Es ya un buen momento para hacer balance de los propósitos realizados a principio de curso: los cumplidos y los incumplidos. Es hora de evaluar la práctica docente, tanto a nivel personal como profesional. La autoevaluación y autocrítica son imprescindibles en ese proceso interminable de mejora educativa en el que todos debiéramos estar inmersos. Es sano pegar un vistazo a esas fotos antiguas para ver cómo estamos envejeciendo profesionalmente hablando.
Es fácil, si tu autoestima lo permite, vanagloriarse del esfuerzo propio pese al número excesivo de alumnos, pese a las demasiadas horas lectivas, pese a los fallos en los recursos técnicos... Pero es menos habitual hacer balance de todos nuestros errores que van en detrimento de ese aprendizaje memorable que debiera ser una meta común de los docentes. El qué bien lo hacemos todo sólo lleva al inmovilismo.
Hace ya más de un año me planteé una serie de propuestas para mejorar el curso. De todas ellas, podría decir que he logrado: sensibilizar sobre la identidad digital del alumno, dar un uso más académico y profesional a los dispositivo móviles, ampliar el PLE del alumno, motivar la lectura de libros -no de texto-, y dedicar más tiempo al alumno y menos a las herramientas TIC. Incluso estoy ampliando mi formación a través de la práctica real en una empresa ligada al sector de mi familia de Formación Profesional.
Por otro lado, he fallado al no abordar la autoevaluación ni la coevaluación del alumnado. Veo necesario profundizar en nuevas fórmulas para evaluar al alumnado dedicando más tiempo a esta labor y seguir insistiendo en el valor residual de los exámenes finales. No podemos hablar de innovación y continuar con unas calificaciones basadas en una media ponderada de unos exámenes parciales escritos.
Otro aspecto, a mejorar personalmente, continúa siendo la búsqueda de motivación del alumnado. Preciso alternativas para mejorar el ambiente de trabajo en el aula, resolver conflictos y mejorar el respeto requerido. Todo ello sin perder una exigencia de esfuerzo por parte del estudiante.
También queda pendiente la apertura del aula a otros compañeros de escuela. La apertura virtual, a través de Internet, está más que conseguida a través de nuestro blog de aula o de la web personal docente. Ahora es necesario conocer de primera mano la realidad de otros colegas y promover su entrada durante las clases.
A todos estos incumplimientos cabría añadir nuevos propósitos para el curso próximo: gestionar mejor la disrupción y la falta de atención en el aula, trabajar más lo valores, investigar nuevas herramientas TIC y TAC, mejorar la comunicación con el alumno y promover el cambio educativo no sólo a través de las redes sociales.
Como cada año, el curso próximo se antoja lleno de retos, éxitos y más de un fracaso. Eso sí, siempre nos quedarán los alumnos para seguir disfrutando de este trabajo.
Como cada año, el curso próximo se antoja lleno de retos, éxitos y más de un fracaso. Eso sí, siempre nos quedarán los alumnos para seguir disfrutando de este trabajo.
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