El lenguaje y las formas, además del fondo del asunto, puede significar mucho más de lo que parece. Tal vez podríamos pensar en sustituir el nombre de Formación Profesional por otro como Educación Profesional, Enseñanzas Profesionales, Formación Técnica, Aprendizaje Profesional... Para eso están los expertos en naming que seguro podrían dar con una denominación nueva para la FP con el fin de quitarle algún que otro estigma y dotarla del un valor añadido más.
De todos modos, antes de llenarnos la boca con ese prestigio deseado, los responsables políticos pueden llevar a cabo muchas medidas de apoyo. Más allá de organizar encuentros de FP, lo cual celebro, es básico un apoyo real y económico a esta etapa educativa. Es importante la presencia de los máximos responsables educativos a todos estos actos, su apoyo verbal a los docentes y la motivación de unas plantillas cada vez más sobrecargadas de trabajo y de necesidades de formación; por no hablar de la necesidad de fomentar sinergias y respaldar por igual los centros públicos y aquellos sostenidos con fondos públicos (concertados); ya que carece de sentido no apreciar y servirse de todos los profesionales que llevan décadas dedicándose a la formación profesional. ¡Cuánto echamos de menos un Jorge Arévalo en muchas comunidades autónomas!
Es también evidente que nuestra FP, ya sea en el modelo clásico con su Formación en Centros de Trabajo (FCT) o con su modelo Dual, necesita además de un posible cambio de denominación, una reflexión sobre el modelo y una inversión real para llevarlo a cabo. Ya se escucha en diversos foros (ver tuit a continuación), hablar sobre la idoneidad de aumentar la FP a tres cursos; de modo que no se pierdan horas lectivas en el centro educativo -como ocurre en el caso de la FP Dual o en Alternancia- y se respete el aumento de horas de formación y aprendizaje en las empresas.
— Luis Saratxaga (@LuisSaratxaga) 6 de noviembre de 2016
Tener claro el modelo de FP, los recursos a invertir, las metodologías más idóneas para esta etapa educativa, valorar en su justa medida a los docentes que crean e innovan en la formación de los alumnos, invertir en recursos materiales actualizados, así como promover una interconexión real del mundo empresarial con los centros educativos, debiera ser una prioridad en la política educativa del país. Porque podemos cambiar el nombre a la Formación Profesional, sin embargo, sus docentes seguiremos siendo los mismos; por favor, escúchennos a todos.
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