El nuevo sistema de Formación Profesional es muy ambicioso. Tanto es así que, sin unos recursos y una organización académica suficientes, pueden resultar estériles los esfuerzos en su puesta en marcha. Nos podemos llenar la boca con la digitalización o el emprendimiento, o con esa necesaria evaluación formativa a través también de un trabajo intermodular mediante retos y proyectos. Pero, sin los materiales y la formación adecuada, me temo que el viaje hacia el cambio puede ser fugaz.
No tiene sentido que hayan todavía centros de FP sin una conectividad a Internet suficiente, o que sean escasos los dispositivos utilizables por los alumnos, o que no se contemple una formación pedagógica dirigida a todo el profesorado con el fin de incorporar mejoras en la enseñanza. Me temo igualmente que, se trabaja de forma demasiado aislada, tanto a nivel de centro como junto a otros centros educativos; se ha avanzado al respecto pero sigo detectando un trabajo solitario donde cada uno termina haciendo lo que mejor sabe o puede. Luego vemos publicadas buenas prácticas o premios educativos que debieran ser inspiradores para otros docentes; pero sospecho también que son estrellas fugaces de un espacio inmenso. A pesar del enorme trabajo y el voluntarismo del cuerpo docente en progresar de algún modo. Un cuerpo que no quiere perder la motivación pero que solo encuentra baches en la desinformación o el desconocimiento que surgen con tantos cambios.
Que si ahora hay que programar de un modo, que si la ley dice una cosa o la contraria, que si ahora necesitamos este u otro certificado académico, que si las competencias o los contenidos, evaluar como siempre o como nunca, que si la IA o manuscribir, etc. Parece que nos tiramos piedras contra nuestro propio tejado mientras sobrevienen los cambios. Unos cuantos leemos la nueva normativa impacientemente, mientras que otros (creo que la mayoría) solo esperan verla venir como esa invitada inoportuna a la que recibimos por cortesía. Ya se acabará marchando, piensan algunos. Yo, a lo mío.
Con imaginación y buen criterio se puede avanzar mucho, pero luego, en el aula, sin esos recursos antes mencionados (técnicos, organizativos y pedagógicos) terminamos buscando la opción más práctica o ese cómodo espacio donde nadie pueda interpelarme por mi trabajo. A estas alturas del curso, con las vacaciones casi en ciernes, solo nos queda cerrar los ojos como si anduviéramos subidos a una montaña rusa sobre la que buscamos no marearnos. Ya llegará el vagón. Aunque sea vacilando. Cerraremos los libros, plegaremos las nubes y las reuniones engrosarán nuestra desmemoria. Pasará el verano y, de nuevo, casi todo dependerá de esa actitud, aspiraciones y esfuerzo (sobre los que tanto sermoneamos al alumnado) de cada uno de nosotros. Con suerte, la red wifi habrá mejorado o nuestra aula tendrá dispositivos renovados; mientras, los nuevos estudiantes, no tendrán ni idea de leyes actuales o del incordio que nos provoca una deficiente aplicación de la ley.
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