Aquello de que el cliente siempre tiene la razón parece que pasó a mejor vida. Puede resultar algo anticuado para algunos, pero la cortesía, amabilidad o buena disposición a la hora de atender a un cliente debiera ser materia obligada no sólo en cualquier ciclo de Formación Profesional sino en todas las etapas educativas.
No voy a entrar tampoco en aquello de si mis alumnos son mis clientes o no. Creo que no necesito considerarlos como tales, sino como iguales a los que tratar como a mi me gusta ser tratado. En el caso de los que formamos a futuros profesionales, independientemente de la familia profesional, lo normal es que deban en algún momento enfrentarse a una situación donde lidiar con clientes. Unos clientes de muchos tipos: amables, impacientes, groseros, exigentes, inconformistas, sabelotodos, agradecidos, problemáticos, impertinentes, generosos...
Cualquier de nosotros ha vivido situaciones donde ha sido mal atendido, donde la empresa vendedora no ha satisfecho nuestras expectativas, donde sólo deseábamos una solución, una compensación o una alternativa al problema con ese producto o servicio adquirido. Unos problemas que en cualquier ámbito profesional pueden darse, ya seas técnico en un almacén, diseñador, electricista, administrativo, comercial, cocinero, maquillador, informática, realizador audiovisual, dietista, auxiliar de enfermería, animador o encargada del mantenimiento de vehículos.
Que nuestros alumnos sean respetuosos, que no pierdan los nervios, que ofrezcan soluciones y sean diligentes o que sepan trabajar con las normas básicas de cortesía en el cara a cara, por email o por teléfono, puede ser más relevante que cualquier otra competencia técnica de un módulo profesional. La diferencia de una buena o mala empresa, de un servicio de calidad o deficiente, radica a menudo en esa cuidada atención al cliente.
Creo que desde cualquier módulo profesional podríamos trabajar esa atención al cliente. Trabajar en un ambiente distendido con los alumnos no significa que no consideren unas normas básicas de educación que deberán aplicar con sus compañeros de aula o de trabajo, así como con los clientes o proveedores de la empresa u organización donde estén empleados. Y, ¿qué podemos hacer en el aula? Cualquier detalle o momento es bueno para hacer hincapié en el trato al cliente: la forma de dirigirse a un compañero, disculparse cuando uno llega tarde, comer o no durante una conversación, el modo de saludar o sentarse cuando se trabaja o recibe a una persona, el uso del móvil, el lenguaje no verbal, el autocontrol de las emociones en situaciones de estrés, las disculpas cuando metemos la pata, etc.
Aquel "Manual de urbanidad y buenas maneras" de Carreño está ciertamente desfasado, pero ello no quita que sigamos insistiendo en la importancia del trato en nuestras relaciones profesionales. Unas relaciones profesionales que se cuidaban muy bien desde el módulo de Relaciones en el Entorno del Trabajo (RET) que se impartía en algunos ciclos y que pasó a mejor vida con la LOE. Unas relaciones que, como profesionales y docentes, podríamos atender o preservar siempre mejor a lo largo de nuestra singladura laboral y vital.
En cualquier caso, la obligada cortesía, no puede impedir que sigamos acercándonos más al alumno, que lo valoremos y seamos exigentes al mismo tiempo, que podamos tener un trato menos encorsetado y más estrecho, que continuemos valorando y apreciando a cada uno de los alumnos que atendemos en el aula.
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ATENCIÓN AL CLIENTE EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL
domingo, 2 de octubre de 2016
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