Enseñar a un alumno desmotivado es tarea difícil. No es raro encontrar en las aulas alumnos con poca motivación que han ido pasando cursos y que sólo esperan terminar su escolarización. Ven la escuela como una obligación o una etapa ineludible para comenzar su vida laboral.
En el fondo es triste que los alumnos no disfruten en el aula. Que no seamos capaces de despertar su interés o sus ganas de aprender es también responsabilidad nuestra. Si los alumnos en nuestras clases están siempre esperando el toque del timbre o ven pasar los minutos lentamente, es, definitivamente, un problema nuestro.
Podemos pasar a un planteamiento proactivo. Un planteamiento que nos haga anticiparnos a esas situaciones de desmotivación o hastío en las clases. No podemos seguir año tras año con la misma milonga: "Fulanito es un vago, no atiende en clase, no hace las actividades, el grupo es un incordio, etc, etc." Podemos hacer algo más; no solamente reaccionar y quejarnos ante los habituales casos que se nos presentan curso tras curso.
Recientemente, escribía Larry Ferlazzo en Education Week, sobre cómo manejarse con alumnos desmotivados. El autor y otros docentes apuntan una serie de recomendaciones, que suscribo y amplío, para mejorar la motivación:
- Conoce el nombre de tus alumnos desde el primer día. Al principio de curso podríamos dedicar más tiempo al conocimiento del grupo y de los alumnos. Tenemos mucha prisa en comenzar temario.
- Preocúpate más por cómo se encuentra el alumno. Un ¿cómo estás? de vez en cuando demuestra interés por nuestra parte. Si nos preocupamos por el alumno y por su aprendizaje, empezaremos con buen pie. La cercanía es la mejor vacuna para el sopor del estudiante y la mano izquierda un remedio para los conflictos.
- Trata de ser interesante. La materia muchas veces es aburrida, pero podemos tratar de hacerla más sugestiva o significativa. Acercarla a su vida real. Evitar la sensación de perdida de tiempo. Sólo con el libro de texto vas a tenerlo difícil. Hay que conocer los intereses del alumno, sus redes sociales, empatizar.
- Crear rutinas o rituales de trabajo. Que los alumnos sepan exactamente que vamos a trabajar, cuales son los objetivos de cada clase. Podemos anotarlos cada día en la pizarra o proyectarlos en el aula. Ser predictible, pero sin perder la improvisación y adaptándose al día a día.
- Dar autonomía y capacidad de elección en las actividades de clase. La democracia en el aula supone mayor compromiso e implicación del alumno. Podemos dejar que seleccionen la temática, formato de presentación, calendario, individualmente o en equipo. Preguntar y no sentar cátedra ayuda a la participación.
- Que trascienda su trabajo. Que se publique en Internet, en la web del centro. Que se exponga en las instalaciones en un día especial de la escuela o que se proyecte a otros compañeros. Esto les va a suponer una motivación extra por la superación que implica tener una audiencia.
- Individualizar los objetivos para cada alumno. Hay alumnos que necesitan trabajar más unas competencias que otras. Algunos necesitan más autonomía mientras que otros precisan que se identifiquen bien sus objetivos.
- Y, por último, sorprender a los alumnos. Buscar nuevas formas de hacer las cosas, cambiar de vez en cuando la dinámica de clase. Incitar a la participación, tratar otros temas, salir del aula, bromear y reírse con ellos. Celebrar sus éxitos.
Supongo que no hay una receta mágica, no es palo o zanahoria, pero merece la pena intentarlo. No hay mayor satisfacción que permanecer en el recuerdo de un alumno con el que has aprendido.
photo credit: opensourceway via photopin cc
Desde luego que no podemos echar balones fuera, parte de esa desmotivación proviene de la falta de acercamiento del profesorado hacia el alumnado. Escribí algo al respecto y quiero compartirlo contigo http://ined21.com/motivar-al-alumnado-es-garantizar-su-exito-educativo/. Gracias por compartir tus ideas. Saludos.
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