Que existen corrientes que buscan el cambio educativo es una realidad innegable. Que hay docentes innovadores esparcidos por las aulas es fácilmente comprobable a través de las redes. Que la gran mayoría de centros educativos arrastra una pedagogía retro es, desafortunadamente, otra realidad con la que convivimos (unos mejor que otros).
No tengo ni idea a donde nos llevan los vertiginosos cambios tecnológicos y sociales que hoy vivimos. De lo que estoy seguro es que la escuela debe no sólo adaptarse a ellos, sino también ser una parte fundamental del cambio; y no lo estamos siendo. Nos dejamos arrastrar por modas, el mercantilismo tecnológico o un mal llamado marketing que acaba resultando más fachada que otra cosa.
Echo en falta una escuela que cree tendencia. Una escuela que, junto a las familias, sea un espacio conformador de valores de convivencia que se reflejen posteriormente en el mundo laboral. Una escuela que sea un espacio humano por encima de todo. No podemos tener una escuela donde las buenas intenciones se queden en un mural de cartulina que se despega fácilmente en cuanto comienza el alumno su vida profesional.
Para ello, debemos ponernos por delante del mercado, de las herramientas tecnológicas disponibles -que son complementarias- y de las múltiples competencias que se demandan laboralmente. Como docentes podemos ser más transgresores, valientes, decididos o disruptivos. No podemos seguir haciendo más de lo mismo, sometidos a un libro de texto, a lo que se ha hecho toda la vida; exámenes y cuatro actividades complementarias. Crear, hacer pensar, discutir. Todo menos seguir dejando la iniciativa a políticos o comerciales.
En el marco de las leyes educativas tenemos espacio para llevar esta iniciativa. Pese a reválidas, recortes y falta de consenso, hay espacio para transformar el aula en un lugar diferente, lejos de la competitividad insana, los rankings o jornadas escolares estresantes. ¿Cómo hacerlo? No tengo la respuesta, pero hace falta mucha pedagogía para con las familias, los docentes y los equipos directivos que deben ser los impulsores -de común acuerdo y con pleno convencimiento- de esta transformación.
No podemos seguir instalados en escuelas retro donde se siguen métodos de hace más de cincuenta años, ni escuelas vintage, donde pese a las tablets o pizarras digitales, se sigue evaluando y tratando de enseñar como a principios del siglo pasado. La modernidad pasa por escuelas que sean únicas para cada alumno, donde el proyecto de centro suponga un trabajo en equipo y a la vez una tarea diferenciada de cada docente; donde las emociones y la humanidad impregnen todo el proceso de enseñanza y aprendizaje.
photo credit: Cycle Messenger via photopin (license)
ESCUELA DE FUTURO O EDUCACIÓN RETRO Y VINTAGE
domingo, 1 de noviembre de 2015
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