El objetivo de mejorar la competencia plurilingüe de la ciudadanía europea, especialmene el inglés en España, no quita que debamos reflexionar sobre los efectos de los programas de educación plurilingüe tienen en nuestros alumnos. A lo largo y ancho del país se han implantado estos programas, distintos según la comunidad autonóma, con un loable propósito pero con escaso sentido común. Los costosos esfuerzos de gran parte del profesorado, que sigue acreditando sus competencias lingüisticas, se choca con una realidad donde el estudiante necesita comprender los contenidos en su lengua materna, o, al menos, entendido con una de las lenguas cooficiales; y, el docente, precisa de una fluidez comunicativa oral para poder explicarlos.
Tras más de diecisiete años de implantación de los programas plurilingües, con la Comunidad de Madrid como pionera, ya son muchas las variantes que se han introducido y experimentado con alumnos de todas las etapas educativas. No se salva ninguna. ¿Se han evaluado los resultados? ¿Se han enmendado los errores cometidos?, ¿o seguiremos empecinados con la imposición de estos planes por no reconocer los fallos cometidos, las nefasas consecuencias y las protestas de unos resignados docentes?
El único estudio al respecto que he podido encontrar, ¡del año 2012!, ha sido: "Evaluating a bilingual education program in Spain: the impact beyond foreign language learning", editado por la Universidad Carlos III de Madrid de la mano de Anghel, Brindusa; Cabrales Goitia, Antonio; Carro, Jesús M. Estudio que apunta, en relación a los alumnos de educación primaria madrileños, sobre los efectos negativos en los hijos de padres con menos estudios y un efecto significante y negativo sobre los conocimientos generales que podría afectar a las matemáticas y la lectura.
En cualquier caso, a falta de estudios más actuales, no cabe duda que la presión por implantar estos programas ha provocado una necesidad en los centros educativos de ofertar asignaturas en lengua extranjera atendiendo a los requisitos exigidos al profesorado, un B2 o un C1 según la comunidad autónoma, que se supone validan las competencias pedagógicas e idiomáticas del docente. Así, de este modo, en los centros educativos se ofertan solo aquellas asignaturas en inglés en las que existe un docente certficado. Todo ello provoca desmanes; donde la filosofía o la historia pretende ser enseñada a través de textos en lengua inglesa; o donde el derecho laboral español se explica como si estuviéramos en un centro de Formación Profesional de Oxford.
Meter el inglés con un calzador, a pesar de la falta de investigaciones al respecto, solo puede ocasionar una menor comprensión de los contenidos impartidos, un mayor estrés del profesorado y una disminución del nivel formativo para lograr que todo el alumnado sea capaz de superar el curso a través de pruebas o evaluaciones más simples. Por no hablar de las ya mencionadas dificultades que encuentran aquellos estudiantes que no pueden costearse clases de inglés extraescolares para alcanzar ese supuesto nivel A2 con el que teóricamente son capaces de entender un texto técnico.
Los centros educativos son también una parte perjudicada de unos planes que mediatizan la organización académica e incluso obligan a descartar perfiles profesionales de docentes que, al no tener un certificado en idiomas, no son contratados pese a su experiencia y buenas cualidades para la enseñanza. El aburdo llega con ciertos maestros de educación especial a los que también se les exige este requisito independientemente del alumnado con el que van a trabajar y las competencias que ellos precisan. ¡La dichosa titulitis!
Tras estos últimos años donde la formació del profesorado se ha centrado en la competencia lingüística, otras competencias técnicas o didácticas han sido relegadas ante la necesaria inversión de tiempo y dinero que requiere obtener un certificado en lengua extranjera. Las entidades certificadoras se han frotado las manos ante una demanda formativa que continúa desviándose de las competencias principales del docente: conocimiento actualizado de su materia y estrategias de aprendizaje.
Para más inri, muchas familias perciben este bilingüismo como un maná caído del cielo con el que sus descendientes van a salir de la escuela con unas competencias lingüísticas extraordinarias. Un supuesto valor añadido que el marketing educativo nos cuela (una magnífica biblioteca escolar no entusiasma tanto). El inglés vende mucho, pero la realidad del aula te golpea cuando observas a los alumnos traduciendo textos automáticamente con herramientas online o recitando como papagayos listados de términos. ¿No dispondemos de alternativas parar mejorar el aprendizaje de otros idiomas? En otros países, con una ciudadanía más competente con el inglés, las películas y series en versión original y subtituladas son una inmejorable ayuda: TV or not TV? The impact of subtitling on English skills. ¡Qué barato nos saldría!
Ojalá la mitad de este esfuerzo que hacemos desde los centros educativos se aplicara a fomentar la lectura entre los alumnos y los docentes, debatir o hacer buena investigación educativa. Ojalá no sea el bilingüismo un nuevo entretenimiento profesional para simular que estamos a la moda y que todo no sea por un mercado laboral que, además de idiomas, exige personas creativas, ser resolutivo, flexible, analítico o con ese pensamiento crítico tan mentado como poco desarrollado.
Espero, como padre y docente, que las familias y el profesorado exijan a la administración educativa una evaluación de las medidas implantadas y, al igual que se hace con las frecuentes leyes educativas aprobadas, se rediseñen los currículos y las exigencias que mediatizan la organización escolar, el desarrollo profesional docente y el aprendizaje de ciertos contenidos. Todo no vale para aprender algo más de inglés.
Brillante exposición de la desnortada política lingüistica educativa española
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