Tal vez, uno de los objetivos más complicados como docentes, a menudo subestimado, es tratar de buscar el interés del alumno por nuestra materia. A pesar de la introducción masiva de internet en las aulas, incluso ante esa supuesta invasión de nuevas metolodogías a lo largo y ancho del país (y la ojeriza de algunos), no creo que predominen los estudiantes motivados y con elevado interés por el aprendizaje. Aún con el desigual esfuerzo realizado por profesorado, entiendo que la situación no ha variado mucho respecto a las últimas décadas.
Si nos comparamos con los tiempos de la E.G.B., ciertamente idealizados, disponemos de más medios materiales y unos ratios algo mejores. Aún así, pese a los agoreros: los libros de texto, los deberes, la repetición de contenidos y la poca conexión con el mundo cercano al alumno, parecen perpetuarse hoy en los centros educativos (salvando las excepciones). La escuela se ha convertido en una peonza que, por inercia, gira perpetuamente dibujando una trayectoria errática.
Al igual que con los servicios bancarios, las citas médicas o las compras online, el profesorado ha caído en la trampa del "sírvase usted mismo". Nos hemos atrapado en multitud de experiencias educativas presumiblemente transformadoras y bienintencionadas que han hecho poco más que ocuparnos a trompicones del alumno; a cambio de más trabajo, algo de frustración y una vuelta a lo de siempre por agotamiento. Además, surgen voces críticas que demandan esa vuelta al conocimiento, como si al resto nos gustara vivir en la ignorancia o deslumbrados por los fuegos de artificio. Y la moral parece que sigue bajando.
Para más inri, añadimos debates sobre la conveniencia del uso de dispositivos sin medir la mejora o disminución del aprendizaje, cúando son necesarios o cuándo son ineficaces. Seguimos dudando a golpe de titulares de prensa o de simples opiniones que trasladan experiencias particulares. ¿No deberían haber ya estudios suficientes para saber a qué edad o en qué actividades son provechosas las nuevas tecnologías? ¿No quereremos alimentar el espíritu crítico? ¿Dónde queda el amor a la lectura, las artes o las ciencias? Tanto marketing que fagocita nuestro salario y luego no sabemos vender nuestra materia en una sociedad cada vez más distraída, que funciona más por imposición que por convencimiento. Muchos likes pero poco les gustan nuestros contenidos.
Mientras tanto, los adolescentes y los más jóvenes viven perpetuamente mirando la hora para que termine la clase de turno. Seguimos sin saber dar respuesta a la típica pregunta: ¿esto para qué me sirve? O nos falta saber explicarlo o necesitamos cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Todo no pueden ser proyectos ni ludificación, pero tampoco debiera ser todo un libro de texto junto a unos ejercicios y un examen que te califica.
Los más sabios, estudiosos o cultos seguirán demonizando la escuela actual ante tanto experimento vaporoso que es carne de las redes pero que sigue sin transformar la educación. Muchas iniciativas puntuales y valiosas siguen perpetrándose en las aulas. Pero al final, como siempre, el alumno y la alumna aprenderán y encontrarán su espacion en la escuela según el docente que les haya caído en suerte. Seguiremos dando tiros al aire, marchando hacia delante o mirando hacia detrás, a ver dónde está o dónde se encontraba la solución a nuestros problemas de siempre.
¿Cómo motivar al alumno? Unos pocos vendrán motivados desde casa. Razones extrínsecas e intrínsecas facilitaran esa motivación deseada: entorno familiar, temor al fracaso, expectativas, intereses personales, madurez... (recomiendo leer "Descubriendo cómo funciona la motivación: las metas") Nosotros, los profesores, disponemos en teoría de más recursos que antaño. Aún así, damos bandazos, desconfiamos de los pedagogos o no queremos perder más tiempo del que nos roba la burocracia y el día a día. La autocrítica no abunda y hacemos pocas paradas para analizar si el alumno respira convenientemente desde su pupitre. Tememos la disrupción y magnificamos la anécdota soñando en aquel pasado que nunca existió donde solo habitaban atentos y diligentes jóvenes.
Y tú, ¿cómo les interesas?
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