Puede que ha llegado el momento en que las nuevas generaciones hacen un uso más sensato de las redes sociales, o al menos más comedido, que sus progenitores. El desatado uso que hacen algunos adultos de sus redes parece confirmarlo. Mientras, los más jóvenes, adolescentes incluidos, muestran reparo a la hora de publicar (fuera de sus círculos) cada paso que dan o cada suceso, de mayor o menor importancia, que acaece en sus vidas. Pese a las excepciones y disparates a cualquier edad.
Tienen claro que no es necesario publicar cada momento de asueto con sus amigos, cada fiesta a la que acuden, cada aniversario que celebran o cada visita instagrameable. Algunos ya optan por cerrarse las cuentas de algunas redes sociales, una vez sufrida la toxicidad de las mismas, o por convertirse en meros espectadores de las simplezas que subimos el resto de mortales. Ven incluso con malos ojos la publicación de las imágenes de menores por parte de sus padres, o la crónica habitual de las efemérides privadas. ¿Para qué? Se preguntan con cordura.
Ya sabemos del peligro de robo sobre nuestras viviendas cuando publicamos dónde nos encontramos en cada momento; las amenazas de los depredadores sexuales de menores que pululan por las redes; las consecuencias nefastas en la empleabilidad por un perfil "descuidado"; o las secuelas mentales por el abuso en la conexión a las redes. Pero ahí seguimos, cada día, metiendo la pata para el gozo de extraños o la vergüenza ajena de los propios. No es raro el hecho de que aumenten las cuentas falsas o anónimas por muy distintos motivos.
La parte positiva de las redes sociales, a nivel profesional, es la que hace aguas. Son minoría los que cuidan y alimentan un buen perfil digital con fines meramente laborales. Crear contenidos útiles en tu área técnica, compartir recursos valiosos para otros colegas o comentar con mesura las publicaciones de compañeros de profesión, son campos con mucha posibilidad de crecimiento. Pocos son los jóvenes estudiantes o recién titulados que miman su identidad digital haciendo un uso profesional de redes como LinkedIn o sacan partido a su presencia en Twitter, Instagram o TikTok.
Prevenir el robo de tiempo que nos ocasionan las redes sociales no debería ir reñido con la utilidad profesional por hacer un buen uso de las mismas. Los más jóvenes deben ser formados y sensibilizados al respecto como una herramienta diferenciadora más a su alcance. Pese a que ya puedan darnos lecciones de un uso discreto de las redes sociales personales.
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