Facilitar el tránsito entre las distintas etapas educativas ha sido un acierto. Esta flexibilidad permite a los estudiantes avanzar en sus estudios o tomar nuevas vías que no había considerado por falta de madurez o una situación personal diferente. De hecho, ahora con el nuevo sistema de FP, los distintos grados que se ofertan posibilitan obtener distintos títulos: microacreditaciones (A), certificados de competencia (B), certificados profesionales (C), ciclos formativos (D) y cursos de especialización (E). Un sistema que se ha reinventando con el fin de facilitar el aprendizaje a lo largo de la cada vez más larga y cambiante vida laboral de las personas. Cuestión aparte es fomentar la necesidad o la conveniencia de que los estudiantes de FP, una vez titulados como técnicos superiores, accedan a un grado universitario. ¿Es este el objetivo final de la formación profesional?
Una de las razones del éxito de la FP ha venido de la mano de la demanda creciente de perfiles técnicos en nuestro mercado laboral frente a los titulados universitarios. La población sobrecualificada en España alcanza casi un tercio de la la población ocupada. Además, nuestro país arrastra ciertas peculiaridades si nos comparamos con el resto de países de la Unión Europea, tal y como señala el monográfico realizado desde Orkestra - Instituto Vasco de Competitividad y CaixaBank Dualiza:
- Los grados universitarios suponen el 38,3% de los estudiantes matriculado; un porcentaje casi tres puntos superior al de la UE-27 (35,6%) y es uno de los más altos de la UE. En España estas enseñanzas tienen un carácter netamente académico.
- Las enseñanzas de Grado Medio tienen un peso en España del 23,9%, de los más bajos de Europa, a nueve puntos de la UE-27 (32,9%).
- Los ciclos formativos de Grado Superior tienen un un peso del 16,7%. Dicho peso supera al de los países de la UE-27 que cuentan con dicho nivel (4,5%), en más de 12 puntos. De hecho, España se posiciona como el país de la UE con mayor peso de este nivel educativo.
De este modo, tal y como sugiere este informe, es necesario un refuerzo (inversión y promoción) de los ciclos formativos de grado medio, apostar por la titulaciones de FP de carácter STEM e impulsar esa formación dual que el nuevo sistema exige para fomentar la inserción laboral. Se observa que las tasas de empleo de las enseñanzas de FP en España tienen un amplio margen de mejora respecto de la mayoría de los países europeos.
¿Y por qué nos empeñamos en promover o subrayar el acceso de los titulados de la FP de Grado Superior a la universidad? Sin hacer ningún análisis exhaustivo, podemos señalar distintos motivos: la necesidad de la universidades en captar alumnado en un contexto demográfico desfavorable (a pesar de que la preferencia por cursar estudios universitarios se ha incrementado 10 puntos porcentuales entre la población joven, pasando del 22% en 2008 al 32% en 2022); la falta de prestigio de las enseñanzas vocacionales (FP) frente a los estudios universitarios; y unas altas tasas de empleo juvenil, junto a la carestía en el acceso a la vivienda que frena la independencia del hogar familiar (solo el 14,8% de la juventud española vive fuera del hogar) y empuja a seguir estudiando; y la consideración de la FP como una pasarela para evitar un bachillerato, una EBAU y unas notas de acceso al alza.
En mi opinión, estamos haciendo un flaco favor tanto al nuevos sistema de FP que queremos impulsar como a un sistema económico que precisa de titulados con una formación técnica vocacional. Realizamos una enorme inversión para formar estudiantes que luego se decantan por otro tipo de estudios; mientras, las empresas que se esfuerzan en formarlos, no encuentran luego candidatos entre estos titulados de grado superior que prefieren continuar en la universidad. Evidentemente, la promesa de sueldos mejores y la facilidad de acceso en la creciente oferta universitaria pública y privada, son buenos reclamos para los jóvenes estudiantes y sus familias que deciden invertir en educación en busca de cierta diferenciación. Entiendo que la idea de atraer a los estudiantes hacia la FP no debiera tener como principal argumento la promesa de unos futuros estudios universitarios. Quizás, nos faltan ejemplos de trabajadores por cuenta ajena o autónomos con una carrera profesional exitosa en su oficio.
La reorganización de la oferta de titulaciones de FP, para evitar duplicidades frente a la universidad, así como una promoción de ciertos oficios, va a ser clave para no convertirnos en centros expedidores de títulos y certificados como un mero trámite para tener una ocupación distinta. Sin duda, todos tenemos el derecho a enfocar o rectificar el rumbo de nuestro recorrido académico y profesional. Aunque la libertad de decisión suele venir mediatizada por la riqueza personal. Es indispensable revalorizar, tanto desde las empresas (sueldo y condiciones laborales) como desde las familias, a los titulados de FP. Evitaremos la desbandada.