NO USES LA IA EN EDUCACIÓN

miércoles, 23 de julio de 2025

NO USES LA IA EN EDUCACIÓN

 

Maticemos el título de este artículo. Ya sé que si no haces uso de la Inteligencia Artificial no eres persona de este tiempo y estarás perdiendo un sinfín de oportunidades que tu alumnado merece conocer y que, pese a la galopante contaminación que provoca, es inevitable; a pesar de esas múltiples consideraciones éticas que citamos pero desdeñamos desde el momento en que nos damos de alta en cualquiera de las herramientas del momento que buscan nuestra atención y datos con ánimo de lucro. Perdón por la longitud de esta proposición: cojo aire de nuevo. 

 

No hacer uso de la IA en el aula o fuera de ella es equivalente a luchar contra molinos generadores de texto e imágenes escurridizas que sabemos tienen la batalla ganada. El problema acontece cuando consumimos IA generativa al estilo fast food educativo donde ni el proveedor del aprendizaje (el docente) ni el consumidor habitual (el estudiante) contemplan su proceso de elaboración. Todo vale si está rico. Nos hemos rendido a una IA en forma de vending (interesante artículo al respecto de Owen Matson) sin acordarnos de esa motivación que nos llevó a diseñar actividades de enseñanza y aprendizaje poniendo el foco en unas metodologías activas que ahora pueden acabar desactivadas. Como sostiene Matson, hemos pasado de poner el centro de la educación en un o una docente que transmitía información de un modo unidireccional, a basar el aprendizaje (o lo que ahora sea) en unas herramientas que generan contenidos y ofrecen retroalimentación gracias a unos algoritmos avanzados. Del chef supremo a la thermomix

 

La educación es poco amiga de la celeridad. Sin embargo, bien sabemos que ahora cualquier tarea académica puede ser resuelta con cierto crédito en tan solo unos segundos. Optimizar nuestro tiempo y esfuerzos es algo connatural a la mayoría de seres humanos que ahora, con esta IA en progresión constante, nos lleva a tomar atajos para avanzar en nuestra formación, y no siempre en nuestro aprendizaje. Diseñar tareas que no puedan ser resueltas con ayuda de la IA se ha vuelto literalmente imposible. Más allá de retomar exámenes escritos u orales sin la ayuda de dispositivos digitales, procede reflexionar cómo podemos favorecer los procesos cognitivos del alumnado. No es sensato demandar contenidos que bien sabemos se generan sin ese esfuerzo mental que las lecturas o los diálogos enriquecen personalmente. ¿Por qué tenemos tanta prisa en conseguir unos resultados que no permanecen? 

 

No usemos siempre la IA. Es necesario limitar su uso, conocer su funcionamiento y educar sobre sus posibilidades y riesgos. Cuando diseñamos tareas o programamos sesión de clase, debemos contemplar momentos iniciales donde no se permita el uso de la IA. Es necesario sentar ciertas bases antes de comenzar a generar resultados haciendo uso únicamente de unos materiales que hay que comprender o de unos conocimientos previos que hay que ordenar para seguir avanzando. Luego, teniendo en cuenta ciertas pautas, puede ser deseable contrastar o añadir aquellos contenidos que la IA genera. Los estudiantes deben ser conscientes del sentido de esta forma de trabajo y de las bondades que conlleva un esfuerzo de comprensión y razonamiento sin necesidad de alimentarse de datos procesados. Difícil tarea la nuestra.

 

Como docentes, tenemos ahora la ocupación de ser más selectivos que nunca con los contenidos trabajados en el aula, además de ser capaces de generar situaciones de aprendizaje verdadero donde no importe demasiado el producto final sino que cultivar y cocer a fuego lento unos ingredientes (a pesar de los aditivos) sea la mejor forma de adquirir conocimientos con sentido educativo. Podemos perpetuar la farsa a la hora de programar, seguir cocinando porcentajes, copiando y pegando de la IA o plagiando sin rubor contenidos para cumplir con los procedimientos escolares obligados; sin embargo, no cometamos el error de facilitar una educación anodina donde importen más los prompts que el pensamiento. En caso contrario, no nos echemos las manos a la cabeza cuando los alumnos tengan dificultades para comprender textos, no sepan distinguir la desinformación o sean carne de cañón de los desalmados de siempre. 

