SUGERENCIAS PARA JÓVENES DOCENTES

martes, 21 de diciembre de 2021

Los años, profesionalmente hablando, pueden darte atrevimiento por un lado (en teoría la experiencia supone sensatez) pero, por otro, te conminan a morderte los labios ante algunas inercias que la ocupación docente parece asumir. En las siguientes líneas, me aventuro a ofrecer algunas sugerencias a los profesores recién llegados a las aulas; comentarios que me hubiera gustado recibir cuando, hace ya veinte años, comenzaba con ilusión a ejercer esta profesión. En cualquier caso, disculpad mi temeridad.

 

Las nuevas hornadas de profesores cambian, al igual que lo hace el contexto social y económico del país, las prioridades son otras y los valores mutan también ante unas supuestas, pero inciertas, mayores posiblidades de empleo que ahora disfrutamos en el sector. La desmemoria también afecta a los mayores del lugar; algunos parecen haber envejecido anticipadamente y esperan con ansia una jubilación a veinte años vista. Nos permitimos incluso criticar la desidia de los jóvenes estudiantes cuando algunos parecen estar en combustión permanente exigiendo sin medida hastiados del verde pizarra. 

 

Todos miramos con ansia la llegada de cada nueva nómina o un periodo vacacional; ello no quita que tengamos motivos igual de ilusionantes para hacer un buen trabajo y tratar de disfrutarlo del mejor modo posible a pesar de los limitados recursos o la inercia de una administración educativa que funciona a cámara lenta o en modo super slow motion (como dirían ahora). Buscar esos motivos y recordarlos continuamente es una buena receta para terminar esta larga carrera docente sufriendo algún que otro tirón, sudando la camiseta, pero con aire suficiente en los pulmones. 

 

La carrera docente, para aquellos más ambiciosos, no tiene grandes perspectivas. Alguna jefatura o dirección te puede caer (¿en suerte?) pero poco compensa si estás dispuesto a hacer un buen trabajo en jornadas interminables y en un periodo vacacional más reducido. Te queda la satisfacción de una labor bien hecha, pese a no llegar a todo, pensando en el bien de tu centro educativo y sus alumnos, a cambio de un exiguo complemento y un cartel en la puerta.


Lo que si vas a necesitar es mucha perseverancia. Con los años puedes caer en la tentación del desengaño; en esos momentos es donde es necesario que encuentres el sentido de una profesión que cambia vidas, donde cada año tienes en tus manos a personas que buscan una oportunidad y en las que puedes influir positivamente en mayor o menor medida. No son tus hijos, pero trátalos como te gustaría que trataran a los tuyos. Pese a sus impertinencias, salidas de tono e inmadurez natural.

 

El afecto es también indispensable en el aula. Además de la seriedad o la búsqueda de un ambiente de trabajo y estudio en el aula, es preciso mostrar una cercanía y una puerta siempre abierta a aquellos con más dificultades. No sabemos que hay detrás de la vida de cada chaval. No juzges con ligereza la actitud o el comportamiento de un estudiante problemático. Pregunta, escucha, investiga y luego toma las medidas que creas más adecuadas después de escuchar a tus compañeros. Nunca sabemos de todo. Fuimos estudiantes, no profesores.

 

Tampoco es necesario presumir de títulos, estudios o de supuestos éxitos profesionales. La humildad y la ausencia de postureo son valores escasos en una sociedad donde la imagen prima. Tal vez deslumbres a los más ingenuos y jóvenes, pero poco aportas en un entorno presidido por ególatras. Los mejores docentes se acercan desde el sosiego, sin estruendo, sin imponer, sin miedo a ser juzgados ni temerosos de perder el poder en el aula. Mantente firme pero accesible. La mayoría de alumnos no han madurado todavía y necesitan esa formación y consejo que no siempre encuentran en sus familias. No hace falta pontificar ni criticar a una juventud que tiene los problemas de su época al igual que cada uno de nosotros tuvo los suyos. 

 

Recuerda cuando eras estudiante. No todos han nacido para ser buenos escolares o tienen interés por aprender. Provocar la ilusión o dar motivos para que se formen, lean y se acerquen a la cultura, puede ser una labor muy valiosa en sus vidas. Inténtalo, aunque no sepas cómo. Acércales tus inquietudes, aficiones, lecturas, películas, música, experiencias vitales... Todo suma y puede suponer un enriquecimiento más allá de unos apuntes o de un libro de texto.

 

Observa y acércate a aquellos colegas que conectan con sus alumnos. Conversa sobre ello y empápate de sus prácticas. Hay quien tiene un trato innato magnífico que ayuda en esa conexión incluso con aquellos alumnos más complejos. Lo sencillo es disponer de un aula y alumnos con buen comportamiento, que no alteran la convivencia, siempre dispuestos a trabajar... pero lo normal es encontrarse con todo tipo de situaciones y personalidades, que varían cada curso, y que también forman parte de nuestras responsabilidades como docentes. Cualquier tiempo no fue mejor, ni mucho menos.

 

Tus ausencias o faltas pueden repercutir en los compañeros, pero sobre todo en tus alumnos. No te escaquees, ofrécete. La disposición y la iniciativa se valoran mucho. Aunque el trabajo en equipo no es un fuerte de este empleo, organiza tus clases (siempre que puedas) teniendo en cuenta la coordinación con otros profesores y el desajuste que se ocasiona. Evita las camarillas, no tienes por qué situarte en ningún bando. Aproxímate a todos y ten personalidad propia. Los desmotivados siempre buscan refuerzos o excusas para compensar la falta de autocrítica.

 

Lee. Sobre educación y sobre lo que te apetezca. Comparte esas lecturas con tus alumnos. Si lees sobre educación filtra muchos los títulos y no caigas en las modas del momento. Asesórate bien sobre qué leer. Hay libros magníficos para jóvenes docentes o sin experiencia, para aquellos que buscan mejorar sus métodos de enseñanza y aprendizaje, o, simplemente, para acercarse a la pedagogía. No te dejes cegar por cantos de sirenas, tecnologías vanguardistas o experimentos deslumbrantes que prometen solventar todas los dificultades del aula. Replantéate continuamente tu foma de enseñar y considera tu aptitud pedagógica como en mejora permamente. 

 

Y, sobre todo, sé consecuente. No prediques ni exijas si luego no cumples. Dedica tus esfuerzos en aquello que supone una mejora para el alumno; evita el artificio y busca lo sencillo. Embárcate en todo aquello que te ilusiona aunque luego no llegues siempre a buen puerto. No pierdas el ánimo del principiante aunque pasen los años. Recuerda que cada curso puedes volver a empezar de nuevo. Ser docente vale la pena. Suerte.

 

sugerencias para jóvenes docentes

Photo by davide ragusa on Unsplash

1 comentario:

Disculpa las molestias si se demora la publicación de tu comentario. Se revisan para evitar el spam habitual. Muchas gracias.

Con la tecnología de Blogger.

.

Back to Top