Parece evidente que la educación y la Formación Profesional va a seguir dependiendo de los vaivenes políticos, elecciones y las distintas ideologías que gobiernan ahora y en un futuro nuestro país y sus comunidades autónomas. Da la sensación que la FP se ha convertido en una frase más del argumentario político y no se quiere apostar verdaderamente por un modelo consensuado, realista y atrevido. Porque la realidad nos da a entender justo lo contrario de lo que se pregona, pero a su vez no costaría tanto lograr esa mejora deseada.
Es triste que los centros educativos no puedan realizar planes a medio o largo plazo porque dependen de la estabilidad de unas plantillas con demasiados interinos en los centros públicos o de la falta de flexibilidad de los centros concertados que no pueden ofertar títulos nuevos ante las incertidumbres que destilan las administraciones públicas.
No sería tan complicado apoyar a los centros de Formación Profesional dando un soporte, no sólo económico, sino a través de estímulos que favorezcan la flexibilidad en las titulaciones, cierta libertad en los módulos a impartir, propuestas metodológicas actuales, un mayor contacto del profesorado con el mundo productivo y empresarial, así como una formación dual real a través de becas o salarios para los alumnos. Un apoyo que tenga como base un modelo definido y consensuado entre los diferentes sistemas de FP que funcionan en cada comunidad autónoma.
Seguir priorizando la necesidad de unas competencias lingüísticas del profesorado, a través un nivel de inglés y una supuesta capacitación sobre todas las demás cuestiones, me parece un error de base. Encuentro mucho más relevante que el profesorado pueda seguir actualizando su formación técnica y pedagógica o su experiencia profesional, sin menospreciar la necesidad de que nuestros alumnos adquieran un buen nivel de inglés técnico sin necesidad de trabajar la gramática básica.
También sugeriría incentivar la relación entre centros de formación profesional, a nivel público y concertado, espacios donde compartir buenas prácticas e instrumentos que doten a la FP de centros de referencia donde todos podamos aprender unos de otros. Es evidente que la existencia de centros concertados es una necesidad, no tan sólo para evitar el asfixie económico y mantener la oferta formativa de dichos centros, sino también para evitar la pérdida de unos conocimientos y formas de trabajar que se han ido gestando a lo largo de muchas décadas.
No podemos perder más tiempo en enfrentamientos entre una y otra red, pública y concertada, sino más bien debiéramos fijar la atención en un modelo claro de Formación Profesional, exigente con todo el profesorado pero con estabilidad en las plantillas docentes a la vez que con una mayor flexibilidad en los currículos de cada ciclo formativo. Se necesitan centros con recursos que puedan aportar un aprendizaje actual y diferenciado a cada alumno; unos alumnos que necesitan estar a la última tecnológica y técnicamente con la ayuda de un profesorado motivado, implicado y con una misión clara que le traslade su centro educativo y las administraciones públicas. Se precisan centros con recursos y sin constantes cambios de rumbo, a causa de la política educativa, que no hacen más que perjudicar la docencia del profesorado.
Si no tenemos claro hacia donde vamos, considerando a todos los sectores implicados -centros educativos, docentes, empresas, administración- difícilmente podremos establecer un modelo de Formación Profesional avanzado que pueda asumir los cambios actuales y las necesidades que demandan los sectores productivos de cada región.
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miércoles, 4 de mayo de 2016
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