Los que bregamos en el aula con jóvenes somos conscientes que una gran parte de nuestra energía se dedica a la gestión de conflictos, a tratar que el alumno atienda, a moderar ciertas actitudes o a tratar simplemente que el alumno sea consciente de la necesidad de aprender y respetar a los demás. Controlar los contenidos, al fin y al cabo, es una mera cuestión de dedicar tiempo en su preparación.
Cada cierto tiempo nos invade la sensación de que los alumnos de hoy en día están peor educados que nunca, que no conocen la cortesía y la urbanidad debida, o que están en las aulas por obligación. Una sensación que nos hace pensar en respuestas coercitivas o castigos de diversa índole: “Hay que recuperar la disciplina y la autoridad en la escuela”. Así andamos hasta que llegan otros tiempos donde el aula debiera ser una especie de jauja para docentes y alumnos, donde no cabe el sufrimiento ni el exceso de trabajo. O para no ser dañinos... "Profesoras contra la pedagogía tóxica". Y así andamos, etapa tras etapa, moda tras moda, con una estrategia poco definida y tratando siempre de acompañar a los tiempos educativos que vivimos.
Ya son más de quince años pisando el aula, con 24 horas lectivas cada semana, viendo pasar a chavales, jóvenes y alumnos adultos con diferentes intereses, orígenes y necesidades diversas. Sigo sofocándome con las impertinencias puntuales de algún alumno (siempre una minoría), vistas siempre como una parte más de mi trabajo. Sin embargo, cada curso tengo más clara la respuesta que debemos dar como docentes. Es imprescindible amoldarnos al alumno, al grupo; buscar respuesta en nuestro carácter (principalmente en nuestras virtudes personales -muchas o pocas-) y tratar siempre de empatizar con el chaval por mucho que nos cueste una subida de tensión. Luego, en casos siempre más graves, nos quedan otro tipo de acciones que debieran ser consensuadas por el equipo docente.
Hay profesores que tienen innata esa capacidad de empatizar, mientras que otros nos lo debemos currar mucho más para llegar al alumno a través de la vitalidad, el buen humor, unos contenidos adaptados a su contexto y más actuales, o buscando siempre lo mejor para el alumno. Lo mejor para su futuro y pensando que siempre queda algo de lo que hablamos y trabajamos en el aula. No hay mejor muestra ni satisfacción que la que te da un antiguo alumno que ha continuado con estudios superiores o está felizmente empleado.
Está claro que no existen fórmulas magistrales para acabar con la modorra en clase de algunos alumnos, evitar las respuestas inadecuadas o las desconsideraciones, controlar el uso inadecuado del móvil o con hacer frente a otras cientos de acciones disruptivas que padecemos casi diariamente. No hay ninguna aplicación ni herramienta TIC que anule, detenga o compense la falta de motivación o de actitud de muchos alumnos. Me gusta aplicar, para estos casos, la frase de @yoriento: "Motivación no es tener ánimo, motivación es tener motivos. Encuentra los tuyos." Debemos facilitar que cada alumno encuentre los suyos; aunque no sea este curso, tal vez el próximo, acabará encontrándolos. Mientras tanto, paciencia, implicación y seamos optimistas.
photo credit: chrisjohnbeckett Changing of the guard, Tomb of the Unknown Soldier, Red Square, Moscow via photopin (license)
SOBRE DISCIPLINA Y MOTIVACIÓN EN EL AULA
lunes, 12 de febrero de 2018
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