LA DERIVA DE UNA ESCUELA INDIVIDUALISTA

sábado, 14 de octubre de 2023

 

escuela individualista

 

A lo bueno todos nos acostumbramos y lo damos por sentado con ligereza; mientras, las amarguras tendemos a olvidarlas y buscamos pasar la página rápidamente. Nos hartamos a hablar sobre la empatía y la resiliencia pero mirando siempre de reojo. No sea que perdamos algún privilegio. Nos encantan las buenas obras y las películas con tintes solidarios pero al final acabamos defendiendo implacablemente una mísera parcela de nuestra tribu y territorio común. Si nos descuidamos acabamos siendo más animales que humanos. Y la educación nos diferencia además de por el nivel de escasez o abundancia personal que poseemos en un mundo que siempre ha girado bajo las mismas leyes. 

 

Aún así, la escuela sigue transformando. Pese al discurso de que la educación la dan los padres y las escuelas solo debieran ofrecer lecciones; continúan siendo un espacio único de pluralidad y valores, además de conocimientos. Porque, indudablemente, la bondad o la maldad no forman parte del currículo escolar pero si tenemos como sociedad la obligación de proteger la igualdad y unos derechos humanos frente a las olas de inquina que se generan cuando crece la salvaje marea. Y no hablo de buenismo estéril sino de formar ciudadanos sensibles en un entorno donde las prioridades educativas se nos están quedando en lo secundario: una fiebre calificadora para acceder a otros estudios, una mal entendida digitalización, un infructuoso bilingüismo y esa nostalgia escolar de algunos. Lo que no quita que trabajemos las competencias debidas ni ese objetivo prioritario, a menudo olvidado, que pretende espolear la curiosidad de nuestro alumnado por el aprendizaje.


Para muestra, esa pandemia que nos haría mejores. O esos temores sobre unos vecinos que no queremos comprender y que avivan la inquina en las redes y en las calles. Luego recortaremos lazos y palomas de la paz mientras ayer insultábamos al protagonista de un titular de prensa. Y todo se transmite, en casa y en la escuela. El currículum oculto constructivo tiende a desaparecer entre tanta fachada y temor a ser considerado un adoctrinador perverso. Los valores y derechos en el aula pueden ser vistos como una pérdida de tiempo o unos principios a evitar. Los jóvenes de hoy son fruto de los adultos de ahora y de una sociedad que lleva tiempo evitando incomodidades para conservar estatus. Porque es molesto nadar contracorriente; cuesta enseñar mientras desapruebas las injusticias que otros padecen y despiertas conciencias; pero eso también es educar. Y la congruencia y honestidad profesional son imprescindibles pese a los desaciertos y los inoperantes que nos conducen. Tal vez, y viendo el paisaje político y social actual, nos deberíamos centrar más en esos ideales que nos unen y que corren el riesgo de diluirse entre programaciones, intereses económicos, partidismos o simple individualismo. 

 

Cine con valores, lecturas sugestivas, debates reflexivos y una trabajada acción tutorial con recursos son buenos elementos para educar y acercarse a ese pensamiento crítico tan publicitado pero tan poco corriente en el día a día escolar. Y no vale quitarse las responsabilidades de encima o delegar en otros colegas y etapas educativas. Todos construimos personas buenas.

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