La vida pasa entre trámite y trámite. Trámites resueltos, omitidos, demorados, inacabados... Cuando no tenemos que solicitar una matrícula, estamos con la firma digital, demandando el voto por correo, haciendo una transferencia, comprobando los recibos, pidiendo una cita online, programando una videollamada, atendiendo al seguro o haciendo un pedido vía web. Estamos continuamente trabajando para hacer gestiones digitales que, supuestamente, nos dan facilidades para nuestra vida personal. Pero, ¿alguien se ha detenido a contabilizar ese tiempo particular destinado a efectuar trámites digitales? La digitalización de los procesos es un negocio redondo para las empresas que desalienta a menudo a cualquier ciudadano.
Un problema mayor lo tienen las personas con escasas competencias digitales, principalmente gente de edad avanzada, que encuentra imposible llevar a cabo estos trámites sin ayuda o les obliga a la presencialidad; muchas veces dependientes de la buena fe del ayudante de turno. ¿Cuánta gente habrá que perderá oportunidades personales, no sabrá solicitar ayudas o será sancionada injustamente por incapacidad digital? Pero la gente más joven tampoco se libra de los inconvenientes de realizar toda suerte de trámites digitales. Nos quejamos de si no saben hacer una simple solicitud administrativa, leer unas instrucciones para cumplimentar un impreso o gestionar sus certificados personales por Internet, pero: ¿enseñamos a ello convenientemente?
A excepción de los que estudian gestión administrativa, la tónica es el sálvese quien pueda. Además de la necesidad de una lectura comprensiva de todo tipo de textos, se ha vuelto imprescindible esa habilidad digital que te permite descargar apps, firmar digitalmente, trajinar con claves, gestionar un correo, solventar trabas técnicas desde distintos entornos, etc. Y no estoy pidiendo una asignatura digital más, sino un impulso de la informática más allá de la ofimática habitual, también importante. La Inteligencia Artificial será además una ayuda a esta vida en trámite permanente; veremos cómo podemos plantearla y educar mejor en el futuro para sacarle provecho como gestor en forma de ahorro del tiempo personal.
La espiral digitalizadora difícilmente tendrá un límite en nuestra vidas. Continuaremos renegando de este sistema de vida que nos mantiene conectados con la gestión diaria. Un régimen que nos ha ahorrado colas físicas (no las digitales) pero que nos hace dependientes de sistemas operativos y una buena conectividad. La usabilidad no solo debe ser abordada para y por los vendedores digitales, sino que ha de ser una obligación para cualquier plataforma que ofrezca servicios digitales básicos que puedan suponer un coste de oportunidad elevado a sus usuarios.
Los reducidos privilegiados seguirán siendo todos aquellos que no necesitan llevar a cabo personalmente ningún tipo de trámite. Esos pocos, o los que puedan permitirse un retiro lejos del mundo digital, fuera de toda cobertura, habrán ganado la despreocupación de una vida sin trámites. El resto, seguiremos peregrinando y dando tumbos por esta sociedad del trámite.
Foto de Girl with red hat en Unsplash
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