UNA FP REAL

sábado, 21 de octubre de 2023

No tardaremos mucho en apreciar la autenticidad en la enseñanza. Disfrutar de una buena clase, junto a tus compañeros, en una aula mejor o peor amueblada, de la mano de un o una docente entusiasmado con su materia es siempre una apuesta segura. La Formación Profesional, antes del estallido de su oferta y demanda actuales, apostó por la realidad en el aprendizaje. Conectar con el entorno y la actualidad laboral, junto a una cercanía hacia el estudiante, son claves para ese éxito frente a otras etapas educativas más áridas o menos gratificantes. La motivación del alumnado, pese al desprestigio ya en horas bajas de esta etapa, era el acicate hacia la FP de muchos jóvenes desnortados. 

 

Desde hace años, con la irrupción del marketing educativo, comenzaron a brillar imágenes edulcoradas de aulas y talleres de FP donde todo eran parabienes. La exigencia comunicativa nos llevó a acumular y mostrar todo tipo de experiencias en multitud de formatos; el continente antes que el contenido. Cualquier proyecto parece validarse cuando editabas un vídeo contando una experiencia sin atisbos de fracaso y donde todo son cumplidos. Sin embargo, hoy en día seguimos huérfanos de un extenso repertorio de buenas prácticas que sean públicas y reproducibles en otros centros educativos, otros ciclos formativos o en otros módulos. Poco queda más allá de un titular y una descripción poco detallada. Y las experiencias reales publicadas, en cualquiera de las familias profesionales, desarrolladas y evaluadas son ciertamente escasas.


Los centros de formación del profesorado o el INTEF ofrecen pocos recursos en abierto o sin una actualización permanente. No sería mala idea comenzar a articular espacios con experiencias contrastadas para cada uno de los ciclo formativos que se ofrecen oficialmente. Los libros de texto son siempre una ayuda, pero no pueden sustituir la actualización que requieren los títulos, las demandas del sector y otras formas de aprender que casan perfectamente con las explicaciones y el trabajo en el aula o taller. Una FP auténtica exige materiales didácticos bien elaborados y un trabajo del equipo docente para su programación durante el curso. Sin embargo, no se puede exigir al profesorado un trabajo extra como creadores y curadores de contenidos a tiempo completo. Afortunadamente, la Inteligencia Artificial (IA) se vislumbra como una herramienta capaz de suplir esa tarea incompleta de nuestros administradores educativos; donde encontrar refugio para idear proyectos, estructurar retos, implantar metodologías y evaluar para incrementar el aprendizaje.


Por otro lado, corremos el riego de producir materiales de escasa calidad o de cara a la galería. Así como ahora comenzamos a ver imágenes creadas con IA, no será raro el día en que nos planteemos la veracidad o autenticidad de las experiencias relatadas a través de textos, imágenes o vídeos generados por esa IA. Dentro de nada las imágenes de alumnos en las redes sociales, mientras se forman o trabajan, serán irreales; los programas formativos se adaptarán a lo que queremos escuchar y no a lo que realmente importa, para vender más; o los estudiantes, con ayuda de estas herramientas, disentirán de la formación ofrecida y pondrán en entredicho al profesorado. Si es que no está ya ocurriendo. Las herramientas digitales al servicio del espectador sin contar con la necesidad de conocimientos técnicos y duraderos de sus actores. 


La FP real acabará poniéndose de moda. Ya hay estudiantes que comienzan a exigir un mayor aprovechamiento del tiempo disponible y menos malgasto en ocurrencias o experimentos sin poso. Una exigencia que es imprescindible para continuar dando valor a la FP sobre otras etapas educativas. Debemos incluso mantener esa autenticidad sobre los estudios universitarios. No podemos caer en convertirnos en centros-máquinas expedidores de títulos y certificados; donde la distancia es una excusa para facilitar matrículas. Nuestros alumnos, los más jóvenes y desocupados al menos, necesitan ese contacto directo y sin filtros, de sus docentes. Y los docentes, dejando de lado las bondades de las competencias digitales educativas, mejoramos nuestra enseñanza cuando trabajamos codo con codo junto a los estudiantes. Y es ardua y agotadora la tarea. Las nuevas generaciones tienen distintas formas de ver el mundo, a nivel de trato, otras prioridades. Saber conectar de un modo genuino con los alumnos no se aprenden en ningún máster. Aunque quizás, quién sabe, tendremos en el futuro nuestra propia Samantha (de la película Her) como docente inspiradora que nos hará desear el aprendizaje. Crucemos los dedos.


Luego, si nos queda tiempo, seguiremos jugando con esa imágenes fake con las que pasar el rato. De momento, sigamos preguntándolos cómo aprende mejor nuestro alumnado y cómo mejorar sus competencias personales y profesionales. Sin apariencias. El momento educativo actual es muy desafiante y ojalá mantengamos ese espíritu de una FP artesana pulida con herramientas digitales y artificiales bien empleadas.

 


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