Las competencias digitales que precisamos los docentes hace ya algún tiempo (2017) que están establecidas en ese famoso marco común europeo de la competencia digital de los educadores (DigCompEdu). Pero es ahora cuando arranca la esperada (y temida) certificación oficial de dichas competencias. Unas competencias donde las tecnologías digitales se contemplan como un medio, y no como un fin, superando un modelo anterior basado más en determinadas herramientas o productos de ciertas empresas tecnológicas.
La última actualización de este DigCompEdu, aprobado el pasado mes de mayo, contempla las mismas seis áreas que se centran en distintos aspectos de las actividades profesionales de los docentes. Tan solo se han actualizado este nuevo Marco de Referencia de la Competencia Digital Docente (MRCDD) con ciertas particularidades del sistema educativo español incorporando además algunos ítems que aparecen en la versión de 2021 del SELFIE for TEACHERS y quedan finalmente plasmados en esas 23 competencias incluídas en el actual MRCDD publicado en un BOE del pasado mes de mayo.
Una revisión de este marco que viene impulsada, a nivel europeo, por el Plan de Acción de Educación Digital que tiene como objetivos principales tanto el desarrollo de las organizaciones como la adquisición de las competencias personales necesarias adaptadas a este mundo digital al que nos enfrentamos tanto a nivel educativo como laboral. Por ello, como docentes, deberemos ahora certificar la progresión del nivel de nuestros conocimientos tecnológicos, pedagógicos y de contenido, que se interrelacionan necesariamente en el desarrollo profesional docente. Un desarrollo que contempla tres etapas, al igual que el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas: acceso (A), experiencia (B) e innovación (C).
En teoría, estos niveles de competencia digital, se certificaran atendiendo a los siguientes criterios. De modo que cada una de las 23 competencias puede tener un nivel de desarrollo distinto:
Nivel A1: Desarrollo inicial de la competencia digital docente.
- Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 40 horas.
- Superación de prueba específica de acreditación.
- Títulos oficiales que habiliten para la profesión docente.
Nivel A2: Aplicación inicial contextualizada.
- Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 50 horas.
- Superación de prueba específica de acreditación.
- Títulos oficiales que habiliten para la profesión docente.
Nivel B1: Desempeño autónomo convencional.
- Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 60 horas.
- Superación de prueba específica de acreditación.
- Evaluación a través de la observación del desempeño.
Nivel B2: Transferencia a nuevos contextos.
- Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 70 horas.
- Superación de prueba específica de acreditación.
- Evaluación a través de la observación del desempeño.
Nivel C1: Innovación e impacto en el centro y en otros docentes.
- Evaluación a través de la observación del desempeño.
- Acreditación por un proceso de análisis y validación de las evidencias: coordinación TIC, premios, publicaciones, coordinación y participación en proyectos, etc.
Nivel C2: Investigación, innovación e impacto en la profesión.
- Evaluación a través de la observación del desempeño.
- Acreditación por un proceso de análisis y validación de las evidencias: premios, publicaciones, ponencias, coordinación y autoría de proyectos, etc.
Ahora nos queda ver cómo las administraciones educativas de cada comunidad autónoma certifica y aprueba los distintos cursos, pruebas y modos de acreditar esa experiencia digital acumulada con los años trabajando como docente; normativa que deberán aprobar antes de septiembre de 2023 para certificar al 80% del profesorado teniendo como plazo junio de 2024.
Atendiendo al espíritu de este marco de competencia, estas competencias digitales deberían ir ligadas al desarrollo profesional docente. No debiéramos caer en el error de buscar una formación digital basada en el uso de herramientas TIC sin atender a los principios del MRCDD y a las seis áreas y a los tres bloques que estructuran este marco y que integran los conocimientos tecnológicos, pedagógicos y los contenidos disciplinares. Es una buena oportunidad para dejar de centrase únicamente en la parte tecnológica (uso de herramientas) y apostar por una pedagogía (junto a la investigación educativa) que redunde en una mejora de los aprendizajes que marcan los currículos.
El próximo sistema de acreditación de competencias digitales docentes puede ser una oportunidad si se establece un proceso reflexivo desde los centros educativos acerca de las competencias necesarias para cada etapa educativa. La transformación digital de los procesos de enseñanza aprendizaje no debieran ser planteados como bloques homogéneos sin tener en cuenta el nivel y las edades de los estudiantes. Tanto los docentes, equipos directivos como las entidades formativas precisan, además de llevar a cabo una previa autoevaluación, plantear las necesidades digitales que mejoren el aprendizaje y la adquisición de competencias digitales adecuadas a cada etapa.
Por ejemplo, a nivel de Formación Profesional, existe la opción de realizar una autoevaluación digital mediante la herramienta online del SELFIE para valorar el estado del centro educativo así como de las empresas colaboradoras en la formación de los estudiantes. Se puede llevar a cabo con el SELFIE for work-based learning que emite un informe donde sabemos el nivel de competencias digitales de las organizaciones implicadas en la FP y las acciones necesarias para llevar a cabo un plan de digitalización integral. Una tarea ingente que requirirá de horas de formación, la motivación del profesorado y, sobre todo, una percepción positiva de la utilidad que conlleva la adquisición de estas competencias digitales docentes, más allá del certificado de turno.
Es necesario, además de este tipo de cuestionarios donde podemos evaluar las competencias digitales del profesorado y los alumnos, un nivel más específico de valoración, selección y formación en aquellas herramientas digitales específicas en cada familia profesional. Las herramientas digitales que utilizamos para la gestión del aula, así como la ofimática o el uso avanzado de Internet, pueden tener un carácter transversal para todos los ciclos; pero no podemos dejar de lado todos los procesos en los que la transformación digital ha dejado su impronta. Sectores como la salud, la alimentación, los procesos de fabricación industrial, el comercio, la estética, etc. requieren una serie de competencias digitales que no podemos obviar en las programaciones de los distintos módulos.
Es necesario hacer un esfuerzo, a nivel estatal, para estar a la vanguardia en estas competencias necesarias a través de un catálogo exhaustivo de herramientas y procedimientos con medios digitales que añaden ese valor añadido tanto a la docencia como al ejercicio profesional de los futuros técnicos de FP. Quizás sea un buen momento para formar equipos de trabajo con gente puntera en transformación digital y especializada en determinados sectores profesionales, en contacto con la Formación Profesional, que lideren y marquen las necesidades formativas específicas, a nivel digital, del profesorado de cada familia.
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