Los términos estrategia, innovación y complejidad que menciona a lo largo del libro y en la propia portada, forman parte ya de la terminología educativa con la que hoy día nos movemos. Se critica, a menudo con razón, que el mundo empresarial se ha entrometido en el mundo escolar principalmente por motivos económicos y por la oportunidad que supone este sector: "Si se cumplen las previsiones, el mercado de la enseñanza privada sumará 200.000 millones de dólares en 2020".
Pese a que los centros educativos funcionan de forma muy diferente a cualquier otra empresa, pese a que los docentes tenemos poco margen de desarrollo profesional o pese a que la gestión y dirección de los centros -principalmente en los centros sostenidos con fondos públicos- se halla muy limitada por cuestiones financieras o administrativas; tenemos posibilidades de mejora que pasan inevitablemente por la gestión del talento y la motivación de los claustros.
Marcet insiste en la importancia de la gestión del talento como un factor clave para esquivar la mediocridad de las organizaciones: "(...) una comunidad de personas de la que valga la pena formar parte. Por talento y por talante. Un espacio libre de desmotivación y de tonterías." A nivel educativo, también podríamos hablar de una escuela mediocre: "cuando la media de sus profesionales son mediocres, son poco generosos, son críticos solo con los demás, les importan poco los proyectos". En definitiva, si los docentes no se implican ni les importan sus alumnos, es indudable que la escuela está abocada a la mediocridad.
Incide también en la necesidad de líderes auténticos. Líderes con una visión clara de su organización, que creen sinergias, y que den sentido al trabajo que se está realizando. Como bien afirma, la desmotivación viene cuando los profesionales (los docentes en nuestro caso) no encuentran este sentido ni la inspiración en sus líderes. Unos líderes que reconozcan los avances, que aprenden de la gente con la que trabajan, que transmiten la convicción del trabajo en equipo, que piensen y escriban de un modo creativo. En educación este pensamiento creativo ha perdido fuerza desde el momento en el que los centros educativos nos dedicamos a copiar las propuestas metodológicas de moda sin pensar previamente en la idoneidad de las mismas para nuestros alumnos, nuestra escuela, nuestro entorno y los objetivos que buscamos.
En relación a la innovación, Xavier Marcet sostiene que debemos trabajar conociendo el escenario de futuro que anhelamos, saber hacia dónde nos gustaría dirigirnos. Luego tendríamos la planificación, para gestionar ese día a día, mientras que desde la innovación debemos explorar nuevas soluciones dentro del entorno volátil en el que ahora nos movemos. Todo ello sin perder de vista nuestra misión en un ambiente de incertidumbre: "Cuánto más cambia el entorno, más necesario es saber el propósito de nuestra existencia".
El autor también remarca la necesidad de una agilidad estratégica en las organizaciones. Tal vez, este sea uno de los puntos críticos de los centros educativos; en nuestro sector es difícil acometer cambios por formas de trabajar heredadas, falta de flexibilidad interna o culturas inmovilistas. Además, al trabajar con alumnos, debemos pensar y reflexionar mucho antes de dar ningún paso, y esto también retrasa nuestra respuesta ante el cambio. Aún así, el learning by doing sigue siendo esencial en nuestros centros y aulas para continuar acumulando conocimiento: "Lo importante no es solamente el camino recorrido, sino la habilidad para continuar recorriendo caminos conocidos o caminos que somos capaces de crear".
Ante esa necesidad de cambio, Marcet apuesta también por la desburocratización -un mal endémico en el sector educativo- , implicar a las personas a cambio de empoderarlas y aupar a las personas por meritocracia. Me quedo con esta afirmación: recuperar el espíritu y el hambre de lo que un día fueron las organizaciones. Menos métricas y protocolos y más aterrizar en la realidad en la que nos movemos.
En capítulos posteriores el autor nos ofrece fórmulas para llevar a cabo una agenda innovadora, así como los errores, estrategias (lean start-up) y el papel de los líderes en la creación de una cultura de innovación. Una cultura que debe estar basada en la flexibilidad, instalada en el cambio permanente, abierta al entorno, donde se valore meritocráticamente el talento.
Para terminar, Xavier Marcet insiste en la gestión del talento en unas organizaciones donde se promueva el crecimiento y el potencial de las personas: "Las empresas crecen cuando saben ser plataformas para hacer crecer a las personas. No puede haber una progresión infinita de sueldo y responsabilidad, pero crecer, como personas y como profesionales, va más allá del sueldo y del título de nuestra tarjeta de visita".
En definitiva, en este libro podemos encontrar recetas, trasladables y adaptables en algunos aspectos, para hacer posible ese cambio educativo que muchos buscamos desde nuestras aulas y centros educativos. Un cambio que debe venir intrínsecamente acompañado de una mayor inversión en recursos materiales y humanos por parte de la Administración educativa y sus responsables políticos, pero que necesita además una gestión valiente, flexible y eficaz de las personas que forman nuestros centros educativos.
Finalizo con una frase del libro que resume muy bien la importancia de la autenticidad como freno a esa mediocridad que nos amenaza:
"Las organizaciones auténticas serán aquellas en las que las cosas tienden a ser verdad. En cambio, aquellas organizaciones donde las propuestas de valor y las convicciones sean a medias no podrán esquivar la mediocridad".
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