UN MUNDO EDUCATIVO FRÁGIL, ANSIOSO, NO LINEAL E INCOMPRENSIBLE

jueves, 19 de octubre de 2023

Aquello de menos es más hace tiempo que dejó de aplicarse al mundo educativo. El minimalismo aplicado a la docencia no está de moda; más bien la tendencia en la enseñanza apunta desde hace tiempo al barroquismo. Nos hemos dejado liar por los excesos de ese mundo cambiante que gustábamos de etiquetar como VUCA (de sus siglas en inglés: volátil, incierto, complejo y ambiguo) y que ha pasado a ser un mundo BANI (también del inglés: frágil, ansioso, no lineal e incomprensible). Ciertamente, este nuevo acrónimo define bastante bien el momento educativo actual. 

 

La fragilidad de la educación se demuestra cada nuevo curso con crisis y desacuerdos constantes. Padecemos una normativa educativa cambiante y un clima turbio que, entre otras causas, es culpa del escaso consenso y una conflictividad creciente entre distintas formas de ver la educación. Hay demasiados aspectos de la enseñanza en entredicho, así como son amplios los recelos acerca de la aplicabilidad de distintas metodologías o el modo de introducir cambios que transformen y solventen los eternos problemas de la escuela. Además, la profesión docente se percibe como poco valorada (ver estudio "El profesorado en España 2023")  y en duda constante por gran parte de la sociedad. A lo que añadimos mucho personaje ajeno a la educación opinando y timoneando el barco.


La ansiedad es una nueva constante con la que nos hemos acostumbrado a lidiar. En el mismo estudio se apunta a que dos de cada cinco docentes sufren ansiedad, agotamiento y depresión. No movemos entre una maraña de información donde difícilmente encontramos los recursos valiosos que necesitamos; una deficiente formación continua e inicial docente, un exceso de burocracia en unos sistemas de calidad que rozan lo kafkiano y un entorno complejo que nos conmina a dar esa atención personalizada que los alumnos requieren a pesar de nuestras carencias profesionales. No hay reposo ni reflexión ante unas programaciones donde queremos abarcar demasiado a la par que se nos demanda inclusión. Luego sufrimos el alto precio por la búsqueda de la competitividad mientras tratamos de ser flexibles y adaptables a esas competencias que nos marean.


El avance de la educación también está en duda permanente. La no linealidad se ha vuelto perenne. Vivimos una época donde no tenemos claro si se prospera o retrocede a nivel de aprendizaje; tanto por el lado de los conocimientos y competencias como respecto a los valores. Son multitud los que recelan del progreso de la escuela. Arrecian las opiniones conservadoras que demandan una vuelta a esa escolaridad idealizada. La adopción de la tecnología sufre vaivenes y comienzan a desandarse ciertos caminos que, tal vez, se tomaron con demasiada ligereza o desconocimiento. Estamos constantemente en la cuerda floja: no queremos perder de vista la modernidad ni caer en lo trasnochado; mantener lo clásico sin ser tildados de inútiles.

 

Todo se ha vuelto más incomprensible. El ruido que nos envuelve (las redes, las modas, las leyes...) ayudan poco a serenar la toma de decisiones. Hay más estudios e investigación educativa que nunca, y, a pesar de ello, seguimos dando tumbos en nuestra práctica docente, el modo de abordar las distintas problemáticas inherentes al alumnado y la forma de mejorar el aprendizaje sin dejar a nadie detrás. Y hacemos lo que podemos y lo que nos dejan en un clima escolar que no destaca por la ilusión. ¿Era esto lo que habíamos soñado?


En cualquier caso, y para evitar el alarmismo, no podemos obviar la cada vez mayor inversión educativa del estado y los gobiernos autonómicos, pese a que en gasto por alumno seguimos por debajo de la media de la Unión Europea y a gran distancia de los países que más invierten en educación (ver Sistema estatal de indicadores de la educación 2023).  Tampoco podemos dejar de celebrar las posibilidades formativas que ofrecen las distintas administraciones o el sistema de becas que permite continuar con la educación postobligatoria a muchos jóvenes estudiantes. Quizás, este mundo BANI nos exige una sensatez mayor en las inversiones acometidas ante la falta de certidumbres. Son millones los euros desaprovechados en inversiones y proyectos irrelevantes a través de vaporosas formaciones o dispositivos arrinconados. 

 

Como docentes en esta realidad BANI no nos queda otra que buscar el apoyo mutuo para afrontar el estrés y centrarnos en lo que más nos debiera preocupar: el alumno. No son tiempos para medrar a costa de los demás ni buscar la autocomplacencia. Otras cuestiones formales siempre deben ser secundarias y es ahí donde debemos ser realmente flexibles. La incomprensión también puede combatirse centrando la mirada en las prácticas que sabemos son realmente útiles en nuestra docencia. Nos toca ir al grano y dejar los fuegos de artificio para los momentos de ocio. Ojalá seamos capaces de debatir las distintas formas de ver la educación sin causar retrocesos ni una devaluación del sistema educativo. Luego veremos si las nuevas tecnologías, a través de una inteligencia artificial soñada, nos permite un mayor confort profesional para preparar mejor las clases y dar una atención óptima a los estudiantes. Deseo que todo ese ruido educativo se acalle con la esperanza de seguir transformado vidas. A pesar de todos los acrónimos que están por venir. 

 

EDUCACIÓN BANI


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