En el caso de los alumnos, pese a la mayoría de edad de algunos, me duele ver como desaprovechan el curso y caen en un absentismo pese a la ayuda y consejos de compañeros y profesorado. Sigo sin ver qué falla en estos chavales que, o bien están mal orientados, o bien su situación personal no les ofrece motivos para seguir un curso. No tengo clara cuál es nuestra responsabilidad ante un fracaso que consume tiempo y recursos de las familias, la Administración y supone un nuevo revés vital en la trayectoria de estos jóvenes.
Podemos optar por culpabilizar al alumno o a sus familias; o incluso a un sistema educativo del que se dice que no promueve el esfuerzo como en aquellos tiempos de opulencia intelectual y cultural (léase con ironía). Muchos de los que hacen este diagnóstico suelen ser aquellos que luego van a la suya y asumen difícilmente su falta de implicación en la tarea que les ocupa. También es cierto que hacemos lo que podemos, o más bien lo que sabemos, en situaciones difíciles y ofreciendo una atención insuficiente con los recursos actuales. O quizás nos hayamos pasado experimentando.
Mirando hacia atrás, no tengo clara la receta educativa ante el pasado confinamiento y sigo dando vueltas a qué podríamos haber hecho mejor para atender al alumnado y evitar ese interés ausente. Bastante teníamos con gestionar clases, plataformas, correos, correcciones... en un entorno doméstico, en muchos casos, poco proclive para el trabajo. Nos puede haber fallado la (des)organización, la falta de coordinación, la generosidad con los colegas para compensar el trabajo, las prioridades. No sé. Hemos estados sometidos a una situación excepcional en medio de una alerta sanitaria; sin embargo, el problema viene cuando este tipo de situaciones se prorroga en el tiempo y los docentes quemados o los alumnos congelados por su inactividad académica siguen manteniendo esas inercias negativas.
Me temo que en septiembre estaremos en las mismas. Igual de quemados o motivados. Viéndolas venir y esperando instrucciones de arriba o de los costados. Se hará más difícil acercarse físicamente a los alumnos, evitar el ruido con unas ventanas abiertas permanentemente o controlar esas nuevas herramientas digitales sin miedo a cometer un traspiés que te ponga en evidencia. Y las responsabilidades seguirán siendo nuestras; forma parte de nuestra profesión y su límite es tan dilatado como personalidades hay en la escuela, pese a las normas y la burocracia del momento. Nuestra mayor certeza vendrá si trabajamos conjuntamente y asumiendo unas responsabilidades bien repartidas.
photo credit: akahawkeyefan SLOW via photopin (license)
Me temo que en septiembre estaremos en las mismas. Igual de quemados o motivados. Viéndolas venir y esperando instrucciones de arriba o de los costados. Se hará más difícil acercarse físicamente a los alumnos, evitar el ruido con unas ventanas abiertas permanentemente o controlar esas nuevas herramientas digitales sin miedo a cometer un traspiés que te ponga en evidencia. Y las responsabilidades seguirán siendo nuestras; forma parte de nuestra profesión y su límite es tan dilatado como personalidades hay en la escuela, pese a las normas y la burocracia del momento. Nuestra mayor certeza vendrá si trabajamos conjuntamente y asumiendo unas responsabilidades bien repartidas.
0 COMENTARIOS:
Publicar un comentario
Disculpa las molestias si se demora la publicación de tu comentario. Se revisan para evitar el spam habitual. Muchas gracias.