenta que viene la que precederá a una anhelada calma.
Entiendo que es imposible haber hecho los deberes en cuanto a las nuevas programaciones, los cambios en las cargas horarias, la introducción de nuevos módulos y, sobre todo, coordinar internamente cada ciclo formativo con el sentido que la nueva FP pretende dar a las titulaciones. En teoría, deberíamos centrarnos en actualizar competencias y seleccionar resultados de aprendizaje; y de paso, colaborar con las empresas en ese proceso de dualización desapacible que nos espera. ¿Quién lo tiene todo resuelto? Me temo que no quedará otra que transitar al menos estos dos próximos cursos entre inseguridades y errores. Esperemos que la administración sea algo más ágil y visionaria de lo que hasta ahora ha demostrado. No sé si será mucho pedir.
Algunos habrán hecho parte de sus deberes antes del verano; tal vez como una obligación y trámite pero con escaso convencimiento sobre los cambios que vienen. Como es habitual, la falta de comunicación también entorpece el sentido de unos cambios que en algún momento teníamos que asumir. No ya por salir de la dichosa zona de confort, sino para que la Formación Profesional avance en una mercado laboral competitivo y en una oferta educativa donde se están comenzando a quebrar los antiguos paradigmas por distintas razones: oferta privada creciente, titulaciones universitarias de todo tipo, proliferación de másteres, variedad de certificaciones, nuevos perfiles de alumnos, etc.
Otros tantos, quizás, están todavía hojeando manuales o recomponiendo materiales ante la que parece va a caer. Sabedores todos de que el tren ya nos ha pillado y que, aunque dejemos la sombrilla en casa, el mes de septiembre vendrá seguro con borrasca independientemente del cambio climático. Lo que es seguro es la necesidad de afrontar todos estos cambios y trastornos con la mayor entereza posible y pensando siempre en continuar dando la mejor formación a nuestro alumnado. Es preciso, pese a la falta habitual de recursos, no caer en transformaciones cosméticas que nada aportan y solo buscan contentar a una mayoría. Seguramente, es ahora el momento, pese a que no lleguemos a todo, de replantear programaciones y métodos, aunque sea imposible alcanzar todo el temario o actualizar los contenidos y competencias. A todo no llegamos. Y la IA no tiene la respuesta en esta ocasión.
Al menos, el tiempo que nos queda de vacaciones, no lo llenemos de desesperanza, agobio o un estrés anticipado. Es fácil decirlo y escribirlo. Y, a sabiendas de que cada uno tenemos distintas situaciones personales, motivos por los que nos dedicamos a la enseñanza o personalidades diversas, todos sospechamos de la incertidumbre. Seguro que la experiencia acumulada, la colaboración de los compañeros y la intensidad (de todo tipo) que nos dan los alumnos, nos hacen sobrellevar un chaparrón que acabará pasando.
Pasad buen verano.
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