¿EDUCAMOS CON URBANIDAD Y CORTESÍA?

miércoles, 8 de febrero de 2023

Hay quienes afirman que uno debe venir a la escuela educado de casa; que los centros educativos debieran ser únicamente transmisores de conocimientos; que para dar valores y normas de comportamiento ya están las familias de los estudiantes. Pero la realidad nos dice otra cosa. El laissez faire educativo, por distintos motivos, nos ha llevado a una situación en las aulas que parece se complica. Tal vez la pospandemia, un exceso de condescendencia con los menores, la compleja situación laboral de los padres y madres, y la falta de recursos pedagógicos para abordar estos conflictos crecientes a nivel de comportamiento y esfuerzo académico, están agravando el problema.

 

Una de las acepciones según la RAE del verbo educar hace referencia a: "Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía". Esos dos usos que parecen ser cosa del pasado o de vejestorios trasnochados. Palabras casi en desuso tanto por su significante como por su significado. Y no hablo de vestir trajeado, hablar de usted o andar estirado. Puede que algunos lo vinculen con tiempos anteriores a la democracia o con motivos arbitrarios. Aquí también podríamos debatir acerca de esa otra acepción de educar, incluida en la RAE, relativa al desarrollo de las facultades morales de los más jóvenes. Muchos de ellos, no sé bien por qué, poco dispuestos a ser aleccionados, corregidos e instruidos por personas de mayor edad y experiencia; donde la autocrítica es escasa mientras abunda el juicio sobre los demás.


Aquí ya podríamos comenzar a polemizar sobre ciertas actitudes que hoy día nos parecen de lo más normal. Y no solo con los jóvenes. Hablo siempre desde dentro del aula. Conductas que chocan, no solo por la incorrección, sino también por la falta de respeto que suponen para docentes y compañeros estudiantes. Hoy no es raro ver a un alumno calentando su bocadillo de tortilla de habas en clase y pegarle mordiscos sin esconderse, servirse una infusión de mejunjes con su termo, wasapear con los colegas desde el portátil, atender llamadas supuestamente urgentes, alimentarse con frutos secos para recuperar la energía del gimnasio, dormitar sin disimulo abrazado al mobiliario, levantarse sin medida, montar partidas grupales online con los móviles, no quitarse los airpods, etc. Tal vez deba volver a ver esa película antigua, "Rebelión en las aulas", para no caer en la desesperanza y en el cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque el problema, como apuntaba en mi penúltimo artículo sobre el uso del móvil, lo encontramos cuando este tipo de actitudes se prorrogan con los años y por esa juventud que parece se alarga hoy día hasta bien entrada la treintena.

 

El exceso de velocidad al que tenemos malacostumbrados a los jóvenes, al que no llegamos ni los docentes ni las conexiones de internet de los centros educativos, provocan también esa apatía continua con cualquier actividad propuesta o lección presentada. Una pasividad o rechazo que supone un esfuerzo constante para un profesorado que, por un lado, debe ser capaz de gestionar el aula y, por otro, debe saber programar un curso atendiendo a las particularidades de la juventud actual. Todo ello sin claudicar en cuanto a las competencias y saberes que pretendemos que alcancen nuestros alumnos. Ser cercano, sin caer en esa falta de urbanidad, se hace más necesario que nunca. Enseñar esas actitudes y normas de cortesía es actualmente una obligación que debiera ser compartida con el resto de adultos con los que se relacionan. Pese a los ofendidos, progenitores y vástagos, con los que chocaremos inevitablemente. Ese será el precio de tener nuevas generaciones más educadas (y posiblemente más esforzadas). 

 

¿EDUCAMOS CON URBANIDAD Y CORTESÍA?

Foto de Tom Pumford en Unsplash

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