 

Foto de Zhouxing Lu en Unsplash

SIMPLIFICAR LA EVALUACIÓN EN FP

lunes, 21 de julio de 2025

 


 

Según la RAE,  SimplificarHacer más sencillo, más fácil o menos complicado algo.

 

A menudo nos complicamos nosotros mismos las obligaciones docentes. Una de las responsabilidades del profesorado, habitualmente la menos grata, nos obliga a evaluar a cada uno de nuestros estudiantes. Ahora, con el nuevo sistema de Formación Profesional, y con esa evaluación formativa que no siempre tenemos clara, nos hemos enzarzado con esos múltiples resultados de aprendizaje (RA) y criterios de evaluación (CE) que en teoría deben ir ligados a una serie de unidades didácticas y que podemos ponderar y calificar según nuestro criterio profesional. Hasta aquí todo bien. 

 

El problema aparece cuando en lugar de centrarnos en el aprendizaje y en qué nos aportan los RA, cómo alcanzarlos y de qué forma podemos actualizarlos para que nuestros alumnos sean más competentes en su sector, centramos nuestros esfuerzos en diseñar una programación y una evaluación que justifique cada paso de una forma exhaustiva y mediante un sinfín de porcentajes. ¿Son necesarias esas hojas de cálculo donde se cruzan multitud de datos que el alumnado comprenderá con dificultad y que a muchos docentes les ocasionan inseguridad? Dudo que de este modo vayamos a mejorar la enseñanza. 

 

Volvamos al concepto de evaluación formativa. Su introducción en la FP tiene sentido cuando convierte la información sobre el aprendizaje en acciones de mejora aquí y ahora, fomentando la autorregulación del alumnado y haciendo que la enseñanza responda a las necesidades reales que van surgiendo en el aula. Sin embargo, como es habitual, nos focalizamos en esa otra evaluación, la sumativa, donde interesa una calificación final que se obtienen a través de una serie de fórmulas más o menos complejas. La nota de toda la vida y por la que más preguntan nuestros queridos alumnos.

 

Así que ahora, y para no variar, andamos enfrascados en cómo se obtiene esa calificación final de cada módulo teniendo en cuentas los distintos RA que lo componen; en lugar de ese modelo "clásico" donde se califica normalmente a partir de las notas obtenidas en cada evaluación y en función de una serie de unidades didácticas o temas clasificados por contenidos. Ahora, un error de conceptual o simplemente por comodidad, nos lleva a camuflar esas unidades didácticas para luego simplemente renombrarlas o esconderlas tras esos RA que nos exige el currículo oficial. Cuando, en teoría, debiéramos transitar hacia un modelo donde la calificación del módulo se obtenga a través de la valoración ponderada de cada uno de los RA que lo forman y que a su vez contienen esas unidades didácticas mencionadas. De este modo normalizaríamos los currículos oficiales de esta FP que transita desde los grados A hasta los grados E

 

La normativa y el lenguaje educativo poco ayuda al docente. Consultando esta guía para elaborar el proyecto curricular de un ciclo formativo en la Comunitat Valenciana, y a pesar de la buena intención, puede resultar desesperante como ayuda para configurar la evaluación del ciclo o módulo correspondiente. Si nos metemos a programar la evaluación de un ciclo, trabajando de un modo intermodular, la complejidad es aún mayor. Por todo ello, es imprescindible simplificar porcentajes y fórmulas, centrando nuestro tiempo en el diseño de tareas, pruebas, prácticas o instrumentos que faciliten tanto la evaluación formativa como la sumativa. Podemos para ello plantear una auténtica evaluación formativa y continua que facilite información al estudiante para su progreso personal. No es conveniente mantener esa parcelación de los módulos donde incluso se suspendía a un estudiante por no superar un tema. Las evidencias (pruebas, ejercicios, portafolios, tareas...) acumuladas a lo largo del curso certifican el logro de los aprendizajes necesarios de cada módulo y ciclo formativo. 

