La identidad digital personal o la corporativa penden de un frágil hilo. Un hilo fino que se (de)forma con esa endeble rueca que tejen las redes sociales, las reseñas o cualquier foro abierto a comentarios ajenos. Hoy no hay nadie a salvo de ver perjudicada su imagen u honor con o sin motivo. Todos conocemos casos de empresas perjudicadas por un mal comentario que se viraliza o personas que padecen el escarnio público por algún comentario desafortunado o políticamente incorrecto.
Los juicios populares nunca fueron un buen modelo para la justicia. Menos aún, cuando, agazapados bajo el anonimato, cualquier malasombra puede mencionarte con nombre y apellidos o señalar a tu empresa si le viene en gana. Repito, con o sin motivo alguno. Luego, purgar tu identidad digital, resulta tarea difícil, si no imposible. Eliminar esos comentarios negativos o esas ofensas no está siempre en nuestras manos. Lo del "derecho al olvido" está por recordar... Al menos las redes sociales si nos permiten bloquear indeseables o suprimir comentarios dejados en nuestro espacio personal; aunque no ocurre lo mismo con una reseña cualquiera dejada en Google o en algún otra web de opiniones donde nos puede puntuar cualquier fulano. Por no mencionar el sistema de puntos, niveles e insignias virtuales que ofrece Google a los comentaristas locales más productivos.
Valorar a tu jefa, a tus compañeros, al camarero, al dependiente, a tu propia empresa, a tu centro educativo, a los profesores de tus hijos o a cualquier vendedor o prestador de un servicio, es la tarea más fácil del mundo: con un clic iluminaremos más o menos estrellas según nuestro ánimo o irritación momentánea. Para más inri, resulta que ahora hay muchas reseñas falsas o comentarios efectuados bajo pago con el fin de ensalzar las virtudes del artículo o establecimiento de turno: "Hay empresas comerciando con reseñas positivas de productos."
Desde los centros educativos podemos hacer algo, no demasiado, con el fin de sensibilizar a los más jóvenes sobre la sensatez del uso de las redes o acerca de la conveniencia o inconveniencia de publicar ciertas opiniones, imágenes o valoraciones demasiado improvisadas. La marca personal, para bien o para mal, puede influir en una futura búsqueda de empleo. Es preciso educar sobre lo inoportuno que es verse conminado a valorar a un empleado a través de un botón verde y sonriente, porque, en su defecto, como recientemente me soltó un auxiliar: "me puedo ir a la calle".
Me parece que con el metaverso que viene todo puede ir a peor con un despendole generalizado. A no ser que decidamos disfrazarnos en esa maraña virtual que viene donde nadie responde a un DNI ni a una fecha de nacimiento verdadera. De momento, nos queda tener cierta empatía con aquellos a los que valoramos, ser discretos, respetuosos y mostrar un perfil público donde no cometamos los atropellos que en la vida presencial no cabrían en nuestra cabeza. Al igual que una gran mayoría no insulta ni vocifera, ni se mete con las ideas de los demás, no entiendo ese libertinaje que se acomoda en las redes.
Por ahora, cuidemos mucho cada tecla que presionemos y recemos por no cruzarnos con algún desalmado sediento de identidades.
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