Recientemente, tras un correo de mi compañera Carmen - @carmenbenlloch1 - sobre "el valor de las cosas pequeñas" y alguna que otra conversación con mis alumnos, me doy cuenta del poco aprecio que hacemos a lo recursos con los que trabajamos. Ya sean escasos o abundantes, caros o baratos.
Desde el valor de un lápiz, unos folios, la electricidad que gastamos al cargar nuestro móvil o portátil, la tinta de la impresora o fotocopiadora, hasta el disfrute de los equipos informáticos o el mobiliario del aula. Parece que todo sea gratis. Que no lo pague nadie. Que la matrícula lo cubre todo. Además, siempre tienen la culpa otros cuando falla aquello que necesitamos.
El resto de mortales no nos quedamos muy atrás. El valor de lo público está infravalorado. Lo de todos acaba siendo de nadie. Y nadie lo cuida. Nos hace falta aprender mucho de otras culturas donde el respeto a lo común es una regla básica de convivencia. Lo público o lo ajeno se cuida más que lo propio.
Cuando no tenemos lo que necesitamos, siempre nos queda adaptarnos y tratar de solucionar el entuerto. La protesta automática conlleva pocos réditos. Aprender a valerse por uno mismo es una de las mejores enseñanzas que podemos dar. No quejarse y actuar. Pero, sobre todo, valorar lo que tenemos, empezando por lo más nimio.
photo credit: kharied via photopin cc
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