 

En mi opinión, debemos pasar a un modelo donde de una forma clara, tanto los docentes como el alumnado, puedan ver cómo se obtiene su nota poniendo en valor los aprendizajes obtenidos. Debemos ser capaces de seleccionar los contenidos más valiosos relacionados con cada RA para no convertir la programación en una carrera simulada donde sabemos que nadie va a ser capaz de llegar a la meta. Ahora, con la disminución de la carga horaria de muchos módulos profesionales, es todavía más improbable alcanzar esos RA que solíamos delegar en unos libros de texto imposibles de terminar. Las normas están para ser cumplidas, pero considerando su espíritu para que no acaben siendo un mero trámite de cara a la galería.

 

La nueva FP nos incita a ser capaces de coordinar módulos e introducir esas otras competencias que se añaden o transforman con el tiempo: digitalización, la sostenibilidad, el emprendimiento, la comunicación o ese pensamiento crítico que no siempre sabemos cómo trabajar en el aula pese a la importancia que le concedemos públicamente. Aunque también indica que es necesaria una dotación de recursos. No nos liemos con esas décimas y porcentajes que bien sabemos no son relevantes para alcanzar aprendizajes. Deberíamos perder el tiempo, aún más escaso el próximo curso, replanteándonos el trabajo en equipo de los docentes junto a la actualización y/o estudio de los módulos asignados. Si bien para ello hacen falta pautas claras y comunes para evitar incongruencias y quebraderos de cabeza del profesorado. Simplifiquemos.

 

Foto de Maxwell Dugan en Unsplash

LA RUTA HACIA LA NUEVA FP: PRIMEROS PASOS

jueves, 10 de julio de 2025

 


 

El problemático curso 2024-2025 ya ha concluido. Seguramente pasará a ser aquel curso donde, con cierto escepticismo, arrancó un nuevo sistema de Formación Profesional que venía a transformar íntegramente una FP en boga. De momento, nos hemos tenido que enfrentar a más faena de la habitual con prácticamente los mismos recursos y desde visiones distintas según cada comunidad autónoma. Ahora, con un nuevo curso a la vista, donde se deben implantar todavía muchos cambios previstos por la nueva ley de FP, podemos comenzar a valorar el camino andado. 

 

En mi opinión, a nivel docente todavía queda mucho por cambiar. Los centros educativos y sus claustros pueden ser muy diferentes, tanto por las titulaciones ofrecidas como por la cultura educativa que atesoran; sin embargo, todos precisan una líneas de actuación que marquen el rumbo hacia esa FP que se supone debe avanzar hacia la innovación, la investigación aplicada, el acercamiento a las empresas, la inclusión y la internacionalización; además de en el uso de metodologías activas y una evaluación formativa que facilite los aprendizajes. No nos quedemos en la superficie. No es sensato poner solo el esfuerzo en unas programaciones complejas con decenas de ítems y porcentajes, o en esos nuevos módulos que deben entenderse como un avance hacia la actualización de los ciclos, tanto a nivel digital como en relación a una sostenibilidad bien planteada. Convertir un proyecto curricular del ciclo en un galimatías que no nos creemos significa perder un tiempo precioso para otros menesteres.

