IGNORANCIA PROFESIONAL Y EJEMPLARIDAD DOCENTE

lunes, 11 de diciembre de 2023

 

IGNORANCIA PROFESIONAL Y EJEMPLARIDAD DOCENTE

 

Damos por sentadas muchas normas de cortesía o de elegancia en el trato profesional. Queremos creer que cualquiera tiene ese sentido común a la hora de relacionarse o comunicarse con los demás en un entorno laboral. El casi extinto módulo de RET (Relaciones en el Entorno del Trabajo) así como el de FOL, incluidos transversalmente en todos los ciclos formativos de Formación Profesional, tienen entre sus objetivos facilitar la comunicación en un entorno profesional o tener una actitud positiva hacia la búsqueda o desempeño de un empleo. Esperemos que no se pierdan estos propósitos en los nuevos módulos de la FP que viene. 


Es difícil abordar ciertos asuntos que nos pueden parecer de sentido común o que debieran haberse tratado desde la familia o en cursos anteriores. Sin embargo, a menudo resulta inevitable tratar de abordar cuestiones relativas a esa corrección antes mencionada para guiar el comportamiento y no meter la pata en ciertas situaciones (entrevistas laborales, comunicación digital personal, reuniones profesionales, etc.). Aunque suene anecdótico, no es raro conocer casos de personas que se enfrentan a un primer trabajo o prácticas con una vestimenta inadecuada o con falta de aseo, gente que no atiende o devuelve llamadas o correos electrónicos laborales, empleados que no saludan o se despiden adecuadamente, que toman o dejan un trabajo sin la debida cordialidad o incluso exhalan suficiencia desde que acceden a su puesto.


Como mencionaba en un artículo anterior, el ejemplo y la filosofía de vida de aquellos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida profesional, trasciende mucho más de lo que nos pensamos. A pesar de toda la empatía que podamos atesorar, no hay quien no se vea influenciado negativa o positivamente, por esa falta de actitud de los que nos rodean y que a menudo recriminamos al alumnado. Disfrutar de un ambiente constructivo y estimulante es toda una fortuna en cualquier entorno laboral. Porque algunos han confundido esa popular resiliencia, y el saber decir que no, con un "porque yo lo valgo", caiga quien caiga. Conversar, aportar, crear, añadir, debatir, y enseñar, se pueden hacer desde el afecto y la profesionalidad. Sin miedo a tomarse los conflictos de un modo personal y sabedores de nuestras torpezas.


Afortunadamente, es mayoría el profesorado que se responsabiliza y preocupa por ser coherente con esa huella educativa que dejamos. Los que nos dedicamos a la docencia, bien sabemos que no solo transmitimos conocimientos sino que también aportamos referencias morales. Por eso, la figura del docente, es insustituible en cualquier sistema educativo que se precie. Ni la formación online ni cierto tipo de academias ofrecen esa valor añadido que un profesor o profesora ejemplar trasladan. No somos infalibles ni omnipotentes, ni podemos (ni debemos) pretender ser todos como la profesora de Diarios de la calle, pero es posible aspirar a trascender no solo a través de nuestra materia. 

 

La ignorancia, a cierta edad, es totalmente disculpable; y adelantarnos a la inexperiencia de los estudiantes es una de nuestras misiones. Otro asunto, más peliagudo, se nos presenta cuando abordamos esas otras relaciones del entorno profesional donde la mirada vital, la disposición, las creencias o la energía personal son harto complicadas en este maremágnum terrenal donde la vulgaridad y la excelencia habitan. 


El hombre selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone. Recuérdese que al comienzo distinguíamos al hombre excelente del hombre vulgar diciendo que aquél es el que se exige mucho a sí mismo, y éste, el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y está encantado consigo. Contra lo que suele creerse es la criatura de selección, y no la masa, quien vive en esencial servidumbre. No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso no estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar, le falta, siente desasosiego e inventa nuevas normas más difíciles, más exigentes, que le opriman. Esto es la vida como disciplina –la vida noble-. La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. Noblesse oblige.

La rebelión de las masas
Ortega y Gasset

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