Hacía tiempo que no tenía que tomar mi dosis prescrita de Pacientín 500. Un tratamiento inocuo e indoloro, pero imprescindible en todo docente. Las faltas de respeto, la altivez, la dejadez o la impertinencia pueden hacer que perdamos los nervios en un mal día.
No caeré en aquello de "antes los jóvenes eran más respetuosos con los mayores o en el aula". Afirmación a todas luces falsa. Falsa porque, desde el origen de los tiempos, la inmadurez conlleva soberbia, imprudencia y ganas de desafío a la autoridad.
Me encanta la película de Sidney Poitier, "Rebelión en las aulas", una película ambientada en Londres, en los años 60, donde los jóvenes de un instituto destacan por su mala educación. Maleducados, sin mal fondo, que necesitan mucha mano izquierda. Como siempre ha sido.
Ganarse el respeto de ciertos alumnos cuesta. Somos los enemigos. Su vara de medir difiere mucho de la nuestra. Conjugar respeto con confianza es harto complicado. Valorar y ser valorado es una tarea con un tira y afloja constante. Me gusta la definición de respeto de la RAE como "consideración, deferencia". Ser considerado con los compañeros y profesores. Tener deferencia o ser cortés con los demás. Algo básico que no se adquiere en dos días y menos aún con la constante presión de las programaciones, contenidos, la escasa conciliación familiar, los medios de comunicación, etc, etc.
Habrá que seguir insistiendo, aún a riesgo de sobredosis de Pacientín. Seguir insistiendo en que profesores y alumnos somos todos personas. Que nos debemos un respeto y nos podemos disculpar sin miedo a perder autoridad.
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