 

Bien sabemos que la administración educativa se mueve con un exceso de parsimonia, por no decir otra cosa; y que si a ello le unimos lo costosos (en tiempo y dinero) que resultan los cambios en la forma de enseñar y en las competencias a actualizar, el viaje se nos hace todavía más pesado. Me temo que nos movemos demasiado a trompicones y sin unas reglas de juego claras que nos permitan diseñar el recorrido más óptimo para mejorar lo que hasta ahora ofrecíamos al alumnado y a las empresas. Tal vez, además de modificar el sistema de FP también deberían cambiar las estructuras, a menudo viciadas, donde se deciden esas normativas, se gestionan los recursos y se marque una ruta atrevida pero planificada con ilusión y conocimiento de las aulas y las empresas.

 

Percibo además cierto desencanto con estos cambios obligados, así como por los que están al llegar. Mantener la motivación del profesorado es vital si queremos progresar realmente y no caer en una transformación únicamente estética. Como siempre, sin recursos suficientes y adicionales no hay  modernización alguna. A pesar, desde luego, de que los esfuerzos extras seguirán siendo necesarios estos primeros cursos. Todo ello no quita que dejemos de autosabotearnos con mil y un requerimientos burocráticos o reglas de complicado entendimiento. Creo además que se ha hecho poco por comunicar el sentido de todos estos cambios junto a un día a día que nos nubla el entendimiento por falta de tiempo.

 

Este curso ha terminado de explotar el furor por la inteligencia artificial. La dichosa IA se ha entrometido, con mayor o menor acierto, en todas las tareas que desempeñamos como docentes. El proceso de enseñanza y aprendizaje esta mediatizado por una IA que unos abrazan sin rubor alguno mientras que otros la reciben con cierto recelo. Al igual que con los consabidos cambios de la FP, la IA se está adoptando de modos muy distintos y una mirada no siempre crítica. Evidentemente, la multitud de herramientas que ofertan una IA generativa, nos pueden facilitar multitud de tareas a la hora de diseñar programaciones, idear actividades o buscar esa deseada autonomía del estudiante. Nos hartamos de mencionar las cuestiones éticas de su uso, pero, a decir verdad, son anecdóticas las iniciativas reales al respecto; todos probamos, suministramos datos e incluso damos habitualmente por cierta la información generada. Es imprescindible un replanteamiento continuo de la evaluación y del tipo de tareas que llevamos a cabo en el aula. Apostar por un andamiaje en el uso de la IA y unas normas claras de uso, podrían ser unas buenas compañeras para esta desconocida travesía donde el significado de ser competente está en entredicho.

 

Un aspecto que suscita poco interés, aunque a menudo da titulares, hace referencia a la escasa comprensión lectora o competencia escritora del alumnado; una capacidad que presumiblemente seguirá decreciendo gracias a esa IA seductora e impersonal. Ahora, más que nunca, debemos leer en el aula para dotar al alumnado de las herramientas necesarias que le ayuden a entender un mundo que no solo debemos estar bajo el mandato de la productividad y de esa cultura de la imagen que favorece la superficialidad. Seamos auténticos. Nuestros jóvenes necesitan, además de nuestra empatía, recursos profesionales donde la educación digital, los valores universales o la salud mental, sean parte de ese currículo oficial que ahora estamos renovando. Despotricar de la juventud actual no aporta nada. No podemos competir con Netflix ni con el móvil, pero debemos insistir y pregonar sin descanso la importancia de la atención, la lectura y las relaciones humanas, para su futuro inmediato. 

 

Solo me queda desearos un buen descanso a todos los compañeros y compañeras de profesión. Ojalá que el curso próximo podamos centrarnos más en lo que realmente interesa: trabajar codo con codo con los colegas del ciclo, compartir recursos y buenas prácticas, investigar con criterio sobre cómo enseñar mejor en el entorno actual, y disponer del tiempo necesario para que nuestros conocimientos técnicos se adecúen a las salidas profesionales de nuestro alumnado. Espero que la burocracia, el sentido común y los medios nos acompañen en septiembre en esta querida FP. Feliz verano. 

 

Foto de Carlos Torres en Unsplash
Con la tecnología de Blogger.

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