Por fin vamos ya viendo el fin de un maldito curso que nos ha robado muchas horas y días junto a nuestros alumnos y compañeros; con la amargura añadida de no poder sentir la compañía de nuestros familiares y amigos, o incluso perder a alguno de ellos a causa de un insólito virus.
A estas alturas de la película, las fuerzas y las ganas de repensar el nuevo curso van ya menguando. Muchos estamos exhaustos de tanto cavilar y estar frente al ordenador impersonal tratando de gestionar correos y singulares reuniones online . Han pasado tres meses. Nos quedan ahora otros tantos para comenzar un curso incierto con un virus que acecha; pese a muchos desmemoriados que creen haber terminado, con final feliz, una novela de Stephen King.
Esperemos que la demanda de FP no sufra ningún bajón. Que ese prestigio añorado, de nuestra Formación Profesional, sea algo más que una económica propaganda por las redes. Espero también que superemos un curso próximo con más acción, instrucciones y consenso; que rebasemos las ocurrencias y esos sálvense quienes puedan que vivimos ordinariamente. Innovarán los de siempre y se esconderán camuflados los que nunca dejan de pensar más que en sí mismos. Y lo pagaremos todos con agotamiento, conflictos o un desasosiego continuo. Todo por no remar al unísono.
A la fuerza se han digitalizado muchos docentes, pese a una autoformación obligada y muchas penurias frente a un teclado que se ha convertido en ese escudero solícito que al mismo tiempo nos ha mortificado junto a su amiga la pantalla. ¡Ay, qué bien estábamos dando y recibiendo clases en el aula! ¡Qué maravillosa es la educación presencial! No hay robots que valgan ni aplicaciones que sustituyan esa riña, el nervio en la pizarra o aquel discreto cumplido que recibes ocasionalmente. Los gurús educativos deberán afrontar una temporada de rebajas y saldos para lograr vender sus fórmulas magistrales.
Oiremos aquello de esto no va a ser lo mismo que antes o esa nueva anormalidad que tal vez se quede en un gel de manos o un chócame ese codo, colega. Soy poco optimista. Los que se quitaban de en medio, seguirán en las mismas; los usureros del tiempo ajeno, continuarán pensando solo en si mismos, en su horario y su monedero; los exhaustos, volverán a terminar un curso agotados por la dedicación a tiempo completo a sus alumnos y escuela. En fin. Que volveremos a las andadas con el temor añadido de un contagio a nuestros mayores. A lo sumo, en 2021, nos habremos acabado de idiotizar montando tiktoks para dar clases online.
Como mucho, algunos soñaremos con una escuela donde la lectura, la reflexión, la significatividad del aprendizaje y el cambio educativo, vengan de la mano de un consenso donde el profesorado participe y lidere a través de aquellos más sabios y experimentados, capaces de acordar y gestionar, con sensatez y humanidad, nuestro futuro educativo. Septiembre hablará.
photo credit: Tom Raworth DSC_0130-Edit-2-Edit-Edit.jpg via photopin (license)
UN CURSO POSTCOVID
jueves, 18 de junio de 2020
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