La señora doña Prudencia está algo ausente últimamente. Parece que jóvenes, y no tan jóvenes, tienen poca relación con ella. No se hablan ni se miran. Se ignoran olímpicamente.
No es difícil conocer casos al respecto. Mucho daño han hecho los realities en televisión con la manida frase de "es que yo soy así". Parece que todo vale a la hora de expresar las opiniones en público. No nos reservamos el derecho a juzgar al compañero, cliente o conocido, en privado.
Alumnos que critican a sus compañeros en público o incluso a otros docentes delante de su profesor. Profesionales que despotrican en voz alta de clientes o colegas. Gente que se atreve a juzgar en las redes sociales cuestiones personales de personas privadas.
Y doña Prudencia ahí sigue, sola. Parece que esta sociedad líquida nos lleva a pensar cada vez menos lo que decimos. Que eso del petit comité es cosa de dinosaurios. Que no tiene consecuencia alguna o no puede hacer daño nuestro parecer.
Mal lo tenemos en el aula con la influencia negativa de los medios de comunicación y con esa competitividad que se respira por todas partes. Doña prudencia y el señor respeto debieran ser ineludibles en ese currículum invisible que pretendemos transmitir.
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