CINCO FACTORES QUE AYUDAN AL DESARROLLO DOCENTE

domingo, 3 de diciembre de 2023

5 FACTORES QUE AYUDAN AL DESARROLLO DOCENTE

 

Damos por sentado demasiadas cosas a lo largo de cada curso. La mirada que tenemos sobre los alumnos, nuestros compañeros o las circunstancias que nos acompañan en el centro educativo acaban mediatizando nuestro comportamiento y gran parte de las enseñanzas que pretendemos transmitir. Y no solo es una cuestión generacional o de si somos más o menos jóvenes. Son multitud los factores que nos influyen a la hora de tomar decisiones que afectan a nuestro desarrollo profesional. Reflexionar sobre nuestra docencia o pararnos en algún momento a pensar sobre cómo ejercemos, cómo aprenden nuestros estudiantes o qué huellas vamos dejando, nunca es una mala idea. 


Aquellos que nos rodean nos transmiten no solo conocimientos sino también una disposición a la hora de enfrentarse al día a día en la escuela; si nos arrimamos al cenizo de turno, casi seguro que acabaremos igual de quemados; mientras que si disfrutamos de la compañía de personas constructivas tenemos mayores probabilidades de afrontar una intensa jornada laboral. Pese a que todos, en algún momento, destilamos frustraciones y desilusión. Aún así, encontrar esa sombra que nos temple, suele depender de la casualidad.


La gratitud es otro factor que condiciona nuestro desempeño. No se trata de cerrar los ojos ante la inoperancia del sistema educativo, los medios facilitados o ese margen de mejora que solemos ver más a las decisiones de los otros antes que en las nuestras. Ser conscientes de las posibilidades que nos ofrece la profesión, más allá de un sueldo digno y unas condiciones laborales decentes, también ayuda a soportar el estrés de llegar a todo(s) y a no desesperarse por nimiedades que en otras latitudes considerarían ridículas. No es necesario renegar del confort, pero conviene relativizar problemáticas propias de la afortunada sociedad en la que nos desenvolvemos profesionalmente. 

 

La tecnología y esa acelerada digitalización que nos abruma no siempre ayuda cuando lo que buscamos son títulos y certificados para cumplir el trámite. Contemplar las herramientas digitales como una oportunidad de crecimiento para desarrollar nuestra docencia es algo básico. Ayudarnos de unos medios digitales e informáticos para ser más eficientes es una tarea que no debiera ser considerada ímproba sino provechosa. Pero para ello hacen falta ciertas bases pedagógicas donde la investigación educativa nos facilite esos mimbres necesarios para aplicar con eficacia esas aplicaciones o esa Inteligencia Artificial que ahora nos pretende.

 

Los afectos. El discurso educativo donde prima la instrucción sobre todo lo demás corre el riesgo de reinstaurarse. Bien sabemos que no todo el alumnado viene bien educado, atendido y querido desde casa. Luego podemos discutir sobre la excelencia, la cultura del esfuerzo y la falta de nivel; pero es innegable que una de las prioridades de la escuela es ser capaz de ofrecer un espacio apropiado y una acogida a todos aquellos que pasan por sus aulas. El aprecio y el interés real por lo que pasa cada alumno o alumna nos diferencia como profesionales. Aunque luego nos indignemos por las elevadas ratios, nos toca priorizar esa atención sobre otras cuestiones que nos despistan: formaciones estériles, trámites preceptivos, procedimientos inservibles, etc. 

 

Una formación continua adecuada también supone un factor diferenciador en nuestra compleja labor. A lo largo de esta larga y enrevesada carrera padecemos demasiadas probaturas que poco o nada aportan a nuestra ocupación. Solemos recibir la oferta formativa con recelo, habituados a demasiadas horas de contenidos de relleno, con poca aplicación práctica o escaso rigor científico. No guiarse solo por las modas del momento es un buen consejo, aunque no queramos perder el compás de los tiempos; pero somos tozudos y los fuegos de artificio nos embelesan fácilmente pese al poco provecho que entrañan. En este otro artículo enumero algunas recetas para la formación del profesorado. La clave: ser consciente de la necesidad de aprender pese a los muchos o pocos años en la enseñanza.


Con todos estos ingredientes cocinamos de un modo u otro nuestras recetas educativas. Saber combinarlos o ponderarlos es un arte complejo que no admite una fórmula asombrosa. La educación no se soluciona con el pensamiento positivo, así como requiere de dosis de realismo a la hora de implementar medidas; pero es innegable que la utopía nos moviliza para dar sentido a nuestra larga carrera docente. El recorrido sabemos que es imprevisible y que tendremos que desandar trayectos; que hay decisiones que debemos replantearnos o rendirnos ante la evidencia de su improcedencia; que todo no se arregla con actitud sino también con medios, pero que la voluntad y los motivos personales nos ayudan a movernos. Ser inconformistas, pero no quejosos, también ayuda lo suyo.

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