EL PROPÓSITO DEL VIAJE HACIA LA NUEVA FP

sábado, 15 de junio de 2024

 


Vienen curvas. Y la velocidad que nos obliga a tomarlas no parece la más adecuada: perderemos algunos puntos del carnet antes de llegar al consabido destino. Sin embargo, más nos valdría tomar las precauciones debidas, organizar bien el viaje y conducirnos con atención durante este cambiante viaje hacia un nuevo sistema de Formación Profesional.

 

Poco podemos hacer respecto a los baches, las cuestas empinadas o los viajeros molestos que puedan hacer poco placentero esta travesía. A pesar de que arranquemos esta odisea con poco convencimiento o sin el acompañamiento ideal, no es menos cierto que el destino merece cierto optimismo (que no buenismo). Probablemente, una gran mayoría del profesorado de FP aprecia con cierta ojeriza la imposición de la dualidad a nuestros ciclos; por no hablar de cierta antipatía ante los nuevos módulos o el desasosiego que conllevará la reorganización académica. Sin obviar las dificultades que supondrán las nuevas programaciones, el replanteamiento de los resultados de aprendizaje o el sinfín de certificaciones y acreditaciones que deberemos contemplar durante la migración hacia el nuevo sistema.


Ahora, con los ánimos caldeados, y en busca del pragmatismo docente, podemos caer en la misma trampa que suelen perpetrar legisladores y responsables de la política educativa: la toma de atajos. Ante la escasez de información y tiempo, junto al recelo hacia una normativa que desmonta un sistema que casi rodaba solo, no debiéramos maquillar nuestras acciones para quedarnos igual que estábamos. No nos arrojemos al simulacro. En mi opinión, no debiéramos ahora perder la oportunidad de transformar aquellas rutinas que impedían el progreso del actual sistema de Formación Profesional. ¿A qué rutinas o prácticas me refiero? Estoy hablando de programaciones ficticias, exiguo trabajo del equipo docente, insuficiente actualización técnica o escaso contacto con las empresas, insignificante uso de la investigación educativa, formación del profesorado estéril o no estratégica, organización académica bajo criterios no pedagógicos, incompetencia digital relacionada con el sector o la ciudadanía, evaluaciones intrascendentes, falta de reflexión metodológica y con bases teóricas fundamentadas, etc. Todas estas áreas, en mayor o menor medida, según centros educativos o en función de cada docente, tienen un gran recorrido de mejora y pueden suponer un avance en la formación profesional que ofrecemos. Mirando de reojo, eso sí, las lecciones del pasado en la Formación Profesional.


Las deficiencias de una normativa, que sigue sin desarrollarse en ciertas regiones, no puede ser la excusa para seguir caminando a cámara lenta hacia un mercado laboral que precisa unos titulados realmente preparados con las competencias que se requieren y, sobre todo, mentalizados en la necesidad de seguir aprendiendo durante toda la vida. Hasta ahora se han avanzado en muchos aspectos, pero ello no es óbice para desechar malas prácticas o buscar la sustitución de aquellos cometidos efectuados de cara a la galería y que poco o nada aportan. Entiendo que el espíritu del nuevo sistema anda por esos derroteros: flexibilizar la FP para salvar las excusas de los inmovilistas. Cuando finalmente esté todo bien atado a nivel normativo, y pese a esas indeseadas y desiguales versiones autonómicas que deforman ese espíritu en aras de un pragmatismo mal entendido, deberemos replantearnos todas esas áreas (in)conscientes donde reconocemos carencias. El DAFO lo solemos tener claro. Y, evidentemente, todo es a costa de discusiones, trabajo en equipo, tiempo empleado, lecturas y mucha mano izquierda. 

 

La mayoría, podemos coincidir en la búsqueda de una FP que ofrezca oportunidades a todos con los recursos necesarios para su implementación, con una organización académica donde prime el aprendizaje del alumnado, con espacios y tiempos para el profesorado que nos permitan ser congruentes con esas soft skills que pregonamos, y donde se faciliten herramientas pedagógicas contrastadas para afrontar la enseñanza con las mejores garantías ante la diversidad creciente de los estudiantes. Para ello hace falta que todos adoptemos el papel de maquinista en algún momento y no solo rodar por la FP como interventores en un convoy fiable que también requiere mejoras, tecnológicas y personales, para atender como corresponde a los viajeros camino a una educación deseable. El viaje va a ser muy largo.


Foto de Ronaldo de Oliveira en Unsplash

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