Dándole la vuelta al mensaje que nuestro querido Nuccio Ordine nos dejó escrito en sus libros, me planteo dónde está la verdadera utilidad en la escuela. Ordine nos animaba a despertar la curiosidad, a leer a los clásicos, a comprender al otro, a dar sentido a nuestras vidas a través de la cultura y más allá de las competencias técnicas y esa competitividad en la que vivimos empadronados. Su mensaje, pese a la belleza y profundidad que despedía, no casa con el discurso educativo actual: una mal entendida innovación o un anhelo de la vieja escuela; una digitalización desaforada y temprana; y un pragmatismo que impregna todas las etapas, donde ser competente y productivo parece la única meta.
Su legado nos deja una visión utópica, pero no impracticable, que reclama un mundo más humano. Ahora que vende lo artificial, que retoñan los extremistas y el odio al diferente, que se subastan los títulos, que nos guiamos por rankings sin sustancia; ahora, más que nunca, debemos leer a Nuccio Ordine en la escuela. Y en casa. Y en las empresas. En cualquier lugar y momento. O escuchar su mensaje a través de su precioso acento en alguna de sus inspiradoras conferencias.
Me atrevo, en consonancia a ese mensaje, a sugerir todo lo que es verdaderamente útil en la escuela:
Es útil preocuparse por las bibliotecas escolares; deben ser el centro de una escuela donde el fomento a la lectura sea algo primordial por encima de cualquier otra tendencia. Sugerir lecturas, leer en el aula regularmente, promover leer en tiempos de ocio...
Es útil buscar el respeto al profesorado, pero aún es más útil buscar conectar con ellos, preocuparse verdaderamente por sus intereses, acompañarlos, tratarles con afecto, y sin displicencia alguna.
Es útil tratar de conectar con los alumnos a través de contenidos o actividades culturales y científicas que habitualmente no tienen a su alcance o que desconocen pese a su mayor o menor proximidad: bibliotecas, museos, conciertos, naturaleza, etc.
Es útil enseñar a estudiar, leer con atención, escuchar, subrayar, sintetizar, esquematizar, comprender. Al igual que es útil conocer cómo se puede aprender mejor, prepararse un examen, rectificar, valorarse.
Es útil buscar el debate y la conversación en el aula. La tecnología nos aporta otras competencias y cierta productividad personal, pero la escuela debe ser un lugar donde todos tengan la oportunidad de expresarse, dialogar, socializar, plantear preguntas, disentir, abordar temas conflictivos, mediar, etc.
Es útil la conexión digital cuando enriquece el aprendizaje. Las nuevas tecnologías utilizadas solo como algo lúdico y superficial no debieran tener cabida durante el tiempo escolar, más que como algo puntual; los alumnos pasan ya demasiadas horas empantallados durante su tiempo libre.
Es útil fomentar la curiosidad, conectar el conocimiento con el entorno, salirse de lo convencional, no apalancarse en la mesa, descubrir, embarcarse en proyectos e inventar en las aulas para no caer en la rutina de una jornada escolar que aburre a propios y extraños.
Es útil no promover la competición académica desde bien pequeños, ni alimentar el ansia calificadora, ni amenazar con la repetición, ni señalar por las carencias (de todo tipo), ni etiquetar, ni ser despreciativo (ni delante ni detrás) con los alumnos. No infantilizar la educación y considerar, sin altivez, a cualquier alumno.
Es útil, pese a la edad que tengamos, dar una visión optimista del futuro que les depara. Animar y no hacer crecer los descreídos en una sociedad a la que tienen mucho que aportar, pese a las dificultades que cada generación sufre. Podemos ser realistas con ellos pero sin caer en el derrotismo y en ese fin de la historia que muchos proclaman. Animar a protestar pero sin caer en el lamento continuo. Fomentar la participación y no el aislamiento o ese individualismo al que tendemos. Conservar lo valioso pero progresar. Sonreír, en definitiva.
Hay muchas más cosas útiles que se suelen ver empañadas por esa confusión que provocan unas prioridades mal señaladas. Nos hartamos a perder tiempo en procedimientos, certificaciones, intereses personales, malas formaciones, mitos educativos, corporativismo, falta de autocrítica y de entendimiento. Busquemos, con generosidad y altura de miras, esa transformación educativa útil de verdad. Y para todos